lunes, 13 de enero de 2025

El complot de Estados Unidos e "Israel" para crear una nueva guerra contra el terrorismo mediante noticias falsas

La agenda estadounidense-israelí para remodelar Asia Occidental está alimentando una retórica antimusulmana que recuerda a la "guerra contra el terrorismo" de principios de la década de 2000.

Robert Inlakesh, Al Mayadeen

Mientras el complot estadounidense-israelí para remodelar el Asia Occidental da frutos, también surge uno para fabricar el consentimiento para lo que está por venir en el Occidente colectivo. Esto se está logrando mediante la recuperación de la retórica antimusulmana de principios de los años 2000 que sirvió de justificación para la llamada "guerra contra el terrorismo".

Durante los últimos 20 años, el denominado "extremismo musulmán" y el "terrorismo islámico" han sido el eje central de la cobertura informativa occidental. El 11 de septiembre de 2001, el Islam reemplazó oficialmente al comunismo de la Unión Soviética como la encarnación de todo lo que es malo. Había nacido el nuevo enemigo de Occidente.

De inmediato, los neoconservadores que encabezaban el gobierno de Estados Unidos tuvieron la justificación para llevar adelante la agenda establecida por el grupo de expertos pro-guerra conocido como Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC). Guerra en Afganistán, guerra en Irak, guerra contra cualquiera y contra todos, y el público estadounidense estuvo abrumadoramente a favor de ello.

Hoy, unas dos décadas después, se reconoce ampliamente que los resultados de esta "guerra contra el terrorismo" fueron catastróficos. Sin embargo, lamentablemente, a pesar de que es popularmente aceptable considerar que el intervencionismo en países como Irak fue un error, la mayoría de la gente todavía no entiende por qué.

¿Qué sorprendería a los ricos de Estados Unidos en 2025? No ser más ricos


Sam Pizzigati, Sin Permiso

El nuevo año ha comenzado con viejas noticias: El mundo sigue haciéndose colosalmente más desigual, con Estados Unidos a la cabeza.

En 2024, acaban de informar los rastreadores de riqueza de Bloomberg en un repaso de fin de año, «las 500 personas más ricas del mundo se hicieron enormemente más ricas».

De las 15 personas más ricas del mundo, según los datos de Bloomberg, 14 viven en Estados Unidos. El más rico de estos ricos: Elon Musk. Empezó 2024 con una fortuna personal de apenas 229.000 millones de dólares. Lo terminó con un patrimonio neto de 442.000 millones de dólares, la mayor fortuna personal jamás vista en el mundo.

En total, las 500 personas más ricas del mundo terminaron 2024 con un patrimonio conjunto de 9,8 billones de dólares. Alrededor del 34% de los 1,5 billones de dólares que ganaron a lo largo del año se produjeron en las cinco semanas posteriores a la elección de Donald Trump.

El propio Trump disfrutó de un 2024 bastante gratificante. Su patrimonio neto personal casi se duplicó el año pasado, hasta algo más de 7.000 millones de dólares. El presidente electo posee ahora una fortuna 137.000 veces superior a la riqueza media de una familia del 50% más pobre de Estados Unidos.

Un poco de humildad para Trump: Su nueva fortuna de 7.000 millones de dólares equivale a menos del 2% de la riqueza personal de su nuevo buen amigo Elon.

Ucrania: Prolongar la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Estoy realmente segura de que todos los demás miembros, y espero que también Estados Unidos, están dispuestos a continuar con el apoyo a Ucrania”, afirmó ayer Kaja Kallas, líder de la diplomacia de la Unión Europea, en su participación en la cumbre de Rammstein que se celebró en Alemania y que será la última antes del cambio de Gobierno en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump, con su estilo imprevisible y aún sin plan sobre qué hacer con Ucrania, sigue siendo la gran preocupación de los países europeos, que luchan por buscar la forma de mantener el statu quo y garantizar que Kiev pueda seguir manteniendo la vía militar como única solución posible al conflicto.

En la reunión, Lloyd Austin, el Secretario de Defensa saliente, anunció el que será el último paquete de asistencia militar de la era Biden, otros 500 millones de dólares, unas palabras que causaron los aplausos de Zelensky, Rustem Umerov, Andriy Ermak y Boris Pistorius, que flanqueaban al representante estadounidense en ese momento. En referencia a su reunión con Austin, el presidente ucraniano escribió que “en la conversación se habló de la situación en el campo de batalla, del papel de los drones en esta fase de la guerra y de las necesidades de Ucrania en materia de defensa de diversos tipos de vehículos aéreos no tripulados. También se habló del fortalecimiento de la defensa aérea de Ucrania y de las perspectivas de proporcionar sistemas de defensa aérea adicionales, en particular mediante la cooperación con otros países”.

El legado económico de Biden


Dean Baker, Counter Punch

Catherine Rampell ha llevado a cabo una evaluación bastante sombría del legado económico de Biden en una columna publicada esta semana en el diario Washington Post. Por desgracia, me inclino a estar de acuerdo con gran parte de ella, pero creo que se le escapó lo más importante: el compromiso con el pleno empleo.

Empecemos por los temas en los que lleva razón. En primer lugar, Biden consiguió muy poco en términos de expansión del Estado de Bienestar social. Sí consiguió la ampliación de la desgravación fiscal por hijo, que redujo la pobreza infantil a la mitad, pero terminó después de 2021. Biden esperaba poder hacer permanente la desgravación, o al menos ampliarla varios años más, pero en el Senado la bloqueó Joe Manchin [senador de la derecha demócrata que solía votar con los republicanos] quien declaró que le preocupaba que los padres lo utilizaran para comprar drogas. Una vez que los republicanos se hicieron con el control de la Cámara en 2023, la medida acabó muerta.

Biden consiguió que los subsidios fueran más generosos en los intercambios establecidos por la Ley de Asistencia Asequible [Obamacare]. Esto contribuyó a reducir el número de personas sin seguro médico a un mínimo histórico, pero es probable que el Congreso republicano revierta la medida el año que viene. Esto dejará poco legado duradero aparte de la evidencia de su éxito, como es el caso de la ampliación de la desgravación fiscal por hijos.

domingo, 12 de enero de 2025

Trump ni siquiera ha asumido el cargo y ya está prometiendo una guerra total

¿Recuerdan a Donald Trump en su primer mandato presidencial, que no había iniciado ninguna guerra nueva? No se preocupen, es solo un mal recuerdo.
La América de 2025 volverá a la conquista.

Lorenzo María Pacini, Strategic Culture

Un mal hábito que nunca desaparece

Durante unos días (realmente durante unos días) el mundo entero había creído realmente que Donald Trump, al ganar las elecciones, conduciría al mundo a una era de paz y prosperidad, entrando en relación, no en competencia, con los demás países del emergente mundo multipolar; incluso hubo quienes habían creído que el gobierno de Estados Unidos volvería a ocuparse de los problemas de los estadounidenses, que no son pocos y que exigen soluciones con cierta urgencia si se quiere evitar un colapso estructural interno; también hubo quienes habían teorizado una especie de “liberación” del globalismo y sus descartes, poniendo de nuevo la verdadera política en el centro y asegurando un renacimiento de la geopolítica estadounidense y de las relaciones internacionales.

Lamento decepcionar a todos los simpatizantes: Trump es presidente de los Estados Unidos de América y, como tal, parece que quiere hacer lo que todos los presidentes estadounidenses han hecho hasta la fecha, es decir, la guerra de conquista global.

Trump aún no ha asumido la Casa Blanca y ya ha amenazado con destruir Irán, conquistar Canadá, expropiar Groenlandia y explotar tierras del Círculo Polar Ártico, arrebatarle Taiwán a China, anexar Panamá y cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, todo ello mientras intimida a Europa a aumentar el gasto militar e imponer sanciones hacia el Este.

Mientras tanto, su colaborador más confiable (o su maestro) Elon Musk está planeando no solo la transición al transhumanismo masivo sino también el reemplazo de cualquiera que se oponga a la hegemonía del gobierno estadounidense, tanto en el país como en el extranjero. Todo ello endulzado con concesiones a la libertad de prensa y expresión en sus redes sociales personales, haciendo creer a la gente que esa es la verdadera libertad, cuando en realidad es una jaula interactiva de colores.

Trump, la guerra de Ucrania y la autonomía europea


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Además de sugerir que Hezbollah pudo tener un papel en la insurrección del 6 de enero de 2021, referirse a la lluvia como “agua que cae del paraíso” o especular sobre la cantidad que sale del grifo o la que necesitan las lavadoras o el lavavajillas, el presidente electo Donald Trump dejó un puñado de preocupantes titulares en su rueda de prensa del martes. “Francia y Alemania advirtieron el miércoles a Donald Trump de no amenazar las «fronteras soberanas» después de que el presidente electo de Estados Unidos se negara a descartar una acción militar para tomar Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca, miembro de la Unión Europea”, escribía ayer AFP para describir la confusión que ha causado en los países de la Unión Europea la reciente insistencia del futuro presidente en la “necesidad” de su país de disponer de Groenlandia. En esta era del retorno de disputas entre grandes potencias, el Ártico será en los próximos años un escenario prioritario en la lucha por minerales y materias primas. De ahí, además del ansia de control de una zona en la que operan, por la ruta del norte, buques de Rusia y China, el interés estadounidense en aumentar su presencia en Groenlandia, donde Estados Unidos disfruta ya de una base militar, rémora de la Guerra Fría. El control del Ártico, y no la balanza de pagos, parece ser también el motivo por el que Trump trolea a Canadá desde hace semanas llamando gobernador general a su primer ministro y “estado número 51” al país. Evidentemente, Trump no busca anexionarse el territorio sino desestabilizar una situación ya de por sí complicada en su vecino del norte, donde Justin Trudeau, perdida toda su popularidad, ha dimitido y se espera la elección de una nueva persona al frente del partido y el Gobierno. El objetivo es puramente económico y está vinculado a la principal lucha de Trump estas semanas, el proteccionismo y los aranceles.

En el caso canadiense, el futuro presidente precisó que la lucha será económica y no militar, algo que Trump rechazó descartar con respecto a Groenlandia o Panamá. En Centroamérica no preocupa la lucha por los recursos naturales, sino lo mismo que ha marcado la política estadounidense en esa región durante el último siglo, el control del comercio y del canal de Panamá. El aislacionista Trump se acoge a una versión modificada de la Doctrina Monroe -evitar que los países europeos recuperaran poder en América Latina- ahora aplicada a China, donde el futuro presidente alega falsamente que soldados chinos operan y controlan el canal. Trump no puede evitar tampoco dar un toque del Corolario de Roosevelt –America para los Americanos– que acompañaba a esa doctrina. En la misma rueda de prensa, anunció que el Golfo de México pasará a llamarse Golfo de América, en referencia evidente a Estados Unidos y no a todo el continente.

sábado, 11 de enero de 2025

El imperio del caos, recargado

Toda guerra se basa en el engaño. Por eso, cuando podemos atacar, debemos parecer incapaces; cuando utilizamos nuestras fuerzas, debemos parecer inactivos; cuando estamos cerca, debemos hacer creer al enemigo que estamos lejos; cuando estamos lejos, debemos hacerle creer que estamos cerca.

Sun Tzu, El arte de la guerra

Pepe Escobar, Sputnik

El Imperio del Caos es implacable. Guerras legales, desestabilizaciones, sanciones, secuestros, revoluciones de colores, operaciones de bandera falsa, anexiones: 2025 será el año en que los BRICS –y sus socios– serán los blancos predilectos de las críticas.

El inestimable profesor Michael Hudson acuñó el término “caos” como política oficial de Estados Unidos. Se trata de una idea bipartidista que se aplica a todos los sectores del Estado Profundo.

En ausencia de una visión estratégica de largo plazo y en medio de la progresiva expulsión imperial de Eurasia, todo lo que le queda al Hegemón es desatar el caos desde Asia Occidental hasta Europa y partes de América Latina: un intento concertado de dividir para gobernar a los BRICS y frustrar su impulso colectivo de afirmación de la soberanía y la primacía de los intereses nacionales.

Hace un año y medio, un think tank estadounidense ya había lanzado la idea de los estados bisagra, no la parroquial versión electoral estadounidense, sino su transposición a la geopolítica.

Los seis candidatos en ese momento eran miembros del BRICS (Brasil, India y Sudáfrica) o potenciales miembros o socios del BRICS (Indonesia, Arabia Saudita y Turquía).

El código para los “estados bisagra” era inequívoco: todos ellos son objetivos de desestabilización, como si uno no respetase el “orden internacional basado en reglas”, se hundiese.

La apuesta de Israel


Enrico Tomaselli, Sinistra in Rete

Que la caída de Assad en Siria no fue un gran éxito para Occidente es algo que poco a poco está empezando a quedar claro; Sin embargo, más o menos todo el mundo está de acuerdo en que, entre todos los actores regionales e internacionales en escena, el único que ciertamente se ha beneficiado enormemente es Israel. Lo cual es realmente difícil de discutir, dado que pudo obtener, prácticamente a coste cero, una serie de resultados nada baladíes.

En primer lugar, pudo proceder con total tranquilidad a la destrucción sistemática de toda la infraestructura militar siria, eliminando del horizonte el que -aunque ahora en muy mal estado- era uno de los ejércitos árabes siempre en primera línea en todos las Guerras con el Estado judío. También ha podido ocupar una parte importante del territorio sirio, mucho más allá de los Altos del Golán anexados de facto desde 1967. Una ocupación que da a Tel Aviv más de una carta que jugar para redefinir el equilibrio en Oriente Medio.

Para empezar, la conquista del Monte Hermón, que ofrece a las FDI la posibilidad de controlar una vasta zona, desde el Mediterráneo hasta Jordania, sin mencionar la de algunas represas, que dan a Israel el control sobre el suministro de agua dulce a Siria y Jordania, una evidente palanca geopolítica de gran importancia. No en modo alguno secundario, pues, los nuevos territorios ocupados ofrecen nuevas posibilidades, desde la expansión de los asentamientos coloniales (satisfaciendo así los deseos del ala más extremista de su mayoría, y al mismo tiempo ofreciendo una salida al inquieto movimiento de colonos), a la creación de un Estado tapón confiado a los drusos sirios. Sin mencionar, por supuesto, el hecho de que las FDI controlan ahora la parte sur de la frontera sirio-libanesa, lo que da al ejército israelí la posibilidad (en caso de un resurgimiento del conflicto con Hezbollah) de atacar territorio libanés desde un lado. donde no hay líneas defensivas fortificadas.

Por lo tanto, si Tel Aviv se ha beneficiado indiscutiblemente del cambio de régimen en Siria, queda por entender si se trata de una ventaja táctica o estratégica.

Lo que, a su vez, requiere comprender en qué dirección va Israel.

Peor que perder la guerra


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Escrito antes del inicio de la contraofensiva ucraniana en Kursk o quizá sin gran esperanza en que esas acciones vayan a suponer un cambio cualitativo de tendencia, The Washington Post advertía ayer en su editorial de que “la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, que se acerca al final de su tercer sangriento año, ha alcanzado un punto de inflexión”. Los problemas se acumulan para Kiev, que a la reciente pérdida de Kurajovo puede sumar en breve la de Toretsk-Dzerzhink, ya en la fase final de la batalla o, lo que es más importante, la del campo de litio de Shevchenko, un objetivo que debería haber sido prioritario pero que, al encontrarse en Donbass, ha sido considerado menos importante que mantener las posiciones o avanzar en la región de Kursk. Reticente a admitir la veracidad de noticias negativas, Ucrania se ha visto obligada incluso a admitir “problemas” en la brigada Anne de Kyiv, que con tanto orgullo había anunciado Francia haberla equipado e instruido en su totalidad. Según el periodista Yury Butusov, hasta 1700 soldados habrían abandonado la unidad antes de que la brigada llegara a su primera batalla. Las dificultades son evidentes y no es momento de esconderlas, sino de utilizarlas como argumento.

“Ucrania está perdiendo territorio, tropas y tiempo”, admite The Washington Post, que añade que “las próximas semanas determinarán si Ucrania puede seguir existiendo como Estado soberano dentro de sus fronteras anteriores a la invasión o cerca de ellas, con plenas garantías de seguridad para sus ciudadanos, o si el presidente ruso Vladimir Putin se verá recompensado y envalentonado en su guerra de expansión territorial”. Esas palabras del consejo editorial del diario de Washington complementan a lo expresado la pasada semana por Antony Blinken, que en la entrevista en profundidad en la que valora los cuatro años de legislatura de Biden, afirmó que la guerra de Putin nada tiene que ver con la seguridad ni la expansión de la OTAN sino con “las ambiciones imperiales de Putin y el deseo de recrear una gran Rusia, de subsumir Ucrania de nuevo en Rusia”. Remarcando la ironía de alertar de las intenciones del presidente ruso de hacer desaparecer Ucrania al mismo tiempo que Donald Trump habla de Canadá como estado de Estados Unidos, el periodista liberal ruso, abiertamente contrario a la guerra, Leonid Ragozin comentaba que “Putin lanzó una brutal agresión contra Ucrania después de muchos años de maniobras arriesgadas de Rusia con la OTAN, pero [Rusia] aceptó repetidamente acuerdos que equivalían a la finlandización de Ucrania, tanto en Minsk como en Estambul. Nada puede excusar sus acciones, pero mentir obstinadamente sobre sus motivos e intenciones perjudica a Ucrania y a su pueblo más que a nadie”. El comentario de Ragozin toca tres puntos que ninguno de los editoriales, artículos o reportajes de los grandes medios se molestan en mencionar en sus publicaciones, en las que, como muestra el editorial de The Washington Post, el objetivo no es más que justificar la continuación de una guerra que no les importa cronificar.

viernes, 10 de enero de 2025

La guerra de Ucrania se convierte en una ficción absurda


Estragón: ¡No me toques! ¡No me preguntes! ¡No me hables! ¡Quédate conmigo!
Vladimir: ¿Alguna vez te dejé?
Estragón: Me dejaste ir.

Esperando a Godot, de Samuel Beckett


M. K. Bhadrakumar, Indian PunchLine

Una gran transformación de la guerra de Ucrania en el último año, desde que comenzó la actual ofensiva rusa, es su transición a una ficción absurda que gira en torno a la inseguridad existencial de los europeos, su miedo a ser abandonados por Donald Trump y, sin embargo, su deseo de que les dejen en paz.

En general, la cita anterior pone de relieve la naturaleza fluida y compleja de la memoria europea -memoria olvidadiza e inconsistente- y cómo puede moldear su percepción de la guerra y sus experiencias dentro de ella.

La Administración Biden no ha renunciado a la guerra de Ucrania. El jueves está previsto que se celebre en Alemania una reunión del Formato Ramstein, presidida por el Secretario de Defensa saliente de Estados Unidos, Lloyd Austin, para abordar las necesidades de defensa de Ucrania, a las que se referirá el Presidente ucraniano Zelensky.

Mientras tanto, Kiev lanzó un ataque típico en la región de Kursk en vísperas del evento del Formato Ramstein. La operación, aunque la prensa británica la exagera, está encabezada por sólo 2 tanques y quince carros blindados y, sin duda, será aplastada por los drones rusos y sus helicópteros de combate Ka de alto rendimiento, altamente letales, con capacidad diurna y nocturna, gran capacidad de supervivencia y potencia de fuego.

¿Qué está pasando en Occidente?

Está en marcha una amplia reingeniería geopolítica que abarca Canadá, Panamá, el Golfo de México, Groenlandia, Gran Bretaña, el Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz, todos apuntando hacia el gran objetivo: China. En este artículo, exploraremos estos puntos críticos

Mohammad Seifeddine, Al Mayadeen

Turbulencia política en la alianza transatlántica

La orilla europea del Atlántico vive un estado de emergencia cuasipolítico en torno al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

El segundo mandato de Trump promete ser diferente del primero. Hay más en juego, las prioridades más claras, y las exigencias a los aliados más apremiantes. La lucha global en desarrollo, en particular la confrontación prevista con China, exige el dominio total de Trump, no sólo sobre Occidente sino también sobre regiones globales clave, como Medio Oriente.

Ante el choque con China, Trump parece dispuesto a adoptar una postura más audaz y agresiva incluso frente a sus aliados más cercanos. ¿Qué implica esto?

Un cambio de prioridades económicas a prioridades geoestratégicas

Para entenderlo debemos considerar el contexto más amplio.

Si bien la retórica de Trump de “Estados Unidos primero” no es nueva, su enfoque está cambiando. A diferencia de su primer mandato, que hizo hincapié en las prioridades económicas, la nueva estrategia parece centrada en la adquisición de recursos geoestratégicos, esta vez a expensas de los aliados.

Objetivos, jerarquías y prioridades


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Desde su llegada al poder en 2019, Zelensky y su equipo, procedente del mundo de la comunicación, interpretación y espectáculo, ha hecho de la relaciones públicas uno de sus pilares más sólidos. El equipo de campaña convenció a una parte importante de la sociedad, especialmente en las zonas rusoparlantes de Ucrania, de que el nuevo presidente moderaría la retórica nacionalista, buscaría un compromiso con Rusia para poner fin a la guerra de Donbass y limitaría los efectos de las leyes patrióticas que pretendían apartar progresivamente la lengua rusa del ámbito público. Sin ningún interés por avanzar en esa dirección, la política de Zelensky ha sido siempre continuista de su predecesor e incluso endureció la aplicación de leyes como la del uso de la lengua mucho antes de la invasión rusa. Las semanas anteriores al ataque ruso, Zelensky fue capaz de convencer a su población de que no iba a producirse ninguna guerra. Como admitió meses después, esa mentira piadosa era necesaria para evitar un éxodo que destruyera la economía y facilitara el avance ruso sobre ciudades abandonadas. Ese año, convenció con facilidad a la delegación rusa de que negociaba de buena fe y se había alcanzado un acuerdo en Estambul. Ahora, el presidente no necesita dirigirse a su propia población o al enemigo ruso, sino a los aliados. “Repuestas significativas a preguntas difíciles. La visión ucraniana de la paz justa, que es importante que conozcan todos los países aliados”, escribía ayer la cuenta oficial del presidente en las redes sociales con un mensaje que deja claro que la negociación más importante no es con Rusia sino con los amigos de Ucrania.

“No respeto ni al líder ruso ni al pueblo ruso. Y no quiero dar a Putin una oportunidad para que vuelva a declarar que todos somos el mismo pueblo y hablamos la misma lengua”, afirmó Zelensky en su entrevista con el podcaster tecnológico e ingeniero del MIT Lex Fridman, que había solicitado realizar la entrevista en ruso, lengua materna de ambos. Pese a las evidentes ventajas de comunicación con el entrevistador, nacido en la República Socialista Soviética de Tajikistán y descendiente de judíos de la región de Járkov, la entrevista se realizó en ucraniano, con traducción simultánea, y en inglés. La labor de Zelensky es ahora alabar a Donald Trump, atraer su atención y hacer suya la causa ucraniana. De ahí que haya trabajado para aparecer en Fox News, reunirse con Donald Trump en cada ocasión de la que ha dispuesto y ha realizado una entrevista de tres horas de duración con Fridman, conocido publicista vinculado al sector tecnológico de Estados Unidos y en cuyo programa ha entrevistado, por ejemplo, a la actual mano derecha del presidente electo, Elon Musk, en estos momentos posiblemente la persona más influyente en el círculo trumpista.

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