Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Forman una pequeña multitud ante la gran verja metálica, tensos y esperando en la oscuridad. La mayoría parecen agobiados, tanto por el estrés como por las bolsas de plástico abarrotadas, todas ellas para hombres que pronto partirán a la guerra”, escribe The New York Times en la apertura de un reportaje sobre las familias que tratan de despedirse de los hombres que, en muchos casos reclutados contra su voluntad, van a ser inmediatamente enviados al frente. “¿Dónde está mi papá, dónde está mi papá?”, llora un niño de dos años que agarra la mano de su llorosa abuela y cuyo padre “ha sido captado por los oficiales de reclutamiento esa mañana, cuando se dirigía al trabajo. Pudo enviar un mensaje a su madre: lo habían llevado a ese punto de reunión militar a las afueras de Kiev junto con docenas de otros hombres recogidos ese día en los alrededores de la capital ucraniana. Trasladados para ser procesados, serían retenidos durante la noche y enviados por la mañana para recibir la instrucción militar básica como reclutas”. Su familia se pregunta “¿por qué tienen que llevárselo como a un perro?”.
Hasta hace unos meses, las encuestas publicadas tanto en Ucrania como en Occidente mostraban una misma tendencia que, aunque contradictoria, representaba claramente la realidad del país. Por un lado, la opinión mayoritaria de la población decía que era preciso continuar luchando. La diferencia fundamental radicaba en el hasta cuándo. Una parte de una población abogaba por continuar por la vía militar hasta recuperar las fronteras existentes antes de la invasión rusa, mientras que la parte más reducida entendía quería luchar hasta las fronteras de 1991, una opción remota en la que ni siquiera los asesores del Pentágono han creído nunca. Por otro lado, pese a entender que la vía militar era la resolución adecuada y a pesar de las dificultades que Ucrania estaba teniendo para mantener su territorio, y más aún para recuperar alguna porción de lo perdido, cada vez menos personas se veían a sí mismas como soldados en las trincheras de esa guerra que seguían defendiendo. Sin embargo, la postura de lucha hasta la victoria final se ha reducido en el último año hasta convertirse en minoritaria, ampliamente superada ya por quienes desean una negociación a corto plazo para detener la guerra. Ese proceso se ha producido en paralelo al lento y tedioso pero constante avance ruso en Donbass y no se ha reducido con la adrenalina de la invasión de Kursk. A ese cambio de sensación sobre las posibilidades de victoria hay que añadir la cada vez más pública resistencia al reclutamiento, tan evidente que ni siquiera los medios occidentales, dispuestos a ocultar aspectos negativos de la gestión del Gobierno ucraniano esconden ya.
“Al comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022, los hombres acudieron en masa a los centros de reclutamiento. Pero después de tres años de guerra, el pozo de voluntarios se ha secado. Ahora, los hombres esperan a que lleguen sus papeles del servicio militar obligatorio para presentarse en los centros de reclutamiento o intentan evitar que los encuentren”, admite The New York Times. El medio olvida mencionar que los intentos de huida a través de la frontera o el confinamiento de hombres en sus viviendas para evitar ser capturados por las bandas de presa que reclutan forzosamente por las calles, supermercados, gimnasios o centros de trabajo han aumentado en los últimos meses, pero no son nuevas. La prohibición de la salida del país a hombres en edad militar permite a Ucrania detener y reclutar inmediatamente a quienes traten de huir de esa posibilidad y sean detectados con papeles falsos o cruzando la frontera ilegalmente, pero no ha impedido que esos intentos sigan produciéndose.
En 2024, Ucrania aprobó finalmente la nueva ley de movilización, que pretendía reclutar a centenares de miles de hombres para reponer las pérdidas y ampliar el contingente en el territorio del frente. Al contrario que en 2022, cuando las circunstancias favorecían a Kiev, que contaba con miles de voluntarios que se alistaron en la ola de patriotismo y nacionalismo de los meses posteriores a la invasión rusa y que se enfrentaba a una agrupación rusa excesivamente escasa, el paso del tiempo ha invertido esa situación. Es evidente que una parte de la población joven huyó de la movilización parcial decretada por Vladimir Putin en septiembre de 2022, pero se ha constatado también que las medidas con las que Rusia ha favorecido el alistamiento voluntario -fundamentalmente dando facilidades financieras, exención de pago de hipotecas, facilidades educativas y salarios más elevados que en las profesiones medias- han dado resultado. Hace tiempo que la falta de efectivos no es un problema para Rusia sino para Ucrania, que tuvo que retirar de la reforma legislativa la voluntad de desmovilizar a quienes llevaran años luchando. Kiev sigue afirmando haber sufrido unas bajas notablemente inferiores a las de Rusia, aunque nadie pueda creer el dato de 45.000 soldados ucranianos muertos en la guerra dado esta semana por Zelensky, y se jacta de los datos de causas penales por deserción en la Federación Rusa, aunque prefiere no comentar sus propias cifras. “En Ucrania, desde el comienzo de la invasión rusa en 2022, se han registrado más de 80 mil casos de deserción”, afirmaba el diputado Ruslan Gobenko según citaba el diario ucraniano Strana el pasado mes de septiembre. Según el diputado, la cifra está lejos de ser la real, ya que los propios comandantes tratan de no dar parte de las deserciones para maquillar los datos, muy probablemente por órdenes de sus superiores. La apariencia de eficiencia, unidad y fortaleza es importante como imagen de las Fuerzas Armadas de Ucrania para mantener el apoyo firme de los aliados. La movilización de recursos que precisa una guerra de la intensidad de la actual solo es posible si los proveedores confían en que su proxy va a ser capaz de cumplir con los objetivos mínimos. La percepción de un ejército que esconde sus deserciones, niega sus bajas y del que la población se esconde para no ser apresado y enviado al frente sería un desastre para Ucrania.
“De cada 100 personas movilizadas el pasado otoño, entre 10 y 20 siguen en pie, el resto están muertas, heridas o incapacitadas”, afirmaba el jefe de la movilización de la región de Poltava en septiembre de 2023, sugiriendo una cifra de muertes y bajas irrecuperables muy superior a la que da el Estado. La continuación de la guerra, que pese a la retórica actual de paz sigue siendo la preferencia de Ucrania, que no desea llegar a una negociación en situación de debilidad, exige un reclutamiento constante. La ley de movilización, que ni siquiera cumplía con la exigencia de los soldados de aportar una vía a la desmovilización o el derecho al descanso, exigía también el registro de todos los hombres en edad militar. “En 2024, más de seis millones de ciudadanos obligados a cumplir el servicio militar no actualizaron sus datos personales. Esto puede ser motivo de multa de entre 17.000 y 25.500 grivnas», admitía en enero de este año un medio ucraniano. “Desde la invasión a gran escala, la Oficina de Reclutamiento ha incluido en la lista de buscados a más de medio millón de reclutas. La Policía Nacional está buscando a estos ciudadanos”, añadía. Al ser encontrados, los hombres son enviados a lugares aislados en las afueras de las ciudades, donde son registrados y, como muestra The New York Times en su reportaje, pueden recibir una última visita de sus familiares, que acuden a la cita con pequeñas bolsas con algo de comer u objetos personales esenciales como cepillos de dientes, ropa interior o un abrigo, antes de ser enviados a la instrucción básica y posteriormente al frente. “Él no es un soldado, no sé cómo va a servir”, se lamenta la pareja de uno de los soldados que el medio neoyorkino menciona en su artículo.
La solución a los problemas de falta de personal, que Occidente ha calificado como el principal lastre que sufre actualmente Ucrania, es ampliar la movilización a los menores de 25 años, un paso que Zelensky ha intentado no dar. Cruzar esa línea amenazaría a toda una generación que, incluso antes de la guerra y de la emigración de los últimos años, era peligrosamente escasa en términos demográficos. La exigencia llegó primero en boca de Lindsey Graham, que ejerció de avanzadilla de la ofensiva que aún estaba por venir. Antony Blinken adoptó posteriormente el discurso, que después fue repetido por Jake Sullivan y ahora por su sucesor en el cargo de Asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz. Todos ellos han exigido a Ucrania que muestre que el país está dispuesto a seguir luchando si busca que Occidente continúe el flujo de armamento, una advertencia que no ha de entenderse como amenaza de corte de suministros, sino como la orden de un superior.
Frente a las negativas rotundas de meses anteriores, en los últimos días, Zelensky ha abierto la puerta a la incorporación de esa generación a la guerra, aunque por una vía alternativa al reclutamiento, o quizá por un reclutamiento camuflado de incentivos. El presidente ucraniano prevé presentar la medida esta semana, pero según él mismo ha declarado se trataría de “contratos especiales” para esa población de hombres entre 18 y 25 años que, técnicamente seguirían exentos de la movilización, pero cuyo alistamiento se incentivará a base de concesiones económicas en forma de facilidades de crédito para una vivienda, educación superior gratuita o “alta seguridad financiera”. En realidad, esa población puede alistarse ya de forma voluntaria, por lo que las medidas actuales son la constatación de la falta de voluntarios, del fracaso del Estado a la hora de reponer sus filas y de la falacia que Zelensky ha mantenido durante meses, alegando que el problema no era de efectivos, sino de la cantidad de armas enviadas por Occidente y disponibles para equipar a todas las brigadas que Ucrania afirmaba haber compuesto y que no podía utilizar por la carencia de material.
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Ver también:
- ¿Quién provocó la guerra en Ucrania?
John J. Mearsheimer. 8/09/2024 - ¿Por qué Estados Unidos no ayuda a negociar un fin pacífico de la guerra en Ucrania?
Jeffrey Sachs. 5/07/2024 - Una Europa anti-rusa se destruye a sí misma
Hugo Dionisio. 17/02/2024 - La mentira, principal arma de guerra en Ucrania
Aram Aharonian. 28/02/2022
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