lunes, 10 de marzo de 2025

¿Hacia el final de la aventura ucraniana en Kursk?


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Lejos de la línea del frente principal, Ucrania consiguió el pasado agosto abrir, de forma rápida y eficiente, un segundo frente con el que anunció a sus socios que mantenía su capacidad ofensiva y de sorpresa y puso en duda la actuación defensiva de la Federación Rusa, que en apenas unos días perdió el control sobre más de mil kilómetros cuadrados de su territorio en una zona en la que inexplicablemente no esperaba un ataque pese a que se había constatado una elevada concentración de tropas ucranianas. La reacción rusa fue pausada, provocando la histeria de los sectores a la derecha del Kremlin, y no ha cambiado desde entonces. Las tropas allí destinadas no tenían la capacidad de defenderse ante el ejército ucraniano, por lo que la retirada causó incluso temor a que Ucrania pudiera aproximarse a la central nuclear de Kursk, principal preocupación de aquel momento. Meses después, y sin que las tropas ucranianas mostraran en ningún momento capacidad para lograrlo, el presidente Zelensky afirmaría que sus tropas podrían haber capturado tanto la central como la capital regional, pero eligieron no hacerlo. La excusa sonó vacía teniendo en cuenta que el motivo de la incursión en territorio ruso era más político que militar y el control sobre objetivos estratégicos es lo que proporciona las cartas que Ucrania buscaba en previsión a una posible negociación.

El control de parte del territorio enemigo daría a Ucrania una valiosa carta que jugar en la diplomacia para lograr, como Zelensky ha admitido el último mes, un intercambio de territorios y recuperar así parte de las zonas perdidas durante la guerra. “Intercambiaremos un territorio por otro”, afirmó el pasado mes de febrero el presidente ucraniano en una entrevista, en la que no precisó cuál era la aspiración de Ucrania. “No lo sé, veremos. Pero todos nuestros territorios son importantes, no hay prioridades”, añadió. En términos militares, según explicó Oleksandr Syrsky en una entrevista concedida a Christiane Ammanpour en la CNN, el objetivo era limitar las capacidades ofensivas rusas en Donbass, fundamentalmente en la región de Pokrovsk, donde el avance se había detenido según el comandante ucraniano. En realidad, el avance de Rusia en Donbass se ha mantenido y ha sido en estos meses cuando se ha conseguido por fin uno de los grandes objetivos, alejar el frente de la ciudad de Donetsk para impedir que la artillería ucraniana pudiera seguir aterrorizando a la población con los periódicos bombardeos indiscriminados que habían hecho de cada salida a la calle un peligro de muerte para la población civil. Cuando Syrsky proclamó que el ataque en Kursk había detenido el avance hacia Pokrovsk, la aproximación a la ciudad ni siquiera había comenzado y las tropas rusas se centraban en otros sectores del frente occidental de la región de Donetsk.

“Solo en la batalla de Kursk, nuestras tropas eliminaron a casi 20.000 soldados rusos. Destruimos por completo las unidades norcoreanas que Putin tuvo que traer porque sus propias fuerzas no eran suficientes para contener nuestra contraofensiva”, afirmó Zelensky en su vídeomensaje diario a la nación el 15 de febrero de este años. La semana anterior, el presidente ucraniano había anunciado el retorno de las tropas norcoreanas, que antes había proclamado retiradas a causa de las enormes bajas. El contingente norcoreano ha sido estos meses enviado a Kursk, masacrado por Ucrania y por sus propios aliados rusos, enviado a morir en ataques de hordas humanas, abandonado con las caras quemadas para evitar su identificación, retirado del frente por las bajas, enviado nuevamente y masacrado una vez más, siempre siguiendo las necesidades del guion ucraniano y sin que emergieran evidencias reales de que esos miles de tropas se encuentran luchando en la primera línea de la batalla de Kursk.

A principios de enero, Zelensky se jactaba de las elevadas bajas rusas (38.000, entre las cuales citaba 15.000 como pérdidas irrecuperables) y daba las gracias “a todos nuestros guerreros que están llevando la guerra de vuelta a casa, a Rusia, y dando a Ucrania más seguridad y fuerza” con el mantenimiento de esa “zona de amortiguación en territorio ruso”. Esa misma semana, Zelensky volvía a calificar la operación de Kursk como “una de nuestras mayores victorias, no solo del último año, sino de toda la guerra”. En esa ocasión, el argumento era que Rusia había tenido que retirar 60.000 tropas “del frente ucraniano”.

Kursk era para Ucrania la representación gráfica del fracaso ruso. Con la arrogancia de quien proclama su superioridad pese a haber perdido el 18% del territorio de su país, Mijailo Podolyak escribía en agosto que “la administración de la Federación Rusa se da cuenta de que actualmente es incapaz de contrarrestar las acciones de las fuerzas ucranianas en la región de Kursk. Tradicionalmente, en situaciones de fracaso militar propio, el Kremlin hace hincapié en las operaciones informativas dirigidas principalmente contra sus propios ciudadanos. Para calmar la creciente ansiedad entre la población, la pérdida de territorio y el avance del ejército ucraniano en el país se están presentando como una «nueva normalidad». Se pide a los rusos que recuerden la experiencia de sus abuelos, acepten enviar reclutas al combate, hagan donaciones a la ayuda humanitaria para los refugiados y, después, enciendan la televisión y se olviden de lo malo”. El asesor de la Oficina del Presidente olvidaba deliberadamente que esas palabras definían a la perfección la actuación ucraniana con respecto a su población en los últimos años.

Aunque Rusia respondió con lentitud y sin tratar de organizar una operación amplia con la que expulsar con rapidez a las tropas ucranianas, a lo largo de las últimas semanas incluso las fuentes ucranianas daban síntomas de que la fortaleza de sus tropas flaqueaba. Desde febrero, Deepstate venía advirtiendo de las contraofensivas rusas en varias direcciones, que no se detuvieron siquiera con el intento de defensa activa o de contraofensiva a la desesperada realizado por Ucrania y que solo causó más bajas. “Con drones y tropas norcoreanas, Rusia hace retroceder la ofensiva ucraniana”, titulaba ayer The New York Times, que añadía que “Rusia ha recuperado cerca de dos tercios del territorio que Ucrania tomó el verano pasado en la región rusa de Kursk”, para incorporar la obligada coletilla que, aunque no puede probar, hay que incluir para sentenciar que ha sido “a un temible coste en vidas humanas”. Las cifras ucranianas, reales o imaginarias, siguen marcando el discurso mediático.


“«Es cierto; no podemos detenerlos», dijo Oleksiy, comandante de una unidad de comunicaciones ucraniana que lucha en la zona, cuando se le localizó por teléfono. «Simplemente nos barren, avanzan en grupos de 50 norcoreanos mientras nosotros sólo tenemos seis hombres en nuestras posiciones»”, escribe el artículo, dando a las tropas norcoreanas un protagonismo difícil de creer teniendo en cuenta la escasez de evidencias que se han producido estos meses de su presencia en la batalla. “Se están tomando decisiones, veremos lo eficaces que son”, añade el comandante antes de que el medio se pregunte si Ucrania estaría valorando la retirada.

“El temor a quedar sitiados es real”, afirma un sargento ucraniano en la región de Kursk en declaraciones a The Telegraph, más rotundo que The New York Times en su valoración de la gravedad de la situación de las tropas de Kiev en su aventura rusa. “10.000 soldados ucranianos corren el riesgo de quedar sitiados después de que Rusia rompiera las líneas del frente y avanzara en una línea de suministro clave desde dos direcciones. Las fuerzas de Vladimir Putin avanzaron el viernes en Suya, 11 kilómetros dentro de Rusia, cruzando la frontera hacia el oblast ucraniano de Sumy desde el norte”, explica el medio británico, que añade que “se cree que en la ofensiva se utilizó un número significativo de tropas norcoreanas para cortar el paso a los soldados ucranianos, con la ayuda de la guerra de drones para interrumpir las cadenas de suministro y la logística de Kiev”. La mención a las tropas norcoreanas, como las exorbitadas bajas, es también obligatoria.

“Los mapas del blog militar ucraniano Deepstate revelan que aproximadamente tres cuartas partes de las fuerzas ucranianas dentro de Rusia están casi totalmente rodeadas y casi divididas en dos. Las tropas que quedan cerca de la frontera rusa están conectadas por un corredor de aproximadamente un kilómetro de largo y menos de 500 metros de ancho en su punto más estrecho. La única carretera ucraniana hacia Suya está ahora al alcance de los drones rusos con visión en primera persona, lo que complica los esfuerzos por mantener la zona y retirarse en caso necesario”, añade The Telegraph, cuyo discurso deja pocas dudas ante las opciones de las que dispone Ucrania. Ese es también el aspecto que más preocupa a The New York Times, que “si las fuerzas ucranianas quedaran aisladas o se vieran obligadas a retirarse, supondría un importante revés para Kiev. La incursión en Kursk no solo fue una operación emblemática que elevó la moral y avergonzó al presidente Vladimir Putin de Rusia, sino que mantener territorio en Rusia dio a Ucrania una posible moneda de cambio en cualquier negociación de paz”. Mientras los comandantes ucranianos a los que cita como fuentes le transmiten la dificultad para seguir luchando y la necesidad de preservar vidas, el medio insiste en que “retirarse podría debilitar su posición negociadora en un momento en el que el presidente Trump está intentando forzar conversaciones para llegar a un acuerdo”.

El viernes, Dmitry Steshin escribía con ironía haber escuchado que “el legendario Pyateroshka vuelve a aceptar rublos”. El veterano reportero de Komsomolskaya Pravda se refería al supermercado en el que las tropas ucranianas han dejado escritas sus reflexiones, insultos o exabruptos y donde han realizado sus fotos de propaganda. Pese al optimismo que han causado en Rusia las noticias sobre las dificultades ucranianas en Kursk, Boris Rozhin, Colonel Cassad, llamaba ayer a la prudencia insistiendo en que “es demasiado pronto para echar las campanas al vuelo, la defensa organizada del enemigo aún no ha ido a ninguna parte”. “Las Fuerzas Armadas rusas aumentan la presión sobre las comunicaciones restantes del grupo enemigo de Kursk. Continúan los combates al oeste de Kurilovka y en la región de Sumy. Las tareas aquí son claras: avanzar hacia la carretera Suya-Yunakovka, reforzando el control de fuego sobre la carretera”, añadía Rozhin, que al igual que otras fuentes constataba un avance ruso en tres direcciones que está poniendo contra las cuerdas a Ucrania. Con dificultades de suministro y con las carreteras controladas a fuego por la parte rusa, incluso los analistas ucranianos admiten lo extremo de la situación. “El mayor problema en el óblast de Kursk es el control de fuego del enemigo sobre toda la logística de las fuerzas de defensa de Ucrania”, índica DeepState, que añade que “desde enero, las tropas rusas han ido aumentando su capacidad de vigilar nuestros movimientos, pero por nuestra parte no se han tomado medidas adecuadas para eliminar este problema. En febrero alcanzó su punto álgido y las complicaciones más graves surgieron tras la pérdida de la aldea de Sverdlikovo, cuyos intentos de recuperación tampoco se ejecutaron de la forma mejor planificada”.

En estas condiciones, “el comando ucraniano debe tomar una decisión”, sentencia el analista militar Yan Matveyev, que alerta de que Ucrania puede “abandonar la región de Kursk, completando la operación y preservando sus fuerzas, o aguantar, arriesgándose a perderlo todo”.

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