Alejandro Nadal, La Jornada
¿Cuáles son las enseñanzas de las crisis macroeconómicas de los pasados 20 años? Es el tema de un importante discurso pronunciado por Stanley Fischer (SF), vicepresidente de la Reserva Federal estadounidense y uno de los economistas más influyentes en el desarrollo de la teoría macroeconómica. Su discurso revela los estrechos límites al interior de los que se desarrolla el pensamiento macroeconómico neoclásico.
SF comienza recordando la crisis mexicana de 1994 y la descripción que hiciera de ella Michel Camdessus (en aquel tiempo director gerente del FMI) como la primera crisis económica del siglo XXI. Fischer señala que esa descripción era correcta por tratarse de la primera crisis de una ‘economía emergente’ que se gestaba en la cuenta de capital y no en la cuenta corriente de la balanza de pagos. SF prefiere ignorar el hecho de que el desequilibrio en la cuenta corriente (con un déficit de 7.7 por ciento del PIB) mostraba la bancarrota del paquete de política económica neoliberal. Ese modelo sigue vigente y está basado en la apertura comercial a ultranza y en una desregulación absoluta para la inversión extranjera y la cuenta de capital. El modelo está íntimamente hermanado con la volatilidad, la especulación y la inestabilidad y eso explica el estancamiento de los pasados 25 años de la economía mexicana.
Fischer también recuerda las crisis en Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, Malasia, Rusia, Brasil, Turquía y Argentina. Pero no dice nada sobre los orígenes o causas de estos episodios y pasa rápidamente a examinar las principales enseñanzas que podemos derivar de las crisis. En realidad, la primera es la más importante y la más reveladora.
Según SF esa lección es la siguiente: no es cierto que cuando la tasa de interés es igual a cero la política monetaria deja de tener efectos y la prueba es que mediante la política de flexibilización monetaria la Reserva Federal ha podido continuar con una postura expansiva. De acuerdo con SF, esta política funcionó bien y condujo a la recuperación. A Fischer le resulta cómodo no mencionar la mediocre tasa de crecimiento que marca la muy lenta recuperación de la economía estadounidense. También le conviene no hablar del mal desempeño del mercado laboral, disfrazado por la salida de la fuerza de trabajo de un alto número de personas.
Sin duda la política de adquisición de activos de la Reserva ha tenido un impacto sobre las reservas y las utilidades de los bancos y en la bolsa de valores, pero no ha desembocado en un incremento significativo del crédito en la economía real. Y es que la política de flexibilidad cuantitativa nunca tuvo por objeto reducir la tasa de interés y aumentar el crédito bancario a la economía real. La finalidad de la flexibilización monetaria fue aumentar las reservas excedentes en los bancos con el fin de mitigar las perturbaciones que se estaban observando en el sector financiero. Y la versión europea de este enfoque de política monetaria no es muy diferente.
En realidad Fischer debería decir con claridad que la política de flexibilización monetaria es y siempre ha sido un instrumento para sacar a flote a los bancos y al sector financiero en general. Eso explica por qué la política de la Reserva Federal no ha podido regresar a la economía estadounidense a los niveles de actividad que prevalecían antes de la crisis.
Por cierto, Fischer es un creyente en la historieta según la cual los ahorradores se encuentran con los demandantes de capitales en el mercado de fondos prestables y que la tasa de interés es el precio que conduce al equilibrio entre oferta y demanda de dichos fondos. Esta es una fábula que esconde la función de creación monetaria de los bancos y les hace aparecer como simples intermediarios. En esta historia el multiplicador bancario es el indicador clave sobre expansión del crédito a partir de un sistema de reserva fraccionaria. El nulo impacto de la flexibilización monetaria en el crédito se observa en la evolución del multiplicador bancario que se desplomó en 2008 y que ha mantenido su tendencia a la baja (de un coeficiente cercano a 1.1 en 2008 a 0.65 en 2014).
Los precios de todo tipo de activos en la Bolsa de Valores de Nueva York se han incrementado, pero no porque la economía real se encuentre en buena salud. Ese incremento en precios está relacionado con la política de compra de activos de la Reserva Federal y se parece demasiado a una burbuja que el día de mañana tendrá que reventar. Pero Fischer no dedica ni media frase a la necesidad de regular el sector financiero, sus productos exóticos (y tóxicos) y la especulación que les acompaña.
El capitalismo mundial es una bestia insaciable que está continuamente mutando. En las décadas recientes el reinado del capitalismo financiero se ha consolidado. Y si algo nos han enseñado las crisis de las pasadas dos décadas es que la política macroeconómica se mantiene subordinada a sus dictados.
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Ver discurso de Stanley Fischer: What have we learned from the crises of the last 20 years?
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