Trump podría simplemente continuar por el mismo camino metafísico y simplemente decir que sólo él tiene la visión de salvar a Estados Unidos de la Tercera Guerra Mundial.
Alastair Crooke, Strategic Culture
La semana pasada, el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, desestimó las propuestas de paz del Equipo Trump para Ucrania como insatisfactorias. En esencia, el punto de vista ruso es que los llamados a un conflicto congelado no tienen sentido: desde el punto de vista ruso, tales ideas (conflictos congelados, ceses del fuego y fuerzas de paz) no pueden calificarse ni remotamente como el tipo de acuerdo basado en tratados y una “visión amplia” que los rusos defienden desde 2021.
Sin un fin duradero y permanente al conflicto, los rusos preferirán confiar en un resultado en el campo de batalla, incluso a riesgo de que su negativa conduzca a una escalada continua, incluso nuclear, de la política arriesgada de Estados Unidos.
La pregunta es más bien: ¿es posible una paz duradera entre Estados Unidos y Rusia?
La muerte del ex presidente Jimmy Carter nos recuerda la turbulenta “revolución” política de los años 1970, condensada en los escritos de Zbig Brzezinski, asesor de seguridad nacional de Carter: una revolución que atormenta las relaciones entre Estados Unidos y Rusia desde entonces hasta la fecha.
La era Carter vio un importante punto de inflexión con la invención de Brzezinski del conflicto de identidad armado y su adopción de las mismas herramientas de identidad –aplicadas más ampliamente– para poner a las sociedades occidentales bajo el control de una élite tecnocrática “[implementando] una vigilancia continua de cada ciudadano… [ junto con la manipulación por parte de las élites] del comportamiento y funcionamiento intelectual de todas las personas…”.