En las mega crisis del pasado, primero en America Latina en los ochenta pero sobre todo, la asiática a finales de los noventa, se le criticaba al FMI por imponer políticas pro cíclicas -ajustes fiscales, tipos elevados de interés- que, lejos de ayudar a las economías del sureste asiático, agravaron la recesión provocada por una repentina fuga de capitales. Las economais asiaticas registraron desplomes del PIB de hasta el 18%, y el fondo, recetando mas ajustes y sacrificio, perdió toda su credibildad en el este asiatico. Incluso economistas conservadores como Jagdish Baghwati acusaron al fondo de ser una herramienta de Wall Street forzando la venta de activos bancarios asiaticos a los tiburones de Nueva York. El premio Nobel Joe Stiglitz lo tachó de vehículo de políticas de depresión.
Pero en las temperaturas nada estacionales de Washington en abril de 2012, el FMI ya no es lo que era. No solo por la presencia de su nueva directora gerente , Madame Chrisitine Lagarde, ex ministra de Sarkozy, que consiguió abandonar el barco gubernamental a tiempo.