«La historia es un choque de voluntades y una competición de alternativas: en cuanto una de ellas gana, las demás alternativas simplemente ceden. Pero mientras no haya un vencedor y la lucha continúe, la historia es de naturaleza probabilística», afirma el historiador ruso Andrei Fursov
Markku Siira, Web Site
Los dirigentes soviéticos abandonaron su propia versión del futuro a mediados de la década de 1960 y se integraron gradualmente en el sistema capitalista, creyendo que por tener armas nucleares y petróleo podían sentarse a la misma mesa que la élite mundial. Las potencias occidentales les siguieron el juego durante un tiempo, pero fueron más astutas que los rusos.
«Aunque Estados Unidos atravesaba una grave crisis a finales de los 60 y principios de los 70, los dirigentes soviéticos no aprovecharon el momento, sino que, por el contrario, creyeron en la llamada «distensión» ofrecida por Occidente», afirma Fursov.
Fursov reitera que la dirección soviética [de Jruschov] abandonó el anticapitalismo sistémico y se unió al sistema capitalista global, poniendo así en marcha la degeneración política que José Stalin temía y que finalmente condujo a la desintegración de la Unión Soviética.
Con la caída de la Unión Soviética, el capitalismo ganó más tiempo. Bajo la segunda presidencia de Bill Clinton, Estados Unidos registró un superávit presupuestario por primera vez en treinta años. «Esto fue a costa del saqueo del campo socialista», argumenta el erudito ruso.