martes, 14 de junio de 2016

¿A dónde irán ahora los que apoyan a Sanders?


Dan La Botz, Viento Sur

Desde hace un año el candidato presidencial Bernie Sanders ha sido la esperanza para millones de personas en Estados Unidos: para la gente disgustada con el papel que desempeñan los bancos y las empresas en la política, la gente enojada por la creciente desigualdad social, horrorizada por la injusticia racial de nuestro país y opuesta a una política exterior basada en la intervención militar. Retomando esas cuestiones y recuperando el espíritu de [los movimientos] Occupy Wall Street y Black Lives Matters, la campaña de Sanders puso en pie un movimiento radical y popular sin precedentes: rechazo al Wall Street [centro financiero] y a Washington [poder político] y propuestas para un futuro más democrático, igualitario y pacífico. Millones de personas se unieron a Sanders, que llamó a luchar contra la "clase multimillonaria" y a favor de una revolución política.

Actuando como un socialista democrático con un programa de reformas económicas y sociales/1, Sanders recaudó 200 millones de dólares a través de contribuciones individuales con un promedio de 27$ por persona; cosechó millones de votos y logró el apoyo de los principales tres sindicatos (Correos, Comunicación y Enfermeras), así como el apoyo de 12 000 sindicalistas organizados en la iniciativa Labour for Bernie. Siendo el candidato más viejo de la campaña, ganó la mayor proporción de votos entre la juventud de todas las razas y géneros.

Hillary Clinton: la posible candidata

Cuando solo queda pendiente la votación en Washington DC -que se celebrará el día 14- la campaña de las primarias ya se puede dar por terminada. Hilary Clinton ha logrado 2203 delegados (54,7 %) y Bernie Sander 1828 (45,3 %). Se espera que Clinton gane la mayoría de los 45 delegados a elegir el día 14 e incremente la diferencia. En cuanto a la votación popular el porcentaje de votos de Clinton ha sido mayor, ya que Sanders obtenía los mejores resultados en las convenciones, donde vota menos gente.

Además de los delegados y delegadas elegidos en las distintas convenciones, también hay 719 super-delegados, no electos, que provienen de la dirección nacional del Partido Demócrata y de electos en la Cámara de Representantes y en el Senado, así como de los gobernadores de distintos Estados y de destacados líderes del partido. Por el momento, 577 de entre ellos apoyan a Clinton y 48 a Sanders. Barack Obama y Elisabeth Warren han dado su apoyo a Hillary Clinton. En estas condiciones, resulta prácticamente imposible que Sanders gane matemáticamente la nominación. Así pues, salvo que se produzca un milagro político (que H. Clinton sea imputada por haber violado las normas de seguridad nacional cuando fue Secretaria de Estado), lo que no parece que vaya a ocurrir, ella será nombrada candidata.

El 9 de junio, Bernie Sanders se reunión con el Presidente Barack Obama al que prometió trabajar para derrotar a Donald Trump. Sanders dijo: " En los próximos días espero reunirme con ella (Clinton) para ver cómo podemos trabajar juntos para derrotar a Donald Trump y poner en pie un gobierno que represente a todo el mundo y no solo al 1 %". Inmediatamente después de esa reunión Obama, que hasta ese momento se había mostrado neutral durante todo el proceso de las primarias, dio su apoyo a Hillary Clinton. Hasta hoy (12 de junio) Sanders se ha negado a reconocer su derrota y rechaza apoyar a Clinton con este argumento: "Vamos a desarrollar nuestra campaña de cara a la convención [nacional] siendo totalmente conscientes que dominamos la aritmética y que sabemos, todos sabemos, quien ha obtenido la mayoría de los votos hasta ahora".

Los partidarios de Sanders miran al futuro

Sanders rechaza reconocer lo inevitable y muchos de quienes les siguen aún no están dispuestos a doblar la rodilla. El proceso electoral (con las grandes compañías otorgando la mayor parte de los fondos a Clinton, con los grandes medios de comunicación influenciando en las convenciones y la estructura de los super-delegados determinando el resultado final casi desde el principio) ha irritado a mucha gente que apoyaba a Sanders.

Hace poco, el 6 de junio, un día sin actos electorales, la Associated Press proclamó la victoria de Hillary Clinton en base a 20 super-delegados que le mostraron su apoyo. Esto ocurrió justo antes de las primarias en California y pudo impactar negativamente sobre el voto a favor de Sanders en la misma.

Sanders se ha comprometido a luchar en la Convención [nacional] del Partido que tendrá lugar el 25-28 de julio en Filadelfia, Pensilvania, con el objetivo puesto en influenciar en las normas [que regulan la vida interna del Partido] y la plataforma del Partido Demócrata. Además de los cerca de 2000 delegados con los que cuenta para la Convención, se espera que acudan decenas de miles de personas que tratarán de influir desde el exterior el desarrollo de la misma. Sin embargo, no se espera que lo poco que ocurra en el seno de la Convención pueda influir realmente en el Partido Demócrata, en su candidato o en la campaña electoral que culminará en las elecciones del martes 8 de noviembre. La presencia de las y los jóvenes seguidores de Sanders en el exterior, hasta el presente mayoritariamente pacífica, puede convertirse en un material combustible. Sobre todo, si la policía no maneja bien la situación, como ocurre a menudo, y podríamos asistir a una Convención y a protestas tan estridentes y explosivas como en la Convención Demócrata en Chicago en 1968.

Podría llegar a suceder, aunque no es seguro, que la Convención cambie las reglas en relación a los super-delegados, pero si fuera el caso, el cambio no sería efectivo más que en 2020. En cuanto al programa, no se trata más que de un pedazo de papel. El programa del Partido Demócrata, por lo habitual muy vago y general en lo que manifiesta, se puede decir que representa el sentir de la Convención y el interés por ganar el apoyo de las y los votantes. Pero ni los candidatos presidenciales ni el resto de candidatos están obligados a defenderlo durante la campaña o de ponerlo en práctica una vez electos. En realidad, lo más normal es que Hillary Clinton, que tiene una larga carrera como Primera Dama, como Senadora y como Secretaria de Estado, y que ha establecido un record como representante del establishment económico y político, ignore el programa y secunde los intereses de Wall Street y de Washington.

Muchos de quienes apoyan a Sanders, que a lo largo de la campaña se han vuelto cada vez más sofisticados, sienten una profunda repulsión hacia el Partido Demócrata e Hillary Clinton. Se espera que varios miles se reúnan del 17 al 19 de junio en Chicago, en la Peoples Summit, un encuentro convocado por el sindicato The National Nurses United, por National Peoples Action, que defiende el derecho a la vivienda, por Democratic Socialists of America (DSA), una organización socialista, y otros. Si bien esta reunión nos dará una imagen de los sectores más organizados de los que han apoyado a Sanders, la Peoples Summit tiene pinta de ser más una conferencia que una convención y no está claro que de ella pueda salir ninguna propuesta política u organizativa.

Otros, plantean trabajar a favor de candidatos o candidatas locales progresistas, como Debbie Medina, candidata al Senado Estatal por Nueva York. El propio Sanders ha elaborado una lista de candidatos y candidatas progresistas a las que apoyará y para quienes está recaudando fondos. No está claro que entre quienes han apoyado y no han apoyado a Sanders logren poner en pie estas candidaturas.

Una parte de quienes apoyan a Sanders ya se han convertido en renegados del Partido Demócrata y en algunos lugares, distintos grupos, pequeños pero no insignificantes, están comenzando a irse hacia el Partido Verde para apoyar al Dr. Jill Stein, que es el candidato presidencial del Partido. Stein, cuyo programa está a la izquierda del de Sanders, espera conseguir ciertos votos de los demócratas, si bien está sometido a una presión tremenda por parte de todos los demócratas incluido de quienes han apoyado a Sanders para que respalde a Clinton con el objetivo de derrotar al posible candidato republicano Donald Trump, cuya retórica racista y misógina y sus flirteos con los grupos neo-nazis lleva a muchos liberarles e izquierdistas a caracterizarlo como fascista. La consigna será: o Hillary Clinton y la democracia o Trump y el fascismo. Y aunque votar a favor de Clinton no es votar a favor de la democracia sino más bien a favor del neoliberalismo corporativo, a favor de la austeridad y a favor del militarismo, para mucha gente será duro resistirse; es comprensible, nadie de la izquierda quiere a Trump de presidente.

Tanto si los partidarios de Sanders se van hacia Stein o votan por Clinton para derrotar a Trump, el movimiento es suficientemente amplio y radical como para quedar encerrado en el Partido Demócrata. Alguna gente continuará trabajando en el seno del Partido Demócrata, pero buscarán candidatos más radicales y trabajarán a favor de candidatos independientes y socialistas cuando puedan. Otros, habiéndose convertido en socialistas convencidos (sea lo que fuera lo que este término signifique para ellos) se irán y tratarán de construir una nueva alternativa a la izquierda. Hoy en día, este es el sector que representa el futuro para una política de izquierdas en EE UU.

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