martes, 16 de junio de 2009

La eurozona perdió un récord de 1,22 millones de empleos

Un récord de 1,22 millones de empleos se perdieron en la eurozona en el primer trimestre de este año. La cifra marca una caída en el empleo de 1,2% respecto a 2008, el mayor declive desde que comenzó a llevarse registro en 1995, según informe de la Oficina de Estadísticas de la Unión Europea (Eurostat).

En los últimos doce meses terminados en mayo 3,1 millones de puestos de trabajo fueron eliminados en la zona euro, totalizando 14,6 millones de desocupados. En tanto, 4,6 millones de personas perdieron su empleo en los 27 países miembros de la Unión Europea sumando 22,3 millones de desempleados.

Aunque los indicadores de las últimas semanas muestren que lo peor de la crisis para la eurozona podría haber pasado, la tasa de desempleo subió a 9,2% en abril, su nivel más alto desde 1999 y las proyecciones indican que ésta seguirá aumentando. “Aunque la economía pueda comenzar a estabilizarse, lo peor está todavía adelante en términos de mercado laboral”, dijo Stefan Bielmeier, economista de Deutsche Bank. La Comisión Europea espera que el desempleo en la zona euro aumente desde el 9,9% de este año a 11,5% en 2010. La economía europea se contrajo -4,8% en el primer trimestre y según el BCE se contraería -4,6% este año y recién volvería a crecer a una tasa de 0,3% en 2010.

En el resto del mundo

La destrucción de empleos no se limita sólo a Europa. En el primer trimestre se perdieron 2,07 millones de trabajos en EE.UU., elevando a 6,82 millones el número de puestos eliminados desde diciembre de 2007, cuando comenzó la crisis.

No obstante estos números, el recorte de empleos se ha ido moderando en las últimas semanas, conforme la economía muestra señales de que la recesión está terminando. En mayo la destrucción de puestos de trabajos llegó a 345.000, el número más bajo desde septiembre. “Los pedidos iniciales de desempleo están cayendo lentamente, este progreso viene típicamente cerca del fin de la recesión”, dijo Abies Reinhart, economista de JPMorgan. Según datos recopilados por Bloomberg, la tasa de desempleo subirá a 10% a fines de año. En mayo ésta llegó a 9,4%, equivalente a 14,5 millones de desocupados.

En Japón, la segunda economía del mundo, se eliminaron 860 mil puestos de trabajo en los primeros tres meses de 2009. De septiembre a mayo el número de trabajadores que perdió su empleo totalizó 5,5 millones, según la oficina de estadísticas del país. En marzo la tasa de desempleo subió a 4,8% desde el 4,4% de febrero, su mayor salto desde 1967.

En Inglaterra los pedidos de desempleo en marzo llegaron a 73.700, sumando un total de 1,46 millón de puestos de trabajos eliminados en el primer trimestre. El número de desocupados, llegó a 2,1 millón en el período, su mayor nivel en 12 años.

En Latinoamérica México ha sido duramente golpeado por la destrucción de empleos. Durante mayo pasado se perdieron 111.476 empleos formales, según informó el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). La pérdida acumulada de fuentes de trabajo entre octubre de 2008 y mayo de 2009 llevó a la desocupación a un total de 2,46 mexicanos hasta el 31 de mayo.

La inflación es mala, pero la deflación es peor

Economist Intelligence Unit

¿Cómo protegerse tanto de las fuerzas deflacionistas de la peor recesión estadounidense desde la década de 1930 como de la vigorosa respuesta de la Reserva Federal (Fed) que de hecho ha reducido las tasas de interés a cero y amplió rápidamente su estado de cuenta? El 4 de mayo, Paul Krugman, ganador del Nobel de Economía, advirtió que había surgido una deflación estilo Japón, al tiempo que Alan Meltzer, eminente historiador de la Fed, anticipaba una repetición de la inflación de los años 70; los dos, en la misma página del New York Times.

Hay algo de cierto en ambos temores. Pero la inflación es distante y manejable, mientras la deflación es perniciosa y está al alcance de la mano.

Arrastrados por la deuda

El temor a la deflación no se fundamenta en la disminución anualizada de 0,4% de los precios al consumidor estadounidense a marzo. Aunque sea la primera disminución anual desde 1955, es resultado transitorio de la caída de los precios de la energía. Con excepción de alimentos y energía, la inflación principal es de 1.8%. En realidad lo que preocupa es la persistente disminución de precios que caracteriza a una verdadera deflación. El desempleo se acerca a 9%, y la producción económica se encuentra en un nivel muy por debajo del potencial de la economía que en cualquier momento desde 1982. Y es probable que la brecha se ensanche.

Los precios inmobiliarios no son parte del índice de inflación de EU, pero su disminución obliga a las familias a reducir sus deudas, lo que podría retrasar el crecimiento económico por años. A medida que los trabajadores compiten por escasos empleos y las empresas reducen sus precios para vender más que las otras, salarios y precios se verán sometidos a fuerte presión.

Hasta ahora, las expectativas inflacionarias permanecen estables, percepción que es por sí sola un baluarte contra la deflación. Pero el congelamiento de sueldos y las reducciones salariales podrían cambiar la manera en que piensan las personas. Durante una encuesta, más de una tercera parte de los interrogados afirmó que ellos o alguien de su familia habían sufrido una reducción salarial o de jornada laboral. El índice del costo del empleo se elevó de manera anualizada apenas 2,1% al primer trimestre, el incremento más bajo desde que comenzaron los registros, en 1982. En 2003, durante la última amenaza de deflación, los pagos totales crecieron casi 4%.

¿Importa esto? Si los precios disminuyen debido al avance de la productividad, como a finales del siglo XIX, es una señal de progreso, no un colapso económico. Hoy, sin embargo, la deflación se parece más a la variedad maligna de la década de 1930 que a la benigna del siglo XIX, debido a la debilidad de la demanda y a que hogares y empresas están cargados de deudas. En la deflación, el valor nominal de las deudas permanece fijo, pese a la caída de salarios nominales, precios y utilidades. En consecuencia, la carga de la deuda se eleva, lo que provoca que los deudores reduzcan sus gastos para pagar los intereses de sus adeudos o caer en mora. Esto socava el sistema financiero y profundiza la recesión.

De 1929 a 1933, los precios disminuyeron 27%. Esta vez los bancos centrales están atentos. En EU, Gran Bretaña, Japón y Suiza los bancos han llevado las tasas de interés a corto plazo a cero, o cerca de cero. Asimismo, han desarrollado ampliamente sus balances comprando deuda. Ha sido favorable, también que el mundo se haya liberado de la camisa de fuerza monetaria del patrón oro que llevó durante la década de 1930.

Sin embargo, es precisamente este celo antideflacionista lo que alarma a personas como Meltzer, a quien le preocupa que el precio de eliminar la deflación sea que la Fed no sea capaz o no esté dispuesta a dar marcha atrás a tiempo para impedir el resurgimiento de la inflación.

Parece razonable, pero la inflación es más fácil de corregir que la deflación. Un banco central puede elevar tasas de interés tanto como quiera suprimir la inflación, pero no puede reducir las tasas nominales por debajo de cero. La deflación confisca a un banco central su capacidad de estimular el gasto mediante tasas reales de interés negativas. En el peor de los casos, deudas y moras deprimen el crecimiento y envenenan a la economía al agudizar la deflación y presionar a la alza las tasas reales de interés. Los bancos centrales que han bajado las tasas a casi cero usan ahora herramientas cuantitativas poco convencionales, pero su eficacia no está probada. Puestos a decidir, equivocarse hacia el lado de la inflación sería menos catastrófico que hacerlo hacia el lado de la deflación.

Dicho esto, hay preocupación respecto a que cuando llegue el momento de elevar las tasas de interés, la Fed podría contenerse debido a presiones políticas o el temor de fracturar los mercados financieros. La Reserva Federal actuó con mucha lentitud para levantar las tasas de interés después de la amenaza de deflación en 2003. Sin embargo, esto se resuelve fortaleciendo a la Fed. Barack Obama debe nombrar personas con credibilidad e independientes para ocupar las dos vacantes en el Consejo de la Reserva Federal, y desechar la sugerencia de que los 12 presidentes del banco de reserva, que no son ratificados por el Congreso, pierdan su derecho a opinar sobre política monetaria. El Congreso debe permitir que la Fed emita su propia deuda, lo que le daría oportunidad de constreñir la política monetaria sin recurrir a ventas desordenadas de la deuda privada no líquida que ha tenido que asumir.

Afirmar la independencia política de la Fed y equiparla con mejores instrumentos ayudaría al banco central a combatir la inflación cuando llegue el momento. Y también reduciría el riesgo de que tome medidas restrictivas de manera prematura, sólo para demostrar su determinación.

Tomado de La Jornada. Traducción de texto: Jorge Anaya

La crisis más larga e intensa

Joaquín Estafanía, El País

De acuerdo con las proyecciones, la actual crisis económica puede ser de las más largas e intensas de la historia: casi un lustro de padecimientos desde ese agosto de 2007 en que comenzaron las dificultades con un problema tan focalizado como los créditos subprime en EE UU, que sólo suponían el 15% del sistema hipotecario de ese país. Levantarse será una tarea muy larga para la que se requiere el concurso de las fuerzas políticas y agentes sociales. Los Gobiernos, por sí solos, serán incapaces de encontrar una senda de crecimiento adaptada a las nuevas circunstancias.

El problema no es si se ha tocado fondo sino hasta cuándo durarán las estrecheces. Mirar hacia adelante, hacia lo que aún espera. Una de las mayores unanimidades obtenidas es que para salir de la gran recesión la condición necesaria es recuperar la sanidad del sector financiero. Muchos países parecen haber superado la mayor parte de los problemas de liquidez y solvencia de sus bancos a fuerza de avales públicos, compra de activos, grandes inyecciones de liquidez y de que los Gobiernos se quedasen con el capital de las entidades (socialización de pérdidas). Se utiliza el condicional "parece" porque el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte de que aún quedan bastantes activos tóxicos sin desvelar en las tripas de los bancos. En EE UU, una decena de grandes bancos han pedido permiso para empezar a devolver el dinero público utilizado en sanearlos, con el objeto de recuperar la libertad de acción perdida con la intervención gubernamental.

En España, por la fortaleza de su sistema financiero y la intensidad de su supervisión, apenas hemos tenido en el pasado esos quebraderos. La paradoja es que pueden llegar ahora, cuando los demás los están superando. Casi agotadas las provisiones genéricas (el colchón de que se dotaron en tiempos de bonanza), el sector empieza a padecer con toda la intensidad los efectos de la recesión en materia de morosidad particular (por el crecimiento del desempleo), impagos inmobiliarios (concursos de acreedores de las grandes promotoras y parón de la construcción y compraventa de viviendas), reducción de los márgenes por la caída de los tipos de interés y la revisión de muchas hipotecas y créditos para adaptarlos a la caída del Euríbor, etcétera. El futuro parece menos esplendoroso que el presente.

Para abordar estas cuestiones y evitar un riesgo sistémico, el Gobierno quiere disponer de un nuevo instrumento, a añadir a los avales a las emisiones privadas, la compra de activos, las fusiones de entidades y el uso de las inyecciones del Fondo de Garantía de Depósitos. Se trata de la creación de un Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria (FROB), con capacidad de hasta 90.000 millones de euros, utilizables en la recapitalización de las entidades más débiles. Conforme avanzan las dificultades crece la urgencia de disponer de este instrumento, que necesita del consenso parlamentario para ponerlo en práctica.

Pero los problemas que tenemos por delante no se ajustan al sector financiero. El cuadro macroeconómico presentado por el Gobierno el pasado viernes señala con toda su crudeza la magnitud de la recesión. Según estas previsiones, el paro seguirá afectando en el largo plazo (al menos hasta el año 2012) a más del 17% de la población activa, una cifra estructural que dobla a la de cualquier país de nuestro entorno, con caídas del consumo privado, la inversión, la demanda nacional, las exportaciones y las importaciones, y un déficit público que este año puede llegar al porcentaje récord del 10% del PIB. En este entorno se puede prever que las subidas de los impuestos que afectan al tabaco y al alcohol tan sólo serán las primeras de otras varias, como está sucediendo unánimemente a nuestro alrededor. Máxime si la prioridad de la política económica del Gobierno sigue siendo, como tantas veces ha expuesto el presidente, proteger a los más afectados por la recesión.

El mismo día en que el Consejo de Ministros rebajaba de forma drástica las previsiones económicas para la economía española, el FMI revisaba al alza, por primera vez desde el estallido de la crisis, sus cálculos de crecimiento mundial (un 2,4% en el año 2010), y el Banco Central Europeo indicaba que la recuperación llegará a Europa a mediados del año próximo. Lo que subraya explícitamente el retraso del ciclo económico en nuestro país. Lo que tenemos por delante va a ser más largo que lo que ya hemos pasado.

Enlace a El País

Alemania tiene toda una crisis por delante


Si hay malas noticias en Alemania, son malas noticias para toda Europa. La caída en picada del comercio mundial tiene en el pais de Angela Merkel, a la gran víctima europea. Norbert Walter, el economista jefe Deutsche Bank ha señalado que las antiguas previsiones pesimistas eran en verdad bastante optimistas al compararlas con las expectativas actuales donde lo peor aún está por venir.

Lea en El Blog Salmón: Alemania en un callejón sin salida

Imagen | Köttbullekvist

El dólar saca ventaja de la inercia europea


Mientras la Europa tambaleante lucha por mantenerse en pie junto a sus mortecinos y maltrechos bancos y los índices bursátiles continúan el desplome, el dólar recobra fuerzas y se levanta en una victoriosa arremetida al alza. Todo esto motivado por la inoperancia de banqueros y gobiernos, e incluso del propio Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que, como ha dicho el presidente brasileño Lula Da Silva, jamás se pusieron en el caso de una crisis de esta envergadura para proponer soluciones efectivas, tragándose la idea de Fukuyama de que vivíamos en el capitalismo de la felicidad eterna.

Lea en El Blog Salmón: Frente a la inercia, el dólar sigue subiendo

Chomsky: El neoliberalismo, raíz común de las crisis actuales

David Brooks, La Jornada

Nueva York.- Cuando se habla de la crisis, casi todos se refieren a la financiera, ya que afecta directamente a los ricos, pero la crisis de los mil millones de seres humanos que enfrentan hambruna –entre ellos unos 40 millones en Estados Unidos– no es la de mayor prioridad, porque todos los aquejados son pobres, afirmó Noam Chomsky.

Con voz tranquila, Chomsky cuidadosamente devastó los mitos del llamado libre mercado, y documentó de manera sintética las múltiples crisis –la financiera y económica, la del militarismo, la del medio ambiente y la alimentaria, entre otras– y sus hilos en común, construyendo una radiografía de un sistema que se enmascara como democracia, pero que al fin tiene el objetivo de socializar costos y privatizar ganancias y defender el privilegio de la cada vez más reducida minoría rica, con consecuencias cada vez más siniestras para las mayorías y el propio planeta.

Es necesario desmantelar el edificio de ilusiones que se vende como democracia de libre mercado para que el ser humano sobreviva, y para hacerlo se requiere un enfrentamiento con el modelo que busca proteger los intereses de la minoría de la opulencia contra las mayorías, aseveró.

El pueblo paga los costos

Chomsky habló el pasado viernes, ante unas mil 500 personas, desde el podio famoso de la iglesia Riverside –el mismo en que Martin Luther King Jr ofreció su histórico discurso de 1967 contra la guerra de Vietnam y el sistema imperial estadunidense, donde también se ha escuchado a Nelson Mandela, y más recientemente a Arundhati Roy–, en un acto organizado por el Brecht Forum, centro independiente de estudios de izquierda.

Las crisis de hoy están entretejidas de varias maneras, dijo, y algunas son de mayor prioridad que otras, por la simple razón expresada por Adam Smith de que los principales arquitectos de las políticas aseguran que sus propios intereses son los que imperan, sin importar los costos.

Y Chomsky, como siempre, ofreció ejemplo tras ejemplo, documentando la historia. Habló de la historia de Haití, desde los franceses y la invasión estadunidense de Woodrow Wilson, hasta el manejo que hizo Washimgton del desafío de Jean Bertrand Aristide, tanto por el republicano George Bush (padre) como por el demócrata Bill Clinton, imponiendo el modelo neoliberal, con el resultado inevitable de destruir la soberanía económica de ese país, el cual ahora está en las primeras filas de la crisis alimentaria.

Esa historia es muy parecida por todo el mundo, agregó, señalando a Bangladesh y decenas de ejemplos más.

La raíz común de las crisis de hoy en el Sur y el Norte es el giro hacia el neoliberalismo que se da en los años setenta, declaró. Eso marcó el fin del crecimiento sostenido de la era de posguerra, conocido como la edad de oro del capitalismo, con su estado de bienestar y sus incrementos en niveles de ingreso y derechos, lo que fue un capitalismo de Estado.

Hoy día, el libre flujo del capital crea un Senado virtual que realiza un referendo instantáneo que vota en contra de intentos de beneficiar a las mayorías a costa de sus intereses.

Ahora, con la crisis actual que afecta a los ricos, se adopta la misma estrategia de siempre: la población paga los costos y asume el riesgo, mientras las ganancias son privatizadas.

También se enfocó en el plano de la política exterior, indicando que Washington no desea abandonar tan rápidamente su presencia en Irak, y advirtió que el nuevo enfoque sobre Pakistán y Afganistán es un juego muy peligroso, ya que amenaza la paz mundial y la supervivencia humana, por las armas nucleares que están ahí.

Añadió que es alarmante que un asesino miembro de las fuerzas especiales de ojos enloquecidos, el general Stanley McChrystal, haya sido nombrado comandante de las fuerzas estadunidenses en Afganistán.

Por otro lado, señaló que ahora es momento clave para definir la sobrevivencia humana ante la crisis climática.

Tenemos que enfrentar tal vez lo más importante: cómo revertir el modelo corporativo-estatal establecido durante la posguerra, promovido por las empresas automotrices, petroleras y llanteras, entre otras, que ha llevado a esta crisis ambiental y otras.

En su repaso de las crisis del mundo, expresó que para imponer políticas que no reflejan el interés de las mayorías en Estados Unidos y en otros países, se recurrió menos a la fuerza que al control de la opinión pública a través de la industria de relaciones públicas, con el fin de crear la manufactura del consenso.

Pero siempre impera, desde los inicios de esta república, la noción de proteger los intereses de la minoría opulenta contra todos los demás, con conceptos de que una minoría inteligente tiene que gobernar a una mayoría ignorante y metiche. Ahora eso es manejado por una elite tecnocrática, pero con la misma doctrina.

Resaltó la resistencia popular para enfrentar el proyecto de la elite, y subrayó que las rebeliones de los años sesenta tuvieron un efecto civilizador. Agregó que siempre se han lanzado ataques de la elite contra la democracia y que el modelo de libre mercado corporativo permanece como el obstáculo a la eficiencia y la toma racional de decisiones.

No hay razón para permanecer pasivos, comentó a su público de izquierda. ¿Por qué no ocupar una planta (en referencia a los recortes de General Motors) para convertirla en centro de producción de transporte masivo? No es un planteamiento exótico. Que los trabajadores controlen sus plantas es tan típicamente estadunidense como la tarta de manzana.

De hecho, abundó, parte del objetivo de los administradores del sistema actual es borrar toda memoria de las luchas sociales, pero advirtió que sospecha que estas tendencias siguen latentes en los de abajo y pueden ser despertadas. Éste es un momento propicio para hacerlo.

La tarea, añadió, es superar el déficit democrático y promover una sociedad democrática que funcione en realidad. Entre las claves para lograrlo identificó la renovación de los sindicatos, la lucha educativa y cultural y lo necesario para desmantelar el edificio de ilusiones por la minoría que gobierna en las llamadas democracias formales.

La crisis fundamental hoy día, resumió, es tal vez la del déficit democrático, esa brecha que existe entre los intereses de las grandes mayorías y las políticas de los gobernantes.

Enlace a La Jornada

lunes, 15 de junio de 2009

Lula critica al FMI y al BM por no tener recetas contra la crisis

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó hoy en Ginebra que las instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial no hayan tenido ningún tipo de recetas para superar la crisis económica mundial, durante su intervención en la Cumbre Mundial del Empleo.
"Ustedes son testigos, con las crisis de los años '80 y '90, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tenían todas las soluciones para los países pobres, pero cuando la crisis afecta a Estados Unidos, Japón y a Europa no tienen la menor propuesta para solucionarla", señaló Lula.

El presidente brasileño participa en la Cumbre Mundial del Empleo que tiene lugar en Ginebra como parte de la Conferencia Internacional del Trabajo.
"Los grandes bancos y las instituciones tenían evaluaciones y sabían la situación económica de los países de América Latina y de África, pero no se pararon ni cinco segundos para evaluar su propio riesgo", afirmó valientemente Lula.

Lula lamentó que el año pasado no hubiera habido consenso suficiente en el mundo para poder concluir la Ronda de Doha, que se negocia desde hace ocho años en un intento de liberalizar el comercio mundial. Ese acuerdo habría permitido reducir las subvenciones que los países ricos otorgan a sus agricultores y que merman la capacidad de producción de los países de África y América Latina. Por todo ello, el presidente brasileño considera que "ha llegado el momento de elaborar nuevas propuestas, y que cada responsable político de sugerencias, que el G20 haga propuestas concretas y que se cree un amplio debate en la ONU para salir de la crisis".

En relación a la creación de empleo, elogió las propuestas elaboradas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y sugirió que esta entidad actúe con determinación para poder aplicar políticas coordinadas y efectivas.

"Se espera que en el 2009 haya 50 millones de nuevos desempleados, existe el riesgo de que aumente la xenofobia y los trabajadores inmigrantes se conviertan en chivos expiatorios, la comunidad internacional no puede permitir que esto ocurra", afirmó Lula.

Vía | El Cronista

Recomiedan al Central reducir tasa en 50 puntos

El Grupo de Política Monetaria (GPM) ha recomendado al Banco Central de Chile reducir la tasa de interés en 50 puntos para dejarla en 0,75%. Los consejeros del Central se reunen mañana para decidir el futuro de la TPM (Tasa de Política Monetaria). El GPM, además, recomendó al Banco Central cambiar la estructura de la emisión de papeles, privilegiando papeles de corto plazo para apoyar una caída en la TIR efectiva, en instrumentos de renta fija de largo plazo. Así se facilitaría el acceso a fondeo de plazos mayores, tanto a personas como a empresas.

Si el Banco Central compra papeles largos crea una rebaja para las tasas largas, y esa oferta de dinero a plazos más largos debe ser compensada con una recogida de dinero a corto plazo, que se consigue vendiendo los papeles de corto plazo. Según los antecedentes del GPM, en el ámbito de las tasas de interés de colocación espera que las de largo plazo continúen con una tendencia primaria descendente, de la misma forma las de corto plazo, dado que las restricciones de liquidez que enfrentan consumidores y empresas deberían atenuarse por una baja en el riesgo crediticio inducido por un mejoramiento de las expectativas a nivel mundial.

Sarkozy pide un nuevo orden social mundial y la regulación del capitalismo

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, llamó hoy a establecer un nuevo orden social mundial y a no repetir los errores del pasado, aquellos de un "capitalismo que se volvió loco a fuerza de no someterse a ninguna regla".
"La regulación de la mundialización es la cuestión crucial", afirmó Sarkozy, quien agregó que "quienes dicen que todo podrá seguir como antes cuando se resuelva la actual crisis económica y financiera hacen un análisis totalmente suicida".
En su intervención en la Cumbre Mundial por el Empleo, que comenzó hoy en Ginebra, llamó a "no esperar para actuar cuando sea demasiado tarde", asegurando que la mundialización no puede gobernarse sólo por la oferta y la demanda, renunciando a principios morales.
"La mundialización no sobrevivirá a la ley de la selva, porque no puede haber libertad sin reglas. La OIT ha defendido siempre esa tesis a contracorriente de la ideología dominante".
. Por ello, propuso una "revolución en el gobierno mundial" para que las normas que están inscritas en los acuerdos internacionales sean aplicadas efectivamente. Y en esta nueva forma de Gobierno la OIT debe tener derecho a decir la última palabra ante la OMC, el FMI o el BM cuando están en juego normas fundamentales que ella se encarga de respetar.
"Necesitamos reglas que se conviertan en normas que se impongan a todos. No se trata de armonizar al detalle todas las legislaciones de trabajo. No se trata de imponer a los países más pobres las normas sociales de los países más ricos. Se trata de poner en pie entre las naciones un sistema de reglas que tire de todo el mundo hacia arriba en vez de tirar de todos hacia abajo".
. Y pidió que las intervenciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), de los bancos de desarrollo se sometan a un condicionamiento medioambiental y a un condicionamiento social.
"No es normal que el FMI o el BM vayan a ayudar a un país sin que se le pueda pedir que respete las reglas elementales en materia de trabajo, de medio ambiente o de salud pública. No se le puede pedir a un país que respete un cierto número de exigencias sociales e imponerle planes de ajuste con consecuencias sociales y humanas desastrosas. Para poder dar lecciones, las organizaciones internacionales deben aplicárselas a ellas mismas primero"
. Y en cuanto a las históricas decisiones adoptadas por el G-20 para reformar el capitalismo financiero, Sarkozy pidió que se respeten los compromisos asumidos y que se vaya más lejos para "reconstruir un sistema financiero que financie antes a los emprendedores que a los especuladores".

Los mensajes tóxicos de Wall Street

Joseph Stiglitz: Sin Permiso

Toda crisis tiene un final, y aunque hoy por hoy las cosas pintan negras, también esta crisis económica pasará. Lo cierto, en todo caso, es que ninguna crisis, y mucho menos una tan grave como la actual, remite sin dejar un legado. Uno de los legados de esta crisis será una batalla de alcance global en torno a ideas. O mejor, en torno a qué tipo de sistema económico será capaz de traer el máximo beneficio para la mayor cantidad de gente. En ningún sitio esa batalla es más enconada que en el Tercer Mundo. Alrededor del 80 por ciento de la población mundial vive en Asia, América Latina y África. De entre ellos, unos 1.400 millones subsisten con menos de 1.25 dólares diarios. En los Estados Unidos, llamar a alguien socialista puede no ser más que una descalificación exagerada. En buena parte del mundo, sin embargo, la batalla entre capitalismo y socialismo –o al menos entre lo que muchos estadounidenses considerarían socialismo- sigue estando en el orden del día. Es posible que la crisis actual no depare ganadores. Pero sin duda ha producido perdedores, y entre éstos ocupan un lugar destacado los defensores del tipo de capitalismo practicado en los Estados Unidos. En el futuro, de hecho, viviremos las consecuencias de esta constatación.

La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el fin del comunismo como una idea viable. Ciertamente, el comunismo arrastraba problemas manifiestos desde hace décadas. Pero tras 1989 se volvió muy difícil salir en su defensa de manera convincente. Durante un tiempo, pareció que la derrota del comunismo suponía la victoria segura del capitalismo, particularmente del capitalismo de tipo estadounidense. Francis Fukuyama llegó a proclamar “el fin de la historia”, definió al capitalismo de mercado democrático como el último escalón del desarrollo social y declaró que la humanidad toda avanzaría en esa dirección. En rigor, los historiadores señalarán los 20 años siguientes a 1989 como el breve período del triunfalismo estadounidense. El colapso de los grandes bancos y de las entidades financieras, el subsiguiente descontrol económico y los caóticos intentos de rescate han dado al traste con ese período. Y también con el debate acerca del “fundamentalismo de mercado”, con la idea de que los mercados, sin control ni restricción alguna, pueden por sí solos asegurar prosperidad económica y crecimiento. Hoy, sólo el autoengaño podría llevar a alguien a afirmar que los mercados pueden auto-regularse o que basta confiar en el auto-interés de los participantes en el mercado para garantizar que las cosas funcionen correctamente y de forma honesta.

El debate económico es especialmente intenso en el mundo en vías de desarrollo. Aunque aquí en occidente tendemos a olvidarlo, hace 190 años una tercera parte del producto bruto mundial se generaba en China. Luego, y de una manera un tanto repentina, la explotación colonial y los injustos acuerdos comerciales, combinados con una revolución tecnológica en Estados Unidos y Europa, condenaron al rezago a los países en desarrollo. A resultas de ello, hacia 1950 la economía china representaba menos del 5 por ciento del producto bruto mundial. A mediados del siglo XIX, en realidad, el Reino Unido y Francia tuvieron que emprender una guerra para abrir China al comercio global. Esta fue la “segunda guerra del opio”, llamada así porque los países occidentales tenían muy poco que vender a China a excepción de estas drogas, que pronto invadieron sus mercados y generaron una amplia adicción entre la población. Con esta guerra, occidente ensayaba una vía temprana de corrección de la balanza de pagos.

El colonialismo dejó una herencia compleja en el mundo en desarrollo. Entre la mayoría de la población, sin embargo, la visión dominante era que habían sido cruelmente explotados. Para muchos nuevos líderes, la teoría marxista ofrecía una interpretación sugerente de esta experiencia, puesto que sostenía que la explotación era en realidad el motor del sistema capitalista. Por eso, la independencia política que las colonias conquistaron tras la segunda guerra mundial no supuso el fin del colonialismo económico. En algunas regiones, como África, la explotación –la extracción de recursos naturales y la devastación del ambiente a cambio de migajas- era evidente. En otros sitios fue más sutil. En diferentes regiones del mundo, instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial pasaron a ser vistas como instrumentos de control pos-colonial. Estas instituciones propiciaron el fundamentalismo de mercado (o “neoliberalismo”, como fue a menudo llamado) una categoría idealizada por los estadounidenses como “mercados libres e irrestrictos”. Asimismo, presionaron a favor de la desregulación del sector financiero, de las privatizaciones y de la liberalización del comercio.

El Banco Mundial y el FMI aseguraban que todo lo hacían por el bien de los países en desarrollo. Su actuación estaba respaldada por equipos de economistas partidarios del libre mercado, muchos de ellos provenientes de la catedral de la economía de libre mercado, la Universidad de Chicago. Al final, los programas de los ‘Chicago boys’ no trajeron los resultados prometidos. Los ingresos se estancaron. Allí donde hubo crecimiento, la riqueza fue a parar a los estratos más altos. Las crisis económicas en países concretos se volvieron cada vez más frecuentes. Sólo en los últimos 30 años, de hecho, se produjeron más de cien de considerable gravedad.

En este contexto, no sorprende que las poblaciones de los países en desarrollo creyeran cada vez menos en las motivaciones altruistas de Occidente. Sospechaban que la retórica de la economía libre de mercado –lo que pronto se conoció como “el Consenso de Washington”- era sólo la cobertura de los intereses comerciales de siempre. Estas sospechas se vieron reforzadas por la propia hipocresía de los países occidentales. Europa y Estados Unidos no abrieron sus propios mercados a la agricultura producida en el Tercer Mundo, que con frecuencia era todo lo que estos países podían ofrecer. Por el contrario, los forzaron a eliminar subsidios necesarios para la creación de nuevas industrias, a pesar de que ellos otorgaban subsidios a sus propios agricultores.

La ideología del libre mercado resultó ser una excusa para acometer nuevas formas de explotación. “Privatizar” quería decir que los extranjeros podían comprar minas y campos petrolíferos a bajo precio en los países en desarrollo. Suponía que podían extraer considerables beneficios de actividades monopólicas y semi-monopólicas como las telecomunicaciones. “Liberalizar”, por su parte, quería decir que podían obtener créditos con facilidad. Y si las cosas iban mal, el FMI forzaba la socialización de las pérdidas, con lo que el esfuerzo de pagar a los bancos recaía sobre la población en su conjunto. También comportaba que las empresas extranjeras pudieran arrasar con las industrias emergentes, bloqueando el despliegue del talento empresarial local. El capital fluía libremente, pero el trabajo no, salvo en el caso de los individuos mejor dotados, que podían encontrar un empleo en el mercado global.

Obviamente, éstos no son más que brochazos de un cuadro más complejo. En Asia, por ejemplo, siempre hubieron resistencias al Consenso de Washington e incluso restricciones a la libre circulación de capital. Los gigantes asiáticos –China e India- condujeron la economía a su manera y obtuvieron inéditos índices de crecimiento. Pero en general, y sobre todo en aquellos países en los que el Banco Mundial y el FMI controlaron las riendas, las cosas no fueron demasiado bien.

Para los críticos del capitalismo estadounidense en el Tercer Mundo, la manera en que los Estados Unidos han respondido a la crisis constituye la gota que colma el vaso. Durante la crisis del sudeste asiático, hace apenas una década, los Estados Unidos y el FMI exigieron que los países afectados redujeran el déficit a través de recortes en el gasto social. Poco importó que en países como Tailandia estas medidas contribuyeran a un resurgimiento de la epidemia del SIDA, o que en otros como Indonesia comportara el recorte de subsidios para la alimentación de los hambrientos. Estados Unidos y el FMI forzaron a estos países a aumentar los tipos de interés, en algunos casos en más de un 50 por ciento. Urgieron a Indonesia que fuera dura con los bancos y al gobierno que no acudiera en su rescate ¡Qué peligroso precedente! –dijeron- ¡qué tremenda intervención en el delicado mecanismo de relojería del libre mercado!

El contraste entre la reacción exhibida ante las crisis asiática y estadounidense es notorio y no ha pasado inadvertido. Para sacar a Estados Unidos del pozo, somos testigos de incrementos masivos del gasto y del déficit, así como de tasas de interés que prácticamente han sido reducidas a cero. Las ayudas a los bancos fluyen a diestra y siniestra. Algunos de los funcionarios de Washington que tuvieron que lidiar con la crisis asiática son ahora los encargados de dar respuestas a la crisis estadounidense ¿Por qué los Estados Unidos –se pregunta la gente del Tercer Mundo- prescriben una medicina diferente cuando se trata de sí mismos?

En los países en desarrollo, son muchos los que aún padecen los efectos del sermoneo recibido en los últimos años: adoptad instituciones como las de los Estados Unidos; seguid nuestras políticas; comprometeos con la desregulación; abrid vuestros mercados a los bancos norteamericanos si queréis aprender “buenas” prácticas bancarias; y vended (no por casualidad) vuestras empresas y bancos a los Estados Unidos, especialmente si es a precio de ganga durante las épocas de crisis. Sí, reconocía Washington, puede ser doloroso, pero al final estaréis mejor. Los Estados Unidos enviaron a sus Secretarios del Tesoro (de ambos partidos) alrededor del mundo a predicar la buena nueva. A ojos de muchos, la puerta giratoria que permite a los líderes financieros norteamericanos pasar cómodamente de Wall Street a Washington y otra vez a Wall Street, les otorgaba todavía más credibilidad: parecían combinar a la perfección el poder del dinero y el poder de la política. Los líderes financieros norteamericanos tenían razón en pensar que lo que era bueno para los Estados Unidos o el mundo era bueno para los mercados financieros. Pero lo contrario no era cierto: no todo lo que era bueno para Wall Street era bueno para los Estados Unidos y el mundo.

No es un simple gesto de Schadenfreude, de alegría por la desgracia ajena, lo que motiva el severo juicio que los países en vías desarrollo realizan del fracaso económico de Estados Unidos. También está en juego la necesidad de discernir cuál es el sistema económico que mejor puede funcionar en el futuro. Indudablemente, estos países tienen todo el interés del mundo en que ver una pronta recuperación de los Estados Unidos. Saben que por sí solos no podrían afrontar lo que los Estados Unidos han hecho para intentar revivir su economía. Saben que ni siquiera el elevado nivel de gasto realizado está funcionando demasiado rápido. Saben que a resultas del colapso económico norteamericano, 200 millones de personas más han caído en la pobreza en el curso de los últimos años. Pero están convencidos, cada vez más, de que cualquier ideal económico propugnado por los Estados Unidos es un ideal del que seguramente habría que huir.

¿Por qué debería preocuparnos la desilusión del mundo con el modelo estadounidense de capitalismo? La ideología que promovimos todos estos años ha dejado de funcionar, pero tal vez esté bien que no pueda repararse ¿Podríamos acaso sobrevivir –incluso tan bien como hasta ahora- si nadie se adhiere al modo de vida norteamericano?

Seguramente, nuestra influencia disminuirá, ya que es poco probable que se nos considere un modelo a seguir. En cualquier caso, es lo que ya estaba ocurriendo de hecho. Los Estados Unidos solían desempeñar un papel crucial en el capital global, ya que otros pensaban que teníamos un especial talento para lidiar con el riesgo y para asignar recursos financieros. Hoy nadie piensa algo así, y Asia – de donde proceden buena parte de los ahorros del mundo - ya está desarrollando sus propios centros financieros. Hemos dejado de ser la fuente central del capital. Los tres bancos más importantes del mundo son ahora chinos. El principal banco norteamericano ha caído al quinto puesto.

El dólar ha sido durante mucho tiempo la moneda de reserva. Los países tenían al dólar como referencia para determinar la confianza en sus propias monedas y gobiernos. Sin embargo, progresivamente se ha ido imponiendo en los bancos centrales de diferentes partes del mundo la idea de que el dólar puede no ser un referente de valor. Su valor, de hecho, ha oscilado y ha ido cayendo. El enorme incremento de la deuda norteamericana durante la presente crisis, combinado con los préstamos indiscriminados de la Reserva Federal, han disparado las especulaciones en torno al futuro del dólar. Los chinos han sugerido de manera abierta la posibilidad de inventar algún tipo nuevo de moneda para reemplazarlo.

Mientras tanto, el coste de lidiar con la crisis está desbordando nuestras necesidades. Nunca hemos sido generosos en nuestra ayuda a los países pobres. Pero las cosas están empeorando. En los últimos años, la las inversiones chinas en África han sido superiores a las del Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo juntos, muy lejos de las realizadas por Estados Unidos. Para afrontar la crisis, los países africanos corren a Beijing en busca de ayuda, no a Washington.

Mi preocupación aquí, en todo caso, tiene que ver con el ámbito de las ideas. Me preocupa que, a medida que se vean con mayor nitidez las fallas del sistema económico y social norteamericano, las personas de los países en desarrollo vayan a extraer conclusiones erróneas. Sólo unos pocos países -y acaso los propios Estados Unidos- aprenderán correctamente la lección. Se darán cuenta de que para salir adelante es necesario un régimen en el que el reparto de papeles entre mercado y gobierno sea equilibrado y en el que haya un estado fuerte capaz de administrar formas efectivas de regulación. Se darán cuenta de que el poder de los intereses privados debe limitarse.

Otros países, empero, sacarán conclusiones más confusas y profundamente trágicas. Tras el fracaso de sus sistemas de posguerra, la mayoría de países ex comunistas retornaron al capitalismo de mercado y encumbraron a Milton Friedman en lugar de a Karl Marx como nuevo dios. Con la nueva religión, sin embargo, no les ha ido bien. Muchos países pueden pensar, en consecuencia, que no sólo el capitalismo ilimitado, de tipo estadounidense, ha fracasado, sino que es el propio concepto de economía de mercado el que ha fallado y ha quedado inutilizado para cualquier circunstancia. El viejo comunismo no regresará, pero sí diversas formas excesivas de intervenir en el mercado. Y fracasarán. Los pobres sufren con el fundamentalismo de mercado, que genera un efecto derrame, pero de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. Pero los pobres seguirán sufriendo con este tipo de regímenes, puesto que no generarán crecimiento. Sin crecimiento no puede haber reducción sostenible de la pobreza. No ha habido nunca una economía exitosa que no haya descansado fuertemente en los mercados. La pobreza estimula la desafección. Los inevitables fracasos conducirán a mayor pobreza aún y serán difíciles de gestionar, sobre todo por parte de gobiernos llegados al poder con el propósito de combatir el capitalismo de tipo norteamericano. Las consecuencias para la estabilidad global y para la propia seguridad de los Estados Unidos son evidentes.

Hasta ahora, solía existir una sensación de valores compartidos entre los Estados Unidos y las élites educadas en Estados Unidos alrededor del mundo. La crisis económica ha erosionado la credibilidad de dichas élites. Hemos suministrado a los críticos con la disoluta forma de capitalismo practicada en Estados Unidos, poderosa munición para contraatacar con la prédica de una más amplia filosofía anti-mercado. Y seguimos proporcionándoles más y más munición. Mientras en la reciente cumbre del G-20 nos comprometíamos a no impulsar el proteccionismo, colocábamos una previsión de “compre norteamericano” en nuestro propio paquete de estímulos. Luego, para ablandar la oposición de nuestros aliados europeos, modificábamos dicha norma, de todo punto discriminatoria en relación con los países pobres. La globalización nos ha hecho más interdependientes; lo que ocurre en una parte del mundo afecta a la otra, un hecho probado por el contagio a otros de nuestras dificultades económicas. Para resolver problemas globales, es menester que exista un sentido de cooperación y confianza, así como un cierto sentido de valores compartidos. Esta confianza nunca fue sólida, y no ha hecho sino debilitarse en los últimos tiempos.

La fe en la democracia es otra de las víctimas. En el mundo en desarrollo, la gente mira hacia Washington y ve al sistema de gobierno que permitió a Wall Street prescribir una serie de reglas que pusieron en riesgo la economía global y que, cuando toca asumir las consecuencias, vuelve a recurrir a Wall Street para gestionar la recuperación. Ve permanentes redistribuciones de riqueza hacia la cúspide de la pirámide, claramente a expensas de los ciudadanos comunes y corrientes. Ve, en suma, un problema básico de falta de controles en el sistema democrático estadounidense. Y después que se ha visto todo esto, sólo es necesario dar un pequeño paso para concluir que hay algo que funciona inevitablemente mal con la propia democracia.

Eventualmente, la economía estadounidense se recuperará y, hasta cierto punto, nuestro prestigio en el extranjero. Durante mucho tiempo, los Estados Unidos fueron el país más admirado del mundo, y todavía es el más rico. Guste o no, nuestras acciones están sujetas a permanente examen. Nuestros éxitos son emulados. Pero nuestras fracasos son criticados con escarnio. Todo esto me devuelve a Francis Fukuyama. Fukuyama estaba equivocado al pensar que las fuerzas de la democracia liberal y de la economía de mercado triunfarían de modo inevitable y que no habría vuelta atrás. Pero no estaba equivocado al creer que la democracia y las fuerzas de mercado son esenciales para tener un mundo justo y próspero. La crisis económica, en buena medida desencadenada por el comportamiento de los Estados Unidos, ha hecho más daño a estos valores fundamentales que cualquier régimen totalitario en los tiempos recientes. Tal vez sea verdad que el mundo se encamina al fin de la historia, pero de lo que se trata, ahora, es de navegar contra el viento y de ser capaces de definir el curso de las cosas.
____________________________
Joseph Stiglitz es profesor de teoría económica en la Universidad de Columbia, fue presidente del Council of Economic Advisers entre 1995 y 1997, y ganó el Premio Nobel de Economía en 2001. Actualmente, preside la Comisión de Expertos nombrada por el Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas para el estudio de reformas en el sistema monetario y financiero internacional.

Enlace a Sin Permiso
Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Layret

domingo, 14 de junio de 2009

Paul Krugman: el temor de una década perdida


Mientras algunos celebran la aparición de "brotes verdes" y la relativa estabilidad de las bolsas, Paul Krugman obliga a un aterrizaje forzoso para advertir que aún no se sale de la crisis y que occidente puede revivir la experiencia de Japón en los años 90 con una "década perdida".
En una entrevista realizada por Will Hutton para The Guardian y publicada hoy, Krugman señala que el riesgo de un colapso total ha disminuido pero que el riesgo de un largo estancamiento es muy elevado.

Acceso a la entrevista de The Guardian

Quiebras bancarias: suma y sigue


Las quiebras bancarias en Estados Unidos están a la orden del día. En lo que va de 2009 ya van 37 quiebras de bancos con un promedio de 1,6 quiebras por semana.
Este gráfico muestra las quiebras semanales hasta la primera semana de junio. Durante estas primeras 23 semanas, hay 6 en las que no ha habido quiebras, y dos con cuatro quiebras.

A partir de mañana es muy probable que la cifra se intensifique dado que los reguladores interbacarios han dado plazo a algunos bancos hasta el 18 de junio para declarar su insolvencia, reunir capital o encontrar comprador, como es el caso de Corus Bankshares Inc.

Vía | Calculated Risk

Banco suizo UBS al borde de la quiebra


La falta de lubricante se está haciendo cada vez más ostensible y está paralizando el motor económico de varios países. Ahora es nada menos que Suiza la que atraviesa dificultades y el debate en torno a si se rescata o no el banco UBS convulsiona por si solo a toda la economía del país helvético. ¿Se imagina a Suiza con cientos de miles de cajeros automáticos apagados?. Las consecuencias para la economía resultarían ser catastróficas. Pero es el actual estado de cosas que ya hemos descrito en El corte en el suministro de dinero con la deflación ganando terreno, pese al alza imparable en el precio del petróleo.

Siga leyendo este artículo en El Blog Salmon: Banco UBS, la muerte de un elefante blanco

sábado, 13 de junio de 2009

Adam Smith está más cerca de Karl Marx que de quienes lo ensalzan actualmente


Eric Toussaint Argenpress

En las siguientes citas descubrimos que lo que escribió Adam Smith en los años de 1770 no está tan alejado de lo que escribieron Karl Marx y Friedrich Engels setenta años después, en el famoso Manifiesto comunista.

Según Adam Smith:
"Por lo general, el trabajador de la manufactura añade, al valor de los materiales sobre los que trabaja, el de su propio mantenimiento y el beneficio de su patrono."
Traducido en términos marxistas, eso significa que el obrero reproduce en el transcurso de su trabajo el valor de una parte del capital constante (es decir, los medios de producción —la cantidad de materias primas, de energía, la fracción del valor del equipo técnico utilizado, etc.— que entran en la producción de una mercadería determinada) al que se agrega el capital variable correspondiente a su salario y el beneficio de su patrono, que Marx denominó la plusvalía. Karl Marx y Adam Smith, en épocas diferentes, consideraron que el patrono no produce valor, cuando, por el contrario, es el obrero el que lo produce.

Según Adam Smith, el obrero crea valor... sin ningún coste para el capitalista:
"Aunque el patrono adelante los salarios a los trabajadores, en realidad éstos no le cuestan nada, ya que el valor de tales salarios se repone junto con el beneficio en el mayor valor del objeto trabajado."
En el siguiente pasaje, Adam Smith analizó los conflictos de interés y la lucha de clases entre capitalistas y obreros
"Los salarios corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos, los segundos para rebajarlos.

"No es difícil, sin embargo, prever cuál de las partes vencerá en la disputa y forzará a la otra a aceptar sus condiciones. Los patronos, al ser menos en número, pueden unirse fácilmente; y además la ley lo autoriza, o al menos no lo prohíbe, mientras que prohíbe las uniones de los trabajadores. No tenemos leyes parlamentarias contra la asociación para rebajar los salarios; pero tenemos muchas contra las uniones tendentes a aumentarlos. Además, en tales confrontaciones los patronos pueden resistir durante mucho más tiempo. Un terrateniente, un colono, un comerciante o un fabricante pueden, normalmente, vivir un año o dos con los capitales que ya han adquirido, y sin tener que emplear a ningún trabajador. En cambio, muchos trabajadores no podrían subsistir una semana, unos pocos podrían hacerlo durante un mes, y un número escaso de ellos podría vivir durante un año sin empleo. A largo plazo, el trabajador es tan necesario para el patrono como éste lo es para él, pero la necesidad del patrono no es tan inmediata.

"Se suele decir que la unión de los patronos es muy rara y que la de los trabajadores es muy frecuente. Pero los que, de acuerdo con estos dichos, piensen que los patronos raramente se unen, son tan ignorantes de lo que pasa en el mundo como de este asunto. Los patronos están siempre y en todas partes en una especie de acuerdo tácito, pero constante y uniforme, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual. La violación de dicho acuerdo es, en todas partes, impopular, y somete a quien así procede al reproche de sus vecinos e iguales. De hecho, oímos poco de estas uniones porque es lo normal, incluso se puede decir que es el estado natural de cosas de las que nunca se oye hablar. Los patronos constituyen, a veces, incluso uniones específicas para reducir los salarios por debajo de aquel nivel. Estos acuerdos se llevan a cabo siempre con el más absoluto silencio y secreto hasta que se ejecutan, y nunca se hacen públicos cuando los trabajadores se someten, como a veces ocurre, sin resistencia. No obstante, estas uniones se encuentran a menudo frente a uniones defensivas de los trabajadores, quienes en ocasiones, sin existir siquiera una provocación de este tipo, se unen para elevar los salarios. Las razones que esgrimen estriban a veces en el alto precio de los bienes de subsistencia y, a veces, en los grandes beneficios que los patronos sacan de su trabajo. Ahora bien, sean sus uniones defensivas u ofensivas, se suele hablar mucho de ellas. Para precipitar una solución recurren siempre a grandes alborotos y a veces a la violencia y a los atropellos más sorprendentes. Están desesperados y proceden con el frenesí propio del hombre en ese estado, cuya alternativa es morirse de hambre o forzar a sus patronos a que, por miedo, cumplan sus exigencias. En estas ocasiones los patronos reclamen tanto como ellos y exigen la ayuda de los magistrados civiles y el cumplimiento riguroso de las leyes establecidas con tanta severidad contra la asociación de sirvientes, trabajadores y jornaleros."
Lo que motiva al capitalista según Adam Smith:

"El único motivo que mueve al poseedor de cualquier capital a emplearlo en la agricultura, en la manufactura, o en alguna rama del comercio mayorista o detallista, es la consideración a su propio beneficio particular. Las diferentes cantidades de trabajo productivo que puede poner en movimiento y los diferentes valores que puede añadir al producto anual de la tierra y trabajo de la sociedad, según se emplee de una u otra forma, nunca entran en sus pensamientos.»

Adam Smith considera que hay tres clases sociales fundamentales: 1º. La clase de los terratenientes que vive de la renta; 2º. La que vive de los salarios y 3º. La clase capitalista que vive de los beneficios. Adam Smith identifica a su manera la conciencia y los intereses de estas tres clases sociales.
"Todo el producto anual de la tierra y el trabajo de cualquier país o, lo que viene a ser lo mismo, el precio conjunto de dicho producto anual, se divide de un modo natural, como ya se ha dicho, en tres partes: la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital, constituyendo, por tanto, la renta de tres clases de la sociedad: la que vive de la renta, la que vive de los salarios y la que vive de los beneficios. Estas son las tres grandes clases originarias y principales de toda sociedad civilizada, de cuyas rentas se deriva, en última instancia, la de cualquier otra clase. [...]"
Hablando de la clase de los rentistas, o sea, de los terratenientes, Adam Smith afirmaba:
"Es la única de las tres clases, que percibe su renta sin que le cueste trabajo ni desvelos, sino que la percibe de una manera en cierto modo espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto propio para adquirirla. Esa indolencia, consecuencia natural de una situación tan cómoda y segura, no sólo convierte [a los miembros de esta clase] a menudo en ignorantes, si no en incapaces para la meditación necesaria para prever y comprender los efectos de cualquier reglamentación pública"
El interés de la segunda clase, la que vive de los salarios, está tan vinculado con el interés general de la sociedad como el de la primera. [...] Sin embargo, aun cuando el interés del trabajador está íntimamente vinculado al de la sociedad, es incapaz de comprender ese interés o de relacionarlo con el propio. Su condición no le deja tiempo suficiente para recibir la información necesaria, y su educación y sus hábitos son tales que le incapacitan para opinar, aun en el caso de estar totalmente informado. Por ello, en las cuestiones públicas su opinión no se escucha ni considera, excepto en las ocasiones en que los patronos fomentan, apoyan o promueven sus reclamaciones, no por defender los intereses del trabajador, sino los suyos propios".

La tercera clase la constituyen los patronos, o sea, los que viven de beneficios. El capital empleado con intención de obtener beneficios pone en movimiento la mayor parte del trabajo útil en cualquier sociedad. Los planes y proyectos de aquellos que emplean el capital regulan y dirigen las operaciones más importantes del trabajo, siendo el beneficio el fin perseguido con todos aquellos planes y proyectos. [...] Dentro de esta clase, los comerciantes y fabricantes son las dos categorías de personas que habitualmente emplean los mayores capitales, y que con su riqueza atraen la mayor parte de la consideración de los poderes públicos hacia sí. Como durante toda su vida están ocupados en hacer planes y proyectos, frecuentemente tienen mayor agudeza y talento que la mayor parte de los terratenientes. [...] Los intereses de los comerciantes que trafican en ciertos ramos del comercio o de las manufacturas siempre son distintos de los generales, y muchas veces totalmente opuestos. El interés del comerciante consiste siempre en ampliar el mercado y reducir la competencia. La ampliación del mercado suele coincidir con el interés público, pero la reducción de la competencia siempre está en contra de dicho interés, y sólo sirve para que los comerciantes, al elevar los beneficios por encima de su nivel natural, impongan, en beneficio propio, una contribución absurda sobre el resto de los ciudadanos. Cualquier propuesta de una nueva ley o reglamentación del comercio que provenga de esta clase deberá analizarse siempre con gran precaución, y nunca deberá adoptarse sino después de un largo y cuidadoso examen, efectuado no sólo con la atención más escrupulosa sino con total desconfianza, pues viene de una clase de gente cuyos intereses no suelen coincidir exactamente con los de la comunidad y que tienden a defraudarla y a oprimirla, como ha demostrado la experiencia en muchas ocasiones"

También encontramos en Adam Smith otros juicios que producen urticaria a los gobernantes y a los ideólogos que reivindican su herencia:
"Nuestros comerciantes se quejan con frecuencia de los altos salarios del trabajo británico como la causa de que sus manufacturas no se vendan tan baratas en los mercados foráneos, pero no dicen nada de los altos beneficios del capital. Se quejan de las generosas ganancias de otra gente, pero no dicen nada de las propias. No obstante, los altos beneficios del capital británico pueden contribuir a elevar el precio de las manufacturas británicas, tanto, y en algunos casos quizá más, que los altos salarios del trabajo"

Esta declaración es una verdadera herejía para los patronos que adjudican a los costes salariales —siempre demasiados altos para su gusto— la responsabilidad de la inflación y de la falta de competitividad.

Estos elementos, tan esenciales en el pensamiento de Adam Smith (o incluso más) que la famosa mano invisible (que sólo menciona tres veces en su obra), son sistemáticamente pasados por alto por el pensamiento económico dominante.

Una de las diferencias fundamentales entre Adam Smith y Karl Marx es que el primero, si bien era conciente de la explotación del obrero por el patrono, apoyaba a los patronos mientras que el segundo estaba por la emancipación de los obreros.

El preámbulo de los estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) redactado por Karl Marx expresa el meollo de su posición:

«Considerando:

"Que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos; que la lucha por la emancipación no ha de tender a constituir nuevos privilegios y monopolios, sino a establecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes; y a la abolición de todos los regímenes de clase;

"Que el sometimiento del trabajador a los que monopolizan los medios de trabajo —o sea, la fuente de la vida— es la causa fundamental de la servidumbre en todas sus formas: miseria social, degradación intelectual y dependencia política;

"Que por lo mismo la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo al que debe subordinarse todo movimiento político;

"Que todos los esfuerzos hechos hasta ahora han fracasado por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes profesiones en cada país, y por la ausencia de una unión fraternal entre los trabajadores de diversas regiones;

"Que la emancipación de los trabajadores no es un problema local o nacional, sino que, al contrario, es un problema social, que afecta a todos los países donde exista una sociedad moderna; estando necesariamente subordinada su solución al concurso teórico y práctico de los países más avanzados;

"Que el movimiento que resurge entre los obreros de los países más industriosos de Europa, al engendrar nuevas esperanzas, advierte solemnemente que no se incurra de nuevo en antiguos errores, y llama a la coordinación de todos los movimientos hasta ahora aislados;

"Por estas razones, se funda la Asociación Internacional de Trabajadores.
Y declara:
»Que todas las sociedades y todos los individuos que se adhieran a ella reconocerán como la base de su conducta hacia todos los hombres, sin distinción de color, creencia o nacionalidad, la Verdad, la Justicia y la Moral,.

"Y por lo tanto, ningún derecho sin deberes, ningún deber sin derechos».
Vía Argenpress

Crisis revierte el crecimiento económico latinoamericano

Roberto Salomón El Clarin

Tras disfrutar de crecimiento económico durante seis años consecutivos, América Latina experimentará en 2009 su primera contracción, la cual será del 1,7 por ciento, según proyecciones de la CEPAL. La región, que cerró 2008 con un aumento del 4,6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), observa que ese ciclo llegó a su fin como consecuencia del impacto sobre ella de la crisis global originada hace más de un año en Estados Unidos.

En efecto, la estimación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) representa un desplome más profundo que el 0,3 por ciento calculado a fines de marzo por este organismo de Naciones Unidas.

El golpe que inflige la actual debacle mundial sobre esta área geográfica, el más profundo en al menos dos décadas, se expresa en una dramática disminución de su comercio y de las remesas.

La severa disminución de la demanda, tanto interna como externa, en el cuarto trimestre de 2008 y en el primer trimestre de 2009, constituyó una señal inequívoca de una mayor repercusión negativa de la crisis sobre la región, que la vislumbrada inicialmente.

Esta se traduce en una significativa disminución de los flujos de comercio internacional, deterioro de los términos de intercambio y retroceso de las remesas, elementos que estimularon el crecimiento de la zona en los últimos años.

Las naciones de esta última han resentido además una elevada incertidumbre sobre el desarrollo de la crisis y el deterioro en las expectativas sobre la recuperación, aún cuando están mejor preparadas relativamente que otras áreas para encarar el fenómeno.

Al respecto, el chileno Guillermo García Huidobro, asesor de CEPAL en temas de Estadísticas Laborales y Proyección Económica, aseguró a la prensa que afortunadamente algunas economías latinoamericanas han tenido una maduración institucional bastante positiva.

Hay en ese sentido una mejor institucionalidad, mayores experiencias y se está dando un esfuerzo grande en políticas públicas anticrisis, centradas en el mercado de trabajo, sostuvo.

Se considera que a diferencia de crisis anteriores, las economías latinoamericanas están menos endeudadas y tienen más reservas internacionales, al tiempo que los sistemas financieros regionales presentan un grado de exposición externa relativamente bajo.

"En esta oportunidad no son problemas financieros los que han afectado a la región más rápidamente y con mayor profundidad", señaló el organismo de las Naciones Unidas en su más reciente proyección sobre las consecuencias de la crisis.

El área, por otra parte, no pudo substraerse a los efectos negativos de la propagación del virus de la influenza humana, que ha impactado especialmente en el desempeño de sectores como el turismo, afectado ya por la disminución del flujo de viajeros provenientes de países desarrollados.

Organismos internacionales y regionales, entre estos el Banco Interamericano de Desarrollo, estiman a la luz de esos y otros factores que tal vez esta sea la primera región en salir de la crisis.

En este sentido, la CEPAL se mostró optimista esta semana al considerar que la recuperación de las economías en la región podría comenzar en el segundo semestre de 2009, aunque partiendo de niveles muy inferiores a los registrados en el primer semestre de 2008.

Enlace a El Clarin

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