domingo, 13 de noviembre de 2016

Las tres muertes de Cohen

Hermann Bellinghausen, La Jornada

Así como moría, renacía. Fue un hombre con suerte, por más que se quejara con la crudeza de su voz inconfundible y lenta que le dio 50 años de fama mundial. A diferencia de los trovadores de la época (de Brassens a Moustaki, de Serrat a Silvio, de Guthrie a Dylan) y de las estrellas de rock que brotaron en los sesentas gritando presunta o real poesía y transformando los sonidos y las funciones públicas de la música, Leonard Cohen ya era un autor reconocido, estrella emergente de la literatura canadiense. Con cuatro libros de poesía y dos novelas extraordinarias, iba camino a ser una gloria en el universo de papel de la literatura. Pero en 1967 toma una decisión anormal. De pronto quiso ser como Bob Dylan. Y se fue a reinventar a Nueva York con la disquera de su nuevo modelo (Columbia), con su agente (Albert Hammond) y su productor (Bob Johnston). Nunca un músico completo más allá de los acordes a la Hank Williams y las lecciones folclóricas de García Lorca, musicalizó poemas publicados con antelación. El impacto cultural supera su éxito comercial. Canciones de Leonard Cohen (1967) y Canciones desde un cuarto (1968) lo vuelven un poeta fundamental en muchos lugares del mundo y sobrevive a su primera muerte.

Nacido en Montreal en 1934 en una familia burguesa y religiosa, estudia en McGill y viaja. De su abuelo rabino Salomon Klinitsky hereda la vena mística que tanto lo atormentará. Entre Comparemos mitologías (1956) y Flores para Hitler (1964) prefigura lo que sus dos novelas desnudarán: quién es y quién quiere ser. De la historia de juventud y sexo muy Henry Miller de El juego favorito (1963) al masoquismo místico en Los hermosos vencidos (1966), cerca de Bataille y Klossowsky, con sus vírgenes santas, Catherine Tekakwitha y Bernardita, están las claves del Leonard por venir: Me metí en el mundo siguiendo a las mujeres porque amaba al mundo, dice uno de sus personajes-él. Y otro: Sólo somos hermosos cuando cantamos.

Putin, no Trump, clave en Medio Oriente

Robert Fisk, The Independent

Predecibles pamplinas se oyen decir sobre Donald Trump y Medio Oriente. ¿Cómo puede el mundo musulmán hacer frente a un hombre que es islamófobo? Porque de hecho eso es lo que Trump es. Es una desgracia para su país y para su pueblo… el cual, el cielo se apiade, lo eligió.

Pero hay un pensamiento tranquilizador. El prestigio estadounidense en la región ha caído tan bajo, la creencia del mundo árabe (y muy posiblemente de Israel) en el poder de Washington se ha quebrantado tanto por la estupidez e ineptitud de sus presidentes, que más bien sospecho que poca atención se prestará a Trump.

No tengo muy claro en qué momento el respeto por la gobernanza estadounidense comenzó a derrumbarse. Sin duda estaba en la cúspide cuando Eisenhower dijo a británicos, franceses e israelíes que salieran del canal de Suez, en 1956. Tal vez Ronald Reagan, al mezclar sus cartas y llevar su presidencia hacia las etapas iniciales del Alzheimer, tuvo un efecto más profundo de lo que creíamos. Alguna vez un diplomático noruego me contó que se había sentado a hablar con Reagan sobre Israel y Palestina y descubrió que el viejo tomaba citas de un documento sobre la economía estadounidense. La paz de Bill Clinton en Medio Oriente tampoco ayudó.

viernes, 11 de noviembre de 2016

América Latina y el triunfo de Donald Trump

Raúl Zibechi, La Jornada

A quienes tenían dudas de que ha nacido una nueva derecha, el triunfo de Donald Trump debería convencerlos de lo contrario. La nueva derecha cuenta con amplio apoyo popular, sobre todo entre los trabajadores y las clases medias vapuleadas por la crisis de 2008 y los efectos de la globalización, como ya sucedió en Inglaterra con el Brexit. Estamos ante un mundo nuevo donde esta derecha machista y racista recoge la rabia de los millones perjudicados por el sistema. Una derecha nostálgica de un pasado que no volverá, en un periodo de decadencia imperial y del sistema-mundo capitalista.

Lo que desnudaron las elecciones estadounidenses es la fractura interna que vive la sociedad, el empobrecimiento de las mayorías y el enriquecimiento obsceno del 1%. Pero también desnudaron el papel vergonzoso de los medios de comunicación, empezando por los respetables The New York Times y The Wall Street Journal, que no tuvieron empacho en titular que Trump era el candidato de Vladimir Putin. Robert Parry (periodista de investigación que destapó el escándalo Irán-Contras) afirma que el otrora respetable Times ha perdido su senda periodística, convirtiéndose en una plataforma de propaganda y apologética de los poderosos (goo.gl/BbVy1d).

La campaña desnudó también la fractura de instituciones tan vitales para el 1% como la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), que fue quebrada internamente por las presiones de Hillary Clinton para que no investigara sus correos. Con Trump perdieron Wall Street, el complejo industrial-militar, la arquitectura internacional fraguada por Estados Unidos desde 1945 y el 1%, que apostaron fuerte por Clinton. Ahora rodean al vencedor para condicionarlo, algo que no les va a costar mucho porque pertenecen a la misma clase y defienden los mismos intereses.

Las siete propuestas de Trump que los grandes medios censuraron... y que explican su victoria

Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique

La victoria de Donald Trump (como el brexit en el Reino Unido, o la victoria del ‘no’ en Colombia) significa, primero, una nueva estrepitosa derrota de los grandes medios dominantes, los institutos de sondeo y las encuestas de opinión. Pero significa también que toda la arquitectura mundial, establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, se ve ahora trastocada y se derrumba. Los naipes de la geopolítica se van a barajar de nuevo. Otra partida empieza. Entramos en una era nueva cuyo rasgo determinante es ‘lo desconocido’. Ahora todo puede ocurrir.

¿Cómo consiguió Trump invertir una tendencia que lo daba perdedor y lograr imponerse en la recta final de la campaña? Este personaje atípico, con sus propuestas grotescas y sus ideas sensacionalistas, ya había desbaratado hasta ahora todos los pronósticos. Frente a pesos pesados como Jeb Bush, Marco Rubio o Ted Cruz, que contaban además con el resuelto apoyo del establishment republicano, muy pocos lo veían imponerse en las primarias del Partido Republicano; y sin embargo carbonizó a sus adversarios, reduciéndolos a cenizas.

Hay que entender que desde la crisis financiera de 2008 (de la que aún no hemos salido) ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos electorales (entre ellos el brexit). Los grandes partidos tradicionales están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España). El paisaje político aparece radicalmente transformado.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Atilio Borón: EEUU "es un imperio que ha iniciado su fase de declinación

Tras los resultados electorales que dieron la victoria a Donald Trump sobre Hillary Clinton, Sputnik conversó con el intelectual argentino Atilio Borón para analizar el contexto actual que atraviesa Estados Unidos.

"Los mejores intelectuales del imperio y los grandes estrategas militares del Pentágono hablan de que Estados Unidos perdió su superioridad moral e intelectual. Sus aliados ya no les responden y sus enemigos son más poderosos. Es un imperio que ha iniciado su fase de declinación. La única discusión es cómo va a ser la declinación. En ese contexto, la gente votó en contra de Clinton y Obama porque ante esa declinación no hicieron nada", dijo a Sputnik el sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón.

Además, consideró que Hillary era la heredera de una gestión de Gobierno "muy pobre" y que la administración Obama "fracasó" porque no logró hacer los cambios que prometió en política doméstica. No pudo hacer una reforma integral del sistema de salud, no pudo reformar el sistema financiero ni el migratorio, señaló. Agregó que durante la gestión del presidente demócrata, Estados Unidos se metió en "cuanto conflicto había en el planeta". Se peleó con Rusia, con Irán, con Venezuela, con Filipinas y se está peleando con China. "Hillary era la representante de todo eso y la gente no la votó", indicó.

El desastroso legado que Obama deja a Donald Trump


Poco antes del día de las elecciones, las palabras del hoy electo presidente Donald Trump declarando que al futuro presidente le espera una titánica tarea para hacer una "América Grande como antes", y "restaurar sobre todo la honestidad y responsabilidad en Washington", muestra claramente el estado deplorable económico y político del país que deja Barack Obama después de ocho años de Presidencia.
La guerra significa prosperidad y la paz significa la pobreza y el estancamiento económico
(Tyler Cowen, economista norteamericano)
Vicky Peláez, Sputnik

La presunción de Obama de "haber salvado la economía global y nacional de la Gran Depresión, lo que ha sido bastante bueno y de lo que me siento orgulloso", no ha impresionado hasta ahora a ningún economista. Según el reportero político y económico norteamericano, Edmund Kozak, "en términos de crecimiento económico, Barack Obama ha sido uno de los peores presidentes de Estados Unidos". Inclusive el mediocre crecimiento ha dependido de los altos precios del petróleo. El crecimiento económico nunca ha excedido un 2,5%. En los primeros tres meses de 2016, el Producto Interno Bruto (PIB) registró un 0,5% y para el primero de octubre alcanzó apenas el 1,2%.

Declarar en estas condiciones, como lo hizo hace poco Obama en la Universidad de Howard, que "nuestra economía se recuperó de la crisis mucho mejor y con mayor solidez que el resto de las economías en el mundo", es no ver la realidad que está atravesando su país actualmente. De acuerdo con el Bureau of Labor Statistics, el índice de la Participación Laboral en 2008 era del 66% mientras que en el 2016 bajó al 62,8%. Esto significa, como divulgó US-CNS, que de la mano de obra disponible total de 251 millones de personas, solamente 157 millones tienen trabajo, mientras que más de 94 millones están desocupados y un 40% de ellos no está laborando desde hace más de dos años.

El número de norteamericanos que sobrevive gracias a los cupones de comida aumentó en los ocho años de la presidencia de Obama de 33 a 46 millones de personas, lo que significa un incremento del 39,5%, de acuerdo con el Buró de las Estadísticas de Análisis Económico. Sin embargo, un informe de CNSNEWS eleva este número a los 101 millones de dependientes El Departamento de Salud y Servicios Humanos informó el año pasado que un 25% de las familias estadounidenses recibe alguna ayuda federal, mientras que en los últimos años de la Presidencia de George W. Bush (2001-2009) había solamente un 6% de este tipo de familias. El número de pobres se incrementó también durante la Presidencia de Obama un 3,8% hasta los 45 millones de habitantes. Pero, "la pobreza", como escribió el columnista de The New York Times, David Brooks, "es problema de los pobres, que no poseen la virtud normal de la clase media ni un código moral decente".

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Proteccionismo, globalización y “furia populista”

Paula Bach, La izquierda diario

La tensión entre proteccionismo y globalización se pone de manifiesto como uno de los emergentes más significativos del escenario que toma cuerpo con particular entidad en los países centrales. Este dualismo expresa a su vez el despliegue quizá más contradictorio y concreto de otra bifurcación, la que fluye entre la economía y la política.

Enfocando la arista económica, puede verificarse que un escenario de disminución del crecimiento del comercio mundial está impulsando un cierto repliegue de la globalización, un suave incremento de medidas proteccionistas y una desaceleración del ritmo de liberalización del comercio. Estos factores que poseen por ahora un impacto limitado, prometen adquirir un impulso mayor en un escenario económico que amenaza volverse más crítico. Contra esta tendencia, los tratados de libre comercio –como el TLC, el Acuerdo Transpacífico o el Transatlántico, entre otros- representan la espada privilegiada de la cruzada globalizadora de los sectores hegemónicos del capital.

Pero si se enfoca la arista política, se observa que la desazón y la pérdida de confianza en las élites dirigentes dio lugar a una oleada de repudio a la globalización expresada tanto en el ascenso del fenómeno Trump por derecha, como en su momento en el voto por izquierda a Bernie Sanders y hasta en las promesas “antitratados” a las que se vio obligada Hillary. Este suceso en su conjunto, incluyendo un nacionalismo xenófobo referenciado en amplios sectores de la población –que alcanza también fracciones del capital no hegemónico, ligadas al mercado interno- podría transformarse en una de las peores contrariedades de las élites económicas, globalofílicas por definición. La suerte de los tratados comerciales –principal arma de las multinacionales y las élites económicas para la “protección” de sus negocios- se juega en territorios tortuosos como el del Reino Unido después del brexit o el de Estados Unidos luego de la gran definición del próximo martes –independientemente, en gran parte, de quien se quede con la victoria.

Sueños y fantasías en el corazón del imperio

Alejandro Nadal, La Jornada

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos confirman el grave síndrome que aflige a la población de ese país. Desde hace muchos años el mal llamado sueño americano dejó de existir en el imaginario colectivo. Ha sido remplazado por la fantasía cotidiana del entretenimiento.

Para una mente infantil, la idea de estar sin entretenimiento de algún tipo resulta algo insoportable. En el fondo, la perspectiva de tener que pensar o reflexionar se puede convertir en una perspectiva aterradora.

Por eso cualquier cosa es buena para la distracción y el pasatiempo. Desde los omnipresentes espectáculos de los deportes, hasta las funciones de gala y las revistas de chismes sobre las celebridades, todo es un buen candidato para el entretenimiento. Y si todo debe pasar por la diversión pues el mundo de la política también puede convertirse en espectáculo.

Este año en el centro del escenario de este show se encuentran los dos contendientes más representativos del mundo político estadunidense: un sicópata payaso compite con una oportunista y ambiciosa mujer. El primero ha hecho alarde de su misoginia, machismo, racismo e ignorancia para atraer a una buena parte del electorado estadunidense. La segunda ha pretendido apoyarse en su experiencia y valores democráticos pero en los hechos ha demostrado que su belicosidad y oportunismo no tienen límites.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Protofascismo y demagogia neoliberal


David Brooks, La Jornada

Estados Unidos está obligado a optar entre un protofascista y una republicana moderada.

Lo que recupera la fe en este pueblo es el hecho inusitado de que las grandes mayorías reprueban ambas opciones ofrecidas por las cúpulas y, según un sondeo de esta semana pasada, ocho de cada 10 votantes consideran que esta contienda es asquerosa.

Si la elección de verdad expresara la voluntad de la mayoría del pueblo (o sea, la supuesta definición de este ejercicio), casi toda la clase política, desde los candidatos presidenciales a casi todo el Congreso (el cual ahora goza una tasa de aprobación de 15 por ciento), serían derrotados y expulsados de sus puestos. El veredicto de la mayoría es ninguno de estos.

Pero en la elección presidencial, uno de estos dos ganará. Al final, esta elección gira en torno de la opción protofascista. La resistencia se marca más en la expresión de opiniones, pero no se convierte en acción política. Tal vez lo más sorprendente es que ante la amenaza clara y presente de esta expresión de demagogia derechista –sus inaceptables comentarios sobre las mujeres, los migrantes, los medios de comunicación o los musulmanes; sus propuestas, que implican la violación masiva de derechos civiles y humanos, y sus declaraciones mesiánicas, combinadas con su populismo, que llevan a una constante comparación con elementos de Mussolini, Hitler, Berlusconi, Ross Perot, George Wallace y más– está la ausencia de una movilización masiva, gigantesca, en su contra, en las calles, en las plazas, en sus festejos y actos, con un lema histórico y sencillo: No pasarán.

Ni Trump es Barba Azul, ni Hillary Juana de Arco

Augusto Zamora, Público

Implacable ha sido –sigue siendo- una generalidad de medios de comunicación con el candidato republicano Donald Trump, dentro y fuera de EEUU. Tales medios funcionan como una orquesta sincronizada -vaya usted a saber desde dónde o desde qué-, para caricaturizar a Trump e idealizar a Hillary. Las noticias y los análisis han convertido las elecciones estadounidenses en una simplista y maniquea lid entre “Hillary la buena” y “Donald el malo”. Hillary, moderna Juan de Arco, y Donald, un siniestro Barba Azul.

Poco tienen que ver tales noticias y análisis con la realidad de la política de EEUU. De entrada, debe entenderse que los presidentes, en EEUU, no suelen cambiar mayormente las líneas de mando del país, que mantienen inalterables sus constantes esenciales. El demócrata Kennedy inició la guerra contra Vietnam, la continuó otro demócrata, Johnson, y la elevó a niveles criminales el republicano Nixon. Ocho años de mandato de Barack Obama, primer presidente negro de su historia, no sirvieron para cambiar en nada la situación de los llamados afroamericanos (significativo, por demás, que a los blancos no se les llamen euroamericanos y que los indios sigan siendo vistos como no americanos). Bien al contrario, sus dos últimos años de presidencia estuvieron marcados por un repunte de la violencia policial contra sus ¿hermanos? de raza, al punto que la expresión ‘tiro al blanco’ en EEUU es un real y dramático tiro al negro. Intentar remover las raíces profundas del racismo estadounidense habría generado rechazo en demasiada gente, razón por la cual era conveniente dejar las cosas como estaban.

viernes, 4 de noviembre de 2016

La guerra racial, el capitalismo y la ideología

Maciek Wisniewski, La Jornada

Como apunta Franco Bifo Berardi, Europa está al borde de una guerra racial: el sistemático rechazo de refugiados en su frontera sur no es simple muestra de brutalidad. La Unión Europea (UE) ya es una fortaleza racista. El continente arrasado por la ola xenófoba y nacionalista –rodeado de cuerpos tirados por el mar y lleno de campos de internamiento para los sobrevivientes– se convirtió en un archipiélago de infamia (Verso blog, 23/10/16). Parece que en medio de crisis sin fin, austeridad rampante, diktats financieros y putsches bancarios regresamos al punto en que ya estuvimos antes.

2. En su meollo, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra racial. Desde la perspectiva nazi, el ataque a Polonia era la primera campaña contra los enemigos raciales (N. Wachsmann, KL: a history of the nazi concentration camps, 2016, p. 192). Los subhumanos eslavos a la par de judíos –incluso más: años antes de la solución final– estaban en su centro: sus élites tenían que ser exterminadas, el resto esclavizado. Si, como subraya Wachsmann, las primeras víctimas de la Segunda Guerra eran reos de campos de concentración (Konzentrationslager, KL) [literalmente: para justificar la invasión la SS asesinó a un grupo de ellos y vistiendo en uniformes polacos pasó por agresores neutralizados, p. 191], ¿diremos un día que las primeras víctimas de la tercera guerra eran los refugiados?

3. Tanto ayer como hoy, detrás de la rabia desde abajo y el odio inducido desde arriba está la destrucción financiera. Los que perdieron con la crisis, para que pudiera ganar el capital corporativo fueron ofrecidos chivos expiatorios (refugiados); pauperizados, en la mayoría desmovilizados, fueron enseñados a aferrarse a lo único que les quedaba: su identidad.

El regreso de la derecha en América Latina

Emir Sader, Página 12

La nueva ola de derecha en América latina no tardó en decir a qué vino. Los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina y de Michel Temer en Brasil se dedican, única y exclusivamente, a aplicar el mismo tipo de duro ajuste fiscal que ya había sido aplicado en esos y otros países del continente, con las desastrosas consequencias económicas y sociales que se conocen.

Para ello, tuvieron que reimponer el viejo diagnóstico, según el cual, los problemas de los países son resultado de gastos excesivos del Estado. Un diagnóstico totalmente desmentido por la forma en que en esos mismos países los gobiernos han reaccionado a los duros efectos de la crisis internacional iniciada en 2008. Se podría haber hecho lo que se hace ahora, cortando hondamente los presupuestos de los recursos para políticas sociales. Pero las economías latinoamericanas habrían ingresado en recesiones profundas y prolongadas, de las cuales no habrían salido, como ocurre con las economías europeas.

Sin embargo, los gobiernos de Argentina y de Brasil, con orientaciones distintas de las actuales, no se dejaron llevar por la crisis y reaccionaron en contra de la recesion, con medidas anticíclicas. Con ello pudieron sacar rápidamente a las economías de la recesion, volver a crecer, superar el desempleo y retomar la dinámica de expansión económica con distribución de renta, que permitió el momento más virtuoso de la historia de esos y de otros países del continente en este siglo.

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