Maciek Wisniewski, La Jornada
Según la clásica fórmula de Fredric Jameson, Star Wars –lejos de ser algo sobre nuestro pasado intergaláctico– es un "filme de nostalgia", una narrativa creada a fin de satisfacer el profundo (¿reprimido?) deseo de revivir la principal experiencia cultural de estadunidenses nacidos entre los años 30 y 50 –las series sobre villanos extraterrestres y héroes americanos–, un filme que los jóvenes tomaban directamente, pero los adultos gozaban más despertando, gracias a la conocida estética, la sensación del pasado (Posmodernism and consumer society, en: The cultural turn, 1998, p. 8).
Esta tesis es globalizada y llevada a un meta-nivel por la parte VII de la saga: El despertar de la fuerza (2015) –¿el despertar de la nostalgia?–, llena de autorreferencias, reciclajes de la parte I (1977), hecha para "sentir", no "pensar" (las inconsistencias en el guión...), dirigida a los adultos que crecieron con ella y que quieren “revisitar su infancia” y a sus niños, que también la harán parte de sus vidas, una muy eficiente estrategia de marketing y/o consumo.
Las principales claves ideológicas de Star Wars están en la biografía de George Lucas: desde su fascinación por Flash Gordon y Walt Disney, la Segunda Guerra Mundial (con sus batallas aéreas, la narrativa de "patriotismo"/triunfo del "bien" sobre el "mal", la estética militar nazi y japonesa), la experiencia generacional de la guerra en Vietnam (en que un grupo de rebeldes vence a un omnipotente invasor), hasta el ejemplo de su padre –exitoso hombre de negocios–, que lo ayudó en Hollywood e influenció a Han Solo: "pequeño empresario independiente" (LARB, 21/12/15).
Si antes Star Wars abrió una nueva frontera de acumulación en Hollywood, donde la película vendía otros productos (juguetes, ropa), la compra de Lucas Film por Disney, por 4 mil 100 millones de dólares, y otras de sus adquisiciones (Pixar, Marvel), perfeccionaron el modelo, haciendo de la compañía líder en el mercado de historias (The Economist, 19/12/15), aunque no gracias a su creatividad, sino al viejo empuje monopolizador y parasitario del sistema (que se nutre de la propiedad intelectual ajena y hasta pone derechos de autor a refritos de mitos universales).
Según Slavoj Zizek, el tipo de pop-budismo pregonado por Lucas –que explicaba la conversión del buen Anakin Skywalker en el mal Darth Vader por su incapacidad de dejar las cosas (madre, novia)–, parte del coctel pagano/New Age que busca el balance (de la fuerza) –marco ideológico de Star Wars y antítesis del cristianismo que busca el antagonismo–, se volvió la ideología del capitalismo global: aunque se presenta como remedio para las tensiones ocasionadas por su dinámica (invitando a buscar la paz interior y distanciarse de las cosas) en realidad sirve de pegamento ideológico del sistema (Revenge of global finance, en: In these times, 23/5/05).
Chris Gilbert, escribiendo sobre la alternativa socialista, apunta a un importante cambio en la producción cultural: si antes literatura y cine se imaginaban comúnmente el futuro diferente y más avanzado, a mediados de los 70 la ciencia ficción dio un giro sorprendente y... miró al pasado (¡sic!). El caso principal era Star Wars –con sus caballeros y princesas–, que, más que una señal de degeneración de la industria cultural y falta de ideas, reflejaba una amplia percepción de que el progreso capitalista falló (crisis/inicios de neoliberalismo/Vietnam/Watergate) y que ya no nos espera nada mejor (Counterpunch, 24/11/15).
El "giro reaccionario" de Star Wars (reflejado igual en su falta de originalidad y repetividad, véase: The New Inquiry, 25/12/15) resulta aún más sorprendente (y sintomático) en la medida en que apenas una década antes la serie Star Trek (1966-1969) representaba una cosmovisión optimista y humanista (aunque teleológica y cursi). He aquí la diferencia: Gene Roddenberry, su creador, soñaba con el progreso; Lucas, con regresar a la infancia.
Aunque es más fantasy (espacial) que ciencia ficción, Star Wars influyó en ambos géneros: inició la dominación del fantasy nostálgico (El señor de los anillos, etcétera) y arruinó la (verdadera) ciencia ficción (Lewis Beale, CNN, 2/5/14). Allí está también el origen del llamado de Ursula K. Le Guin –decana de Sci-Fi/fantasy– a sus colegas para que imaginen las alternativas al capitalismo, algo que dejaron de hacer: "Vivimos en él. Su poder parece inexorable. Igual lo parecía el poder divino de los reyes" (Yes!, 4/6/15), que también resuena en la observación de Jameson: "Nos es más fácil imaginar al fin del mundo que al fin del capitalismo" (o sea, mirando a Star wars, nos parece más probable retroceder al "feudalismo intergaláctico" que avanzar a una sociedad nueva/justa).
Si bien hay quienes alaban el "progresismo"... de Lucas, por ejemplo por compartir más dinero con sus trabajadores ("dueños de medios de producción", dijo una vez...) que otros en Hollywood (como si fuera cooperativismo y no migajas de la mesa del señor feudal), la suma por la que vendió Lucas Film o que Harrison Ford cobró 76 veces más que la joven Daisy Ridley, más 0.5 por ciento de ganancias de un filme que en tiempo récord recaudó más de mil millones de dólares, confirman sólo –bien dice J. Wight– que “la lucha no es entre el ‘bien’ y el ‘mal’, sino entre los súper ricos y todos los demás”.
... o de la parte VII, por “empoderar a mujeres y negros” (Rey, Finn), lo único que confirma esto es que puede haber empoderamiento, pero sólo en una galaxia muy, muy lejana (y no en las calles de Ferguson...) y sin tocar el marco de la sociedad segregacionista y meritocrática de Star Wars (liberar esclavos u organizar precarios recolectores de basura cósmica), que refleja el dictum ideológico de hoy: podemos escoger un presidente negro o una mujer, pero sin tocar las coordenadas del capitalismo global.
Así, quizás la única manera de rescatar algún potencial emancipatorio de Star Wars es ponerlo en la cabeza tal como lo quería Zizek (https://goo.gl/5dKyec) y rescribirlo “desde el punto de vista de la dictadura popular marxista con los sith y Vader como buenos gobernantes centralizadores y los jedi como pequeña resistencia y reacción feudal contra el ‘progreso’”.
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