La burbuja especulativa que ha marcado la pauta en el precio del petróleo se asemeja cada vez más a la de las puntocom de fines de los 90. Con la diferencia que esta vez la plaga barre con todo el mundo, y su velocidad ascendente impulsa a desarrollar nuevas inversiones lo que provoca un encarecimiento real del producto. Se estima que la burbuja puede desinflarse pero su precio no bajará de los US$115-120 dólares el barril, manteniéndose en ese nivel durante el resto del año, es decir, casi el doble del año pasado y seis veces más que su nivel previo a
Con ello, los pronósticos más pesimistas de Wall Street, que apuntaban en torno a los US$150 la parada en el precio del barril, mientras el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad señalaba que podía llegar incluso a los US$200, se estarían disipando. No obstante, el golpe de knockout que se le ha propinado al modelo económico mundial mantendrá atontado al planeta durante un tiempo aún mayor.
No hay que olvidar que la burbuja petrolera es sólo uno de los tumores cancerígenos que tienen a la globalización en crisis. La merma financiera que vive el país del norte y su crisis hipotecaria que se ha desplazado a Europa, tienen a la recesión al acecho. La inflación a dos dígitos que está retornando en varios frentes y su amenaza directa en su propagación a otros precios (como el disparo de
Sin embargo, las apuestas optimistas de ciertos especialistas van por el filo de la navaja. Se espera que de entrar en recesión la economía estadounidense se detendrá la maquinaria productora China produciendo una frenada suave en el ritmo de crecimiento que llevaría a su normalidad los precios hoy tan alterados. Olvidan estos análisis que el problema básico es un desajuste entre la oferta y la demanda. La mirada minúscula, pequeña y breve de la macroeconomía logra explicar parte de los problemas endógenos. Pero en su ceguera interna de consumo, fetichismo y escapismo, la globalización olvidó la mirada planetaria.
Si oikonomia significa orden de la casa, los oikonomistas actuales deben apuntarse un rotundo fracaso pues no han sabido “ordenar la casa Tierra”. No tomaron en cuenta el incremento en la demanda de los chinos e indios y ahora pagamos las consecuencias; no dieron cuenta de la merma en la oferta energética y hay gente que muere de frío; no calcularon las necesidades de alimentos básicos y hay gente que muere de hambre.
Hoy Jacques Diouf y Ban Ki-moon se lamentan de la situación a que arrastraron al planeta las mentalidades asesinas, que invirtieron en armas en vez de hacerlo en la agricultura. Incluso Ban Ki-moon cita al maestro y señala: "Ha llegado el tiempo de la acción". Esperemos que no sea demasiado tarde.
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