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miércoles, 22 de enero de 2020

Desigualdad, cambio técnico y robots


Alejandro Nadal, La Jornada

Durante muchos años buena parte de la comunidad de economistas cultivó la teoría de que la creciente desigualdad en Estados Unidos se debía a la presión que el cambio técnico ejercía sobre las remuneraciones de los trabajadores. Esta narrativa viene en varias envolturas, una más deficiente que otra, pero siempre le arregló muy bien a los poderes establecidos. De ahí su popularidad.

En una de sus presentaciones, el razonamiento es como sigue. El proceso de cambio técnico inherente al capitalismo hace que los trabajadores sean más productivos. Esto reduce la demanda de trabajadores, pero, como los trabajadores siguen teniendo necesidad de laborar, no les queda más remedio que moverse hacia sectores de baja productividad, menores salarios y peores condiciones en términos de precariedad. Es decir, el cambio técnico termina por imprimir un sesgo regresivo en la escala de remuneraciones, porque aumenta la demanda de trabajadores más calificados al tiempo que se castiga a los empleos de menores remuneraciones. En un giro que recuerda las viejas discusiones sobre el cambio técnico inducido, esta historia también afirma que los bajos salarios en las ramas más castigadas eliminan los incentivos a introducir innovaciones intensivas en capital. Todo eso vendría a explicar la creciente desigualdad que ya es motivo de escándalo en la sociedad estadounidense desde hace años.


martes, 24 de septiembre de 2019

Las consecuencias económicas de la automatización


Robert Skidelsky, Project Syndicate

Mientras el Brexit se apodera de los titulares del Reino Unido y el extranjero, prosigue la marcha silenciosa de la automatización. La mayoría de los economistas ven esta tendencia como algo positivo: puede que la tecnología destruya empleos en el corto plazo, pero crea trabajos nuevos y mejores en el largo plazo.

La destrucción de empleos es clara y directa: una empresa automatiza una cinta transportadora, la salida de pago de un supermercado o un sistema de entregas, mantiene un décimo de la fuerza de trabajo como supervisores y despide al resto. Es mucho menos obvio lo que sucede después de eso.

El argumento económico estándar es que los trabajadores afectados por la automatización perderán inicialmente sus puestos, pero que la población como un todo se beneficiará después. Por ejemplo, el Nobel de economía Christopher Pissarides y Jacques Bughin del Instituto Global McKinsey plantean que la mayor productividad resultante de la automatización “implica un crecimiento económico más veloz, más consumo, mayor demanda laboral y, en consecuencia, una mayor creación de empleo”.

Pero esta teoría de la compensación es demasiado abstracta. Para comenzar, debemos distinguir entre innovaciones que “ahorran empleos” y las que “aumentan los empleos”. La innovación de productos, como la introducción de los coches o los teléfonos móviles, aumenta el nivel de empleo. En contraste, la innovación en los procesos o la introducción de mejores métodos de producción, ahorran empleos, ya que permiten que las firmas produzcan la misma cantidad de un bien o servicio actual con menos trabajadores.

martes, 26 de julio de 2016

¿Es el crecimiento del desempleo y de la precariedad consecuencia de la revolución digital?

Vicenç Navarro, Público

Hace unos días que publiqué un artículo (La falacia del futuro sin trabajo y de la revolución digital como causa del precariado) en el que indicaba que los datos empíricos existentes no avalan la ampliamente extendida creencia de que la revolución digital es una de las causas (sino la mayor causa) del elevado desempleo y precariedad en los mercados de trabajo de los países capitalistas más desarrollados, creencia que vaticina que en un futuro próximo casi el 50% de los puestos de trabajo existentes hoy habrán sido destruidos, creando un futuro sin trabajo. En el artículo mostré datos que no apoyaban tal creencia.

Como era de esperar, el artículo creó una predecible avalancha de comentarios, algunos favorables y otros desfavorables. Algunos estaban basados en una tergiversada lectura de mi artículo, pues no negué en él que la revolución digital podría destruir empleo. En realidad señalé que sí que podría destruir empleo, señalando los sectores económicos donde ello podría ocurrir. Ahora bien, indiqué que si bien tal revolución digital (como la robótica) puede destruir trabajo, lo cierto es que también puede crear empleo. Por regla general la robótica ha permitido abaratar los precios de los productos, con lo cual se crea en el mismo o en otros sectores un aumento de la demanda específica o general, que contribuye al crecimiento de la actividad económica y a la creación de empleo. Por otra parte, la misma aplicación de la robótica requiere la creación de empleo. Todas las revoluciones tecnológicas anteriores, desde la introducción de las cadenas de montaje y las máquinas de vapor, hasta la introducción de la electricidad, han ido acompañadas de un aumento de la actividad económica y de la creación de empleo.

martes, 5 de julio de 2016

Una nueva mirada a la renta básica

Robert Skidelsky, Sin Permiso

La explosión de la robótica ha dado nuevas alas a la demanda de una renta básica incondicional

Gran Bretaña no es el único país que ha celebrado un referéndum este mes. El 5 de junio, los suizos rechazaron de forma aplastante, por un 77% frente a un 23%, la proposición de que todos los ciudadanos tengan garantizada una renta básica incondicional (RBI). Pero ese resultado desigual no significa que la cuestión vaya a desaparecer pronto. La RBI es una mezcla un tanto incómoda de dos objetivos: el alivio de la pobreza y el rechazo del trabajo como finalidad de la definición de la vida. El primero corresponde a la política y su práctica; el segundo es filosófico o ético.

El argumento principal para la RBI como alivio de la pobreza es, como siempre ha sido, la incapacidad del trabajo remunerado disponible para garantizar una existencia segura y digna para todos. En la era industrial, el trabajo en la fábrica se convirtió en la única fuente de ingresos para la mayoría de la gente –una fuente que fue interrumpida por episodios de desempleo causados por la aparición de maquinaria industrial–. El movimiento obrero respondió exigiendo que la aceptación del mantenimiento en el lugar de trabajo se reflejara en la creación de un sistema de seguridad social: “Capitalismo de bienestar”.

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