lunes, 20 de octubre de 2014

Jean Tirole y por qué debemos entender el poder del mercado

Matthew Lynn, El Economista

Si preguntase qué economista francés era más probable que ganara el premio Nobel de economía este año, la mayoría de la gente, de ocurrírsele algún destinatario, le habría respondido que Thomas Piketty, autor del éxito de ventas El capital en el siglo XXI. Sin embargo, el galardón le ha correspondido a Jean Tirole. Aunque Tirole es mucho menos conocido para el gran público, en realidad es un premiado mucho más merecedor.

El quid de su trabajo se ha centrado en el poder del mercado de las grandes empresas y cómo debe controlarse para que trabajen para los consumidores y no al revés. No es un asunto que llene tantos titulares como la desigualdad pero es mucho más importante.

En realidad, necesitamos entender el poder del mercado más que nunca, por tres motivos. Los gobiernos faltos de efectivo han vendido sus oligopolios naturales y necesitan control. Internet ha dado luz a una nueva estirpe de corporaciones con un poder abrumador. Y la globalización ha creado una serie contada de empresas mega caps y bancos que escapan al alcance de casi cualquier regulador nacional.

Estudiar regulaciones

Es fácil confundir el apoyo al mercado libre con el apoyo a los grandes negocios y es una trampa en la que caen muchos defensores normales de los mercados abiertos. Sin embargo, son dos cosas distintas. Desde que Adam Smith escribiera La riqueza de las naciones, prevenir el abuso del mercado ha estado en el corazón de la economía. Dejadas a sus anchas, las empresas crecen en exceso y acumulan demasiado poder, y en cuanto lo hacen levantan barreras de entrada que las protegen de la incomoda competencia nueva.

Tirole ha dedicado su carrera a estudiar la regulación de monopolios en sectores como las telecomunicaciones y la banca, mediante conceptos que incluyen la teoría del juego y contractual, para ayudar a los reguladores a diseñar mejores políticas para controlar a las corporaciones poderosas. Les ha exigido que abandonen las soluciones simplistas como los controles de precios y que también se resistan a diseñar regímenes regulatorios únicos que engloben diferentes tipos de empresas.

Al contrario, les pide que elaboren soluciones aptas para el sector en cuestión y basadas en un análisis de cómo funcionan las empresas que pertenecen a él. Su trabajo carece de grandilocuencia para los ideólogos de izquierdas y derechas pero Tirole se ha concentrado en las soluciones prácticas y en el análisis de por qué unas cuantas empresas han escarbado tanto poder de mercado. Hay tres motivos por los que su obra es más relevante que nunca.

Ola de privatizaciones

El primero es que todavía no hemos asumido la ola de privatizaciones que empezó con los gobiernos de Reagan y Thatcher en los años ochenta. Sectores enteros, como las telecomunicaciones, el agua, la electricidad, los aeropuertos y los trenes, monopolios por naturaleza o en los que sólo puede haber unos cuantos agentes, se han vendido al sector privado. La privatización fue, en muchos sentidos, un tremendo éxito y eso explica por qué, una vez empezada en Gran Bretaña y Estados Unidos, se generalizó en el resto del mundo.

Las empresas privadas eran mucho más dinámicas y ofrecían un servicio mucho mejor al cliente que las controladas por el estado. La situación tenía muchas ventajas pero también creó un grupo de oligopolios que no siempre ofrecen los mejores precios ni invierten todo lo que deberían en el futuro, ni tratan a sus clientes con toda la atención que haría falta. La competencia pura y dura no va a disciplinarlos porque en algunos sectores brilla por su ausencia, ahora y siempre. Pocas ciudades cuentan con dos empresas de agua y no muchas son lo suficientemente grandes como para tener más de un aeropuerto. La cuestión es cómo regularlas para que trabajen para los consumidores y no se limiten a embaucarlos.

Además, Internet parece el lugar idóneo para los monopolios. Google para las búsquedas, Amazon para los libros y cada vez más para otras áreas del minoreo, PayPal para los pagos, eBay para subastas, Apple para la música y los teléfonos, etc. La web escupe empresas con una cuota de mercado tan aplastante, tantos datos sobre sus clientes y tanto control sobre sus proveedores que parecen más poderosas que cualquier Estado. Tirole advierte de que mientras el mercado siga abierto no habrá problemas. De hecho, si las empresas web dominantes abusan de su posición, pueden encontrarse enseguida reducidas por una empresa nueva, más lista y audaz.

Gigantes de la web

Es el caso de los gigantes de la web, que disfrutan de un poderío breve que no dura mucho. Hace algunos años, nos preocupábamos por Microsoft y antes por IBM pero ninguna de ellas parece importar ahora. Aun así, debemos conocer mejor cómo han adquirido tanto poder esas empresas y si hay que hacer algo para mantenerlas bajo control. Por último, la globalización ha creado una serie de mega caps que escapan al control nacional. Pagan muy pocos impuestos y prestan poca consideración a las leyes locales. Si no les gusta algo, simplemente se trasladan a una jurisdicción más amable.

Los grandes bancos son un ejemplo de ello y parte de la obra más reciente de Tirole se ha centrado en la cultura de las bonificaciones, que sin duda sorprenderá a muchos como un ejemplo del fracaso del mercado. Puede que haya una clase de empresas que ya no operen en el sector público, como Standard Oil hace un siglo, que eran demasiado grandes y necesitaban romperse pero no puede darse siempre por hecho que sólo porque una empresa se gestione de forma privada y se enfrente a la competencia no va a necesitar regulación.

La economía no se ha ganado mucha gloria en los últimos años. No predijo la crisis financiera de 2008 y ha ofrecido pocas herramientas para arreglar el estropicio que dejó tras de sí. No obstante, hacer que los mercados funcionen con más eficiencia sigue siendo la mejor manera de garantizar el crecimiento y economistas como Tirole que estudien cómo lograrlo contribuyen mucho más que otros colegas más prominentes.

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