Robert Misik, Attac.es
El hecho de que el capitalismo occidental sufre una grave crisis es un lugar tan común hoy en día que prácticamente se ha convertido en un cliché. En 2008 el sistema financiero mundial se situó al borde del colapso y las medidas de rescate que emprendieron los gobiernos aterrorizados pesarán sobre sus economías durante muchos años.
Los economistas y analistas de mentalidad neoconservadora y económicamente liberal no nos ofrecen ninguna explicación que contribuya al esclarecimiento de esta postura. Sus modelos sencillamente no pueden explicar por qué un sistema basado en actividades mercantiles desreguladas siempre puede entrar en crisis –y por qué no puede redescubrir el camino de regreso a la prosperidad si el estado sufre un desmantelamiento progresivo y las leyes del mercado se relajan.
Sin embargo, los economistas y analistas que comulgan con el pensamiento keynesiano y reformista están mucho más cerca de la realidad: su juicio crítico viene a significar que la aplicación de unas políticas erróneas –la desregulación de los mercados, la liberalización del sistema financiero, la disminución del papel del estado y el escandaloso aumento de la desigualdad– ya había minado la estabilidad del sistema. En pocas palabras: llevan 30 años impulsando políticas equivocadas y, desde el estallido de la crisis, se han aplicado una serie de políticas desastrosas, y el sistema solo se puede estabilizar cuando se ponen en marcha las políticas correctas.