Vicenç Navarro, Rebelión
Los establishments políticos y mediáticos europeos han lanzado las campanas al vuelo indicando que, por fin, y como consecuencia de las políticas de austeridad que los gobiernos de la Unión Europea (y muy en particular, de los gobiernos de la Eurozona) han impuesto (en ninguno de estos países las políticas de austeridad estaban en su oferta electoral), la economía se ha recuperado. La única diferencia entre unos y otros es que mientras algunos dicen que “ya se ha recuperado” (Mariano Rajoy, Presidente del gobierno español), otros sostienen que “se está recuperando” (Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo)
En esta euforia se olvidan u ocultan varios hechos,. Uno es que el crecimiento económico (que se toma como indicador de recuperación económica) es sumamente limitado. La economía europea está creciendo a una tasa de crecimiento de solo un 1,6% como promedio, habiendo sido una tasa más baja, el 0,9% en el último cuarto del 2014. La economía europea continúa siendo mucho más pobre que lo fue en el año en que se inició la crisis, 2007. Pero el hecho más importante es que este ligerísimo crecimiento no se debe en absoluto a las medidas de austeridad (bajada de salarios y recortes de gasto público), sino a otras causas, todas ellas provisionales, cuyo impacto puede desaparecer, y pronto.
Estas causas son: la bajada del precio del petróleo (más de un 50% desde final del 2014 a Enero de 2015), bajada que ya se está revirtiendo, con el precio subiendo de nuevo. Añádase a ello que la reciente devaluación del euro ha hecho que el precio del petróleo haya subido, al ser un producto importado en la mayoría de países de la Eurozona. La devaluación del euro, conseguida con las medidas del Banco Central Europeo (masivas impresiones de dinero, prestado a intereses bajísimos) ha facilitado las exportaciones, pero encarecido las importaciones, como el petróleo. Es más, la devaluación del euro (un 10% de su valor en lo que va de año), aunque ayuda al crecimiento de las exportaciones de los países de la Eurozona, su impacto estimulante es relativamente menor, pues el sector exportador representa solo un 20% de toda la economía europea, hecho que se olvida frecuentemente. Este bajo porcentaje es la mayor limitación de todas las políticas de recuperación basadas en facilitar y expandir las exportaciones (ver Philippe Legrain, “The Eurozone’s False Recovery”, 09.04.15). Ni que decir tiene que cualquier mejora en cualquier actividad económica es probable que repercuta en un incremento del crecimiento económico. Pero, en el caso del sector exportador, este será limitado.
Y la tercera causa del crecimiento, además de la bajada del precio del petróleo y la devaluación del euro, es la política del Banco Central Europeo que, por fin, ha hecho lo que tenía que haber hecho ya hace casi siete años. Es decir, ha hecho lo que un Banco Central tendría que haber hecho en un período de crisis tan profundo como ha habido en la Eurozona durante casi siete años. El BCE ha impreso dinero y comprado deuda privada y deuda pública, ayudando a proteger a los Estados de la Eurozona, disminuyendo sus intereses. Pero esta política monetaria –que ha sido la causa mayor de la recuperación, como algunos habíamos vaticinado hacía tiempo– es todavía dramáticamente insuficiente, pues el punto clave para la recuperación económica es el estímulo económico que exige un cambio de 180º en las políticas de austeridad (que hoy continúan siendo las mayores causas del nulo o escaso crecimiento) y que consisten en bajar salarios y recortar gasto público.
Lo que se necesita es un aumento de gasto público en infraestructuras que creen buen empleo, y subir los salarios, todo ello con el objetivo de estimular la demanda doméstica, el punto clave para salir de la crisis. Sin que ello ocurra, no habrá una recuperación estable y duradera. Continuar con estas políticas de austericidio –bajada de salarios y reducción del déficit a base de recortes y más recortes– es condenar a los países de la Eurozona a la continuación de una situación de elevado desempleo, precariedad y bajos salarios, que es lo que los gobiernos españoles han conseguido desde 2007.
Muestra hasta qué punto los establishments –las estructuras de poder- europeos han llegado en su dogma neoliberal a ignorar que el objetivo principal de cualquier intervención pública debería ser la mejora del bienestar y calidad de vida de las poblaciones, que España se presente hoy (como lo ha hecho la canciller Angela Merkel) como el modelo ejemplar que otros países deberían emular. España es hoy uno de los países de la UE-15 con la tasa de desempleo más alta de la UE-15 (junto con Grecia), con mayor nivel de precariedad, con menor protección social, con mayor pobreza infantil, mayor pobreza adulta y mayor pobreza entre los ancianos, mayor número de desempleados sin ninguna cobertura de seguro de desempleo, con mayor número de trabajos mal pagados e interinos, con salarios más bajos, con menor tasa de ocupación, con menor gasto público social en sanidad, en educación, en servicios sociales, en escuelas de infancia, en servicios domiciliarios, en transferencias públicas de ayudas a la familia. Y a todo ello, la estructura de poder financiero, económico, político y mediático, lo consideran ¡modélico!. Y luego se extrañan que la Europa que están construyendo esté creando una enorme insatisfacción y rechazo.
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