Las manifestaciones de Hong Kong, que actualmente suponen una confrontación abierta con la República Popular China, tienen un impacto global. ¿Qué fuerzas están detrás de este movimiento? ¿Quién suministra los fondos y quién se beneficia?
En las protestas de Hong Kong se ven habitualmente banderas estadounidenses y fotos de Donald Trump
Sara Flounders, Workers Word
Los medios de comunicación corporativos estadounidenses y todos los partidos políticos imperialistas de Estados Unidos y Gran Bretaña aceptan plenamente y apoyan con entusiasmo las cada vez más violentas manifestaciones en Hong Kong, lo cual debería alertar a cualquier persona que luche por el cambio y el progreso social. El imperialismo estadounidense nunca es desinteresado o neutral.
En las dañinas acciones participaron manifestantes con casco y enmascarados que utilizan bombas de gasolina, ladrillos en llamas, incendios provocados y barras de acero, ataques aleatorios a autobuses y cierres de aeropuertos y de transporte público. Uno de los actos más provocativos fue un asalto organizado a la Asamblea Legislativa de Hong Kong, donde unos "activistas" destrozaron el edificio y colgaron la bandera de la Union Jack británica. En estas confrontaciones destacan las banderas coloniales de Estados Unidos, británica y de Hong Kong, junto con banderas y otros símbolos desfigurados de China Popular.
El New York Times del 14 de agosto [de 2019] describió así el cierre del aeropuerto: "Las protestas en el aeropuerto han sido profundamente tácticas, ya que el movimiento, que en gran parte carece de líderes, ataca una arteria económica vital. El Aeropuerto Internacional de Hong Kong, inaugurado en 1998, un año después de que China recuperara el territorio de Gran Bretaña, es una puerta de entrada al resto de Asia. Pulcro y bien administrado, el aeropuerto sirve a casi 75 millones de pasajeros al año y maneja más de 5,1 millones de toneladas métricas de carga".
Los medios estadounidenses han calificado constantemente estas acciones violentas de "a favor de la democracia". Pero, ¿lo son?
Aunque los líderes de estas acciones reaccionarias decidan retirarse y reconsiderar sus tácticas debido a las fuertes advertencias del Gobierno chino, es importante entender un movimiento que tiene un apoyo tan fuerte de Estados Unidos.
China tiene derecho a intervenir
Hay que afirmar firmemente que si China actúa en contra de estos violentos altercados, no invade Hong Kong. Hong Kong es parte de China. Es un problema interno y el llamamiento a la independencia de Hong Kong es un claro ataque a la soberanía nacional de China.
Según la Ley Fundamental de Hong Kong, la constitución de la ciudad, el Gobierno está legalmente autorizado a pedir ayuda al Ejército Popular de Liberación de China.
El Gobierno chino ha anunciado que intervendrá militarmente para defender la soberanía de China. Altos cargos del Gobierno han calificado de "terrorismo" los actos más extremos y denunciado el apoyo estadounidense. Estos altos cargos mencionaron reiteradamente la analogía con las "revoluciones de colores" occidentales que derrocaron violentamente los gobiernos de Serbia, Ucrania, Libia y Haití, y lo intentaron en Venezuela y Siria.
"Los ideólogos de los gobiernos occidentales nunca cesan en sus intentos de urdir disturbios en contra de aquellos gobiernos que no son de su agrado, aunque ello haya provocado miseria y caos en un país tras otro de América, África, Oriente Próximo y Asia. Ahora tratan de hacer lo mismo en China", explicaba el China Daily el 3 de julio [de 2019].
Liu Xiaoming, embajador de China en Gran Bretaña, declaró a los periodistas que este país, Gran Bretaña, seguía actuando como el amo colonial de Hong Kong (nbcnews.com, 4 de julio)
Según CNBC, "una portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China afirmó el martes que los recientes comentarios de los legisladores estadounidenses Pelosi (demócrata, California) y McConnell (republicano, Kentucky.) demuestran que el verdadero objetivo de Washington es provocar al caos en la ciudad. […] Al faltar a la verdad y distorsionarla, hacen pasar por una lucha por los derechos humanos y la libertad lo que son crímenes violentos " (14 de agosto).
¿Cuándo ha apoyado Estado Unidos a movimientos de resistencia?
Los medios estadounidense denuncian la violencia de la policía de Hong Kong, pero en realidad esta ha demostrado una gran contención. No ha muerto ninguna persona a pesar de meses de violentos enfrentamientos en los que se arrojan constantemente botellas en llamas.
Ni los medios cubren mediáticamente ni los políticos estadounidenses apoyan las manifestaciones de personas trabajadoras y campesinas desesperadas en Honduras, Haití o Filipinas ni el vasto movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Nunca hay una condena oficial cuando se mata a personas que se manifiestan en Yemen o Kachemira o en las manifestaciones semanales en Gaza contra la ocupación israelí. Apenas se mencionan estas luchas a pesar de que en cada caso la policía mata a gran cantidad de personas, intenta asesinarlas o las hace desaparecer.
Mientras se presta una enorme atención a las protestas de Hong Kong, no existe una cobertura ni un apoyo político similares para las manifestaciones del movimiento "Black Lives Matter" en Estados Unidos ni para las masas de personas que protestan contra redadas racistas de personas emigrantes que hace el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas estadounidense.
Estados Unidos sigue presionando
A pesar de las advertencias de China sobre la posibilidad de instaurar una ley marcial, estrictos toques de queda y de intervención militar para restaurar el orden, las personas manifestantes no han dado muestras de retirarse. Estados Unidos y Gran Bretaña están decididos a impulsar esas fuerzas políticas hostiles que han estado fomentando a lo largo de las dos últimas décadas.
La escalada de manifestaciones está relacionada con la guerra comercial, los aranceles y el cerco militar a China impuestos por Estados Unidos. Cuatrocientas de las ochocientas bases militares estadounidenses en el extranjero (esto es, la mitad de ellas) rodean a China. En el mar de la China Meridional, cerca de Hong Kong, están posicionados portaaviones, destructores, submarinos nucleares, aviones a reacción, baterías de misiles de defensa de alta altitud de terminales e infraestructuras de vigilancia vía satélite. Los medios de comunicación tienen que criminalizar a China para justificar e intensificar esta presencia militar.
El hecho de fomentar las manifestaciones va unido a los esfuerzos internacionales por prohibir la tecnología 5G de Huawei, la cancelación de un estudio conjunto sobre el cáncer y la detención de funcionarios de empresas chinas. La finalidad de todos estos actos beligerantes es ejercer la máxima presión sobre China, dividir a sus dirigentes, desestabilizar el desarrollo económico y debilitar la determinación de China de mantener cualquier planificación socialista.
La imposición de la ley marcial en Hong Kong, un importante centro financiero, especialmente para los fondos de inversión internacionales que llegan a China, influiría en el desarrollo de China.
La "libertad" económica capitalista
En los 155 años que el imperialismo británico gobernó en Hong Kong negó los derechos de millones de personas trabajadoras. No había un gobierno electo ni derecho a un salario mínimo ni sindicatos, viviendas dignas o asistencia sanitaria y, sin lugar a dudas, tampoco libertad de prensa o de expresión. Estos derechos básicos ni siquiera figuraban en los registros del Hong Kong colonial.
Durante los últimos 25 años, incluido este año, Hong Kong ha figurado en el primer lugar en la lista de países con "mayor libertad económica" de la derechista Heritage Foundation, lo que significa la menor restricción a la obtención de beneficios capitalistas. Esta clasificación de Hong Kong se basa en sus bajos impuestos y la escasa regulación, unos derechos de propiedad y una libertad de negocios muy fuertes, y "la apertura al comercio global y un clima empresarial vivaz [...] sin que existan restricciones para los bancos extranjeros". Por ello Hong Kong es la "sociedad más libre del mundo".
Esta "libertad" significa las rentas más altas del mundo y la mayor brecha entre personas superricas y personas desesperadamente pobres y sin hogar. Esto es a lo que se enfrenta hoy en día la juventud de Hong Kong. Pero la juventud se está dejando manipular conscientemente para culpar a la administración de la ciudad de las condiciones con las que el acuerdo "Un país, dos sistemas" bloquea a Hong Kong.
Un acuerdo colonial desigual
Hong Kong es un territorio robado. Durante las Guerras del Opio de 1842 Gran Bretaña se apropió de este espectacular puerto de aguas profundas situado en el mar de la China Meridional, en la desembocadura del río Pearl, una de las principales vías fluviales del sur de China. Tras unas negociaciones con Gran Bretaña que se prolongaron durante la década de 1980 los británicos impusieron a la República Popular China otro acuerdo desigual.
Según el acuerdo "Un país, dos sistemas" de 1997 que oficialmente devolvía a la República Popular China Hong Kong, Kowloon y los Nuevos Territorios Gran Bretaña y China acordaron dejar en vigor durante 50 años el "sistema capitalista previo".
Aunque China estaba decidida a reafirmar su soberanía sobre el territorio robado por la invasión imperialista, también necesitaba fondos para el desarrollo. En Asia la mayor parte del dinero se movía a través del sistema bancario de Hong Kong, de modo que en 1997 China anhelaba llegar a una transición suave que no desestabilizara la transferencia de fondos de inversión al 99.5 % de China al que anteriormente se le habían negado los fondos de desarrollo. Desde que triunfó la Revolución china en 1949 se había sancionado a China y se le había negado el acceso a las inversiones y la tecnología occidentales.
El imperialismo estadounidense y británico se aprovecharon al máximo de esta concesión hecha en 1997 que mantenía el control económico de la antigua colonia. Esperaban que Hong Kong pudiera servir de ariete económico en China, como había servido en el pasado. Sus esperanzas no se cumplieron. En 1997 el producto interno bruto de Hong Kong representaba el 27 % del producto interno bruto de China. Ahora es sólo un 3 % y está bajando. Para gran frustración de Estados Unidos y Gran Bretaña, los bancos más grandes del mundo ahora están en China y son bancos estatales.
Lo que desconcierta a la clase capitalista mucho más que el increíble crecimiento de China es que las doce principales empresas chinas de la lista estadounidense Fortune 500 son todas ellas estatales y están subvencionadas por el Estado. Entre ellas se incluyen empresas de petróleo, energía solar, telecomunicaciones, ingeniería y construcción, bancos y la industria automotriz ( Fortune.com , 22 de julio de 2015)
El nivel de desarrollo de China gracias a la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda y su posición cada vez mejor en el comercio e inversión internacionales suponen una enorme amenaza para el poder corporativo de Estados Unidos.
Estados Unidos y Gran Bretaña crearon una red de colaboradores
Cuando Gran Bretaña y China firmaron el acuerdo "Un país, dos sistemas" se suponía que iban a acabar todas las intervenciones extranjeras y las reivindicaciones coloniales sobre Hong Kong, y que China iba a recuperar toda la soberanía. Pero los intentos por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña de minar el retorno de Hong Kong habían empezado antes de que se firmara el acuerdo. Poco antes de la transferencia de soberanía y tras 150 años durante los cuales los altos cargos habían sido designados, Gran Bretaña se apresuró a establecer un gobierno formado parcialmente por cargos elegidos, aunque la mayoría eran designados. Rápidamente establecieron y financiaron partidos políticos, compuestos por colaboradores leales.
Se canalizaron tanto abiertamente como en secreto millones de dólares a toda una red de organizaciones de servicios sociales, partidos políticos, medios de comunicación y redes sociales, organizaciones de estudiantes y juveniles, y sindicatos protegidos cuyo objetivo era minar el apoyo a China y al Partido Comunista de China.
La Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU, por sus siglas en inglés) recibe fondos de la National Endowment for Democracy (NED, Fundación Nacional para la Democracia) estadounidense y apoyo británico. Promueve en toda China "sindicatos a favor de la democracia e independientes". La HKCTU se creó en 1990 para contrarrestar y debilitar a la Federación de Sindicatos de Hong Kong (HKFTU, por sus siglas en inglés) fundada en 1948 y que sigue siendo la principal organización sindical con 410.000 personas afiliadas.
Durante años la HKFTU sufrió una brutal represión por parte del Gobierno colonial británico debido a su lucha para proteger los derechos básicos de las personas trabajadoras. En 1967 una huelga organizada por la HKFTU sacudió al dominio colonial británico. La huelga se convirtió en una rebelión por toda la ciudad motivada por los despidos masivos de las y los trabajadores de la fábrica de flores de plástico. Las autoridades coloniales británicas reprimieron duramente el levantamiento y causaron la muerte de 51 personas y cientos de personas heridas y desaparecidas. La HKFTU apoya a China y se opone a las manifestaciones reaccionarias.
Financiación de la NED = apoyo de la CIA
Allen Weinstein, uno de los fundadores de la NED, declaró al Washington Post en 1991: "Mucho de lo que hacemos hoy en día lo hacía la CIA de forma encubierta hace 25 años" (21 de septiembre de 1991). La NED financia, coordina y convierte en armas a organizaciones no gubernamentales y organizaciones sociales que tienen capacidad para poner en la calle a decenas de miles de personas jóvenes mal aconsejadas, idealistas y alienadas.
Detrás de esta red hostil y subversiva que organiza las protestas de Hong Kong están los fondos de la NED, la Fundación Ford, la Rockefeller, la Soros y muchas otras fundaciones corporativas, iglesias cristianas de todas las denominaciones y generosos fondos británicos.
La NED financia el Movimiento de Derechos Humanos de Hong Kong, la Asociación de Periodistas de Hong Kong, el Partido Cívico, el Partido Laborista y el Partido Demócrata. Son miembros del Frente Civil de Derechos Humanos que coordina las manifestaciones.
Cada vez es más difícil de ocultar este papel de la NED en China. Alexander Rubinstein informaba en su artículo "American Gov’t, NGOs Fuel and Fund Hong Kong Anti-Extradition Protests" (mintpressnews.com, 13 de junio de 2019): "Es inconcebible que los organizadores de las protestas no conozcan la relación de la NED con algunos de sus miembros" (tinyurl.com/y6nhmapz).
El objetivo es fomentar una actitud hostil y de desconfianza hacia China y hacia el comunismo, y fomentar la idea falsa de un Hong Kong con un pasado democrático y una identidad distinta. China Daily advierte: "Se ha advertido en los últimos años de que están emergiendo unas revoluciones de colores como una nueva forma de guerra empleada por Occidente para desestabilizar a determinados países" (12 de agosto).
¿Qué sistema funciona mejor?
El New York Times del 13 de agosto habla de Hong Kong como un "bastión de las libertades civiles" para contrarrestar "el tipo de autoritarismo de Pekín".
El pasado colonial británico se ha mitificado mucho. Veintidós años de constante nostalgia por este supuestamente glorioso pasado han influido en la juventud, que cada vez está más empobrecida.
A pesar de que durante décadas Occidente ha financiado a Hong Kong con millones de dólares, tiene una tasa de pobreza del 20 % (23.1 % en el caso de las y los niños), frente a menos del 1 % en la China continental, que en los últimos 20 años ha sacado a muchos millones de personas de la pobreza.
Justo al otro lado del río de Hong Kong está la ciudad de Shenzhen, que es una de las Zonas Económicas Especiales establecidas para atraer la tecnología occidental. Estas zonas, en las que originalmente había miles de fábricas de trabajo intensivo y millones de personas trabajadoras que ganaban salarios bajos, eran centros de explotación capitalista y que generaban enormes ganancias a Estados Unidos y a otros capitalistas del mundo.
Shenzhen pasó de ser una ciudad de 30.000 habitantes en 1979 a convertirse en una megaciudad de 20 millones de habitantes con la mayor cantidad de población emigrante de China. Shenzhen tenía una población tres veces mayor que la de Hong Kong. Gracias a las inversiones a través de Hong Kong esta nueva ciudad se convirtió en una enorme y contaminada ciudad industrial con fábricas en las que se explotaba a las personas trabajadoras y que arrojaban nubes de humo tóxico oscuro.
Gracias a la planificación urbana municipal y nacional en los últimos cinco años Shenzhen ha pasado a ser actualmente una de las ciudades más habitables de China, con extensos parques, calles arboladas y la mayor flota de autobuses eléctricos del mundo (16.000), además de taxis totalmente eléctricos. Shenzhen tiene el objetivo de que para 2020 el 80 % de sus nuevos edificios cuenten con la certificación ecológica. Está lleno de bloques de apartamentos, torres de oficinas y fábricas modernas que cuentan con equipos de fabricación avanzados, y grandes empresas de robótica, automatización y tecnológicas.
En los últimos 10 años los salarios se han estancado en Hong Kong mientras que los alquileres han subido un 300 %. Es la ciudad más cara del mundo. En Shenzhen los salarios han subido un 8 % cada año y están a punto de terminar de construirse más de un millón de viviendas nuevas, públicas, ecológicas y a bajo coste.
Estados Unidos exige a China que suprima el apoyo estatal a sus industrias, la propiedad estatal de sus bancos y la planificación nacional. La comparación entre el deterioro, la pobreza cada vez mayor y la intensa alienación de Hong Kong, y la ciudad ecológica y vital de Shenzhen al otro lado del río de demuestra que la China actual, incluidas las enfadadas fuerzas que se movilizan en Hong Kong, tiene dos opciones: o bien la planificación socialista moderna o volver a la superexplotación y dominación imperialista del pasado colonial.
Gran Bretaña y Estados Unidos utilizaron durante décadas al pueblo de Hong Kong como mano de obra barata. Ahora están utilizando a esta misma población para su propaganda política barata. Esta maniobra cínica no es sino otra arma en un intento desesperado de impedir que China continúe desarrollándose.
La potencia corporativa estadounidense es incapaz de satisfacer ninguna de las desesperadas necesidades de alojamiento, atención sanitaria, educación y un entorno saludable de las personas que viven ahí. En vez de ello, en un implacable afán de beneficios, se despilfarran enormes recursos en el militarismo para amenazar a países de todo el mundo.
Debemos exigir: ¡No a la intervención de Estados Unidos en China! ¡Estados Unidos fuera de Hong Kong!
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Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
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