Alejandro Nadal, La Jornada
Muchos estudios muestran que la concentración industrial y el incremento del poder de mercado de unas cuantas empresas ha aumentado en décadas recientes. Al mismo tiempo, se reconoce que la desigualdad se ha convertido en uno de los rasgos más característicos del capitalismo. Entonces, es natural que surja una nueva pregunta: ¿hasta qué punto está relacionada la concentración de poder de mercado con la desigualdad?
Tradicionalmente, el análisis de las consecuencias del poder de mercado se ha llevado a cabo mediante el efecto sobre los consumidores. Se parte del supuesto de que las empresas con cierto poder de mercado pueden incrementar los precios por encima del nivel que correspondería a una situación de mayor competencia. La capacidad de una empresa para aumentar su precio en cierto margen (o mark up) está relacionado con el grado de concentración industrial. Un estudio reciente (janeeckhout.com) demuestra que el poder de mercado en Estados Unidos se mantuvo más o menos estable entre 1955-1980, pero desde ese último año se incrementó tanto que ahora permite cargar un mark up de hasta 61 por ciento sobre costos marginales.
Esos aumentos de precios ayudan a contrarrestar la caída en la tasa de ganancias que muchos autores marxistas han documentado y, por supuesto, están asociados con pérdidas de bienestar para los consumidores. En el plano macroeconómico, esa tendencia a una mayor concentración puede contribuir a empeorar la desigualdad que ya existe.
Pero ¿qué pasaría si los consumidores fueran propietarios de las empresas, por ejemplo mediante acciones? En ese caso, lo que perderían los consumidores por los incrementos de precios podría ser compensado por lo que ganarían como accionistas de las empresas. Hay quien defiende la concentración industrial utilizando ese tipo de razonamiento. Por ejemplo, Barbara Novick escribió en el Wall Street Journal (8/I/2017) que el aumento de poder de mercado (por la concentración industrial) no es tan malo como parece, debido a la democracia de las inversiones que permite el mercado accionario.
En Estados Unidos, más que en ningún otro país, las sociedades por acciones popularizaron la idea de que en el capitalismo los dueños de fábricas podrían ser los mismos consumidores. En la actualidad, más de 54 por ciento de hogares en Estados Unidos posee acciones, ya sea directa o indirectamente (por ejemplo, mediante inversiones que manejan sus fondos de pensión). O sea que se puede afirmar que la mayor parte de los estadounidenses (por estrecho margen) son dueños de acciones y que, por tanto, cuando sube el índice de la bolsa eso se debe traducir en ganancias para una parte significativa de la población. De ahí la idea de que cuando aumentan los precios debido a un mayor poder de mercado, lo que los agentes pierden como consumidores se compensa con lo que ganan como accionistas.
Las conclusiones de varias investigaciones recientes contradicen esa idea. Por ejemplo, un estudio del Centro de Análisis Macroeconómico Aplicado, de la Universidad Nacional de Australia, de las encuestas sobre finanzas de los consumidores (de la Reserva Federal) cubriendo las pasadas tres décadas, revela que entre 1989 y 2016 40 por ciento de hogares de menor ingreso vio disminuir su participación en el mercado accionario (empresas que cotizan en bolsa) de 4.6 a 3.6 por ciento. En cambio, 20 por ciento de hogares de mayor ingreso aumentó en el mismo lapso su participación de 77 a 89 por ciento del capital corporativo. Es decir, la desigualdad en el mercado accionario que es propiedad de los hogares se ha profundizado en décadas recientes (el estudio de Joshua Gans y coautores).
Esto significa que cuando el poder de mercado de las empresas más fuertes se traduce en incrementos de precios y aumentan las ganancias de esas empresas, el resultado es una transferencia de riqueza de los consumidores a un grupo cada vez más reducido de hogares que son los accionistas de esas empresas. Otro estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos revela que, en promedio, el poder de mercado incrementa la riqueza del 10 por ciento más favorecido en hasta 21 por ciento y reduce la de los estratos más pobres hasta en 19 por ciento.
Es probable que la concentración de poder de mercado no sea el factor más importante para explicar la creciente desigualdad en el capitalismo contemporáneo, pero sí es resultado de una tendencia esencial del proceso de competencia intercapitalista que conduce a la centralización y concentración de capital. El aumento de poder de mercado constituye otro componente de la matriz de factores que ha contribuido a profundizar la desigualdad y debe ser considerado, junto con el castigo secular que han sufrido los salarios, la política fiscal obsesionada con la reducción del gasto social y las estructuras impositivas regresivas. Revertir esa combinación de fuerzas económicas no será tarea fácil.
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