Emir Sader, Página 12
Los tiempos neoliberales no se han anunciado como buenos para la izquierda. Se han abierto con el fin de la Guerra Fría y la victoria del campo imperialista sobre el socialista, con la sustitución del modelo de bienestar social por el liberal de mercado. Como consecuencias, entre otras, el debilitamiento de la idea del socialismo, de las soluciones colectivas, de los partidos, del Estado, de los sindicatos, del mundo del trabajo.
Una derrota de dimensiones históricas para la izquierda, con el retorno de la hegemonía liberal, ahora con un proyecto global, tanto en el sentido económico, político, social e ideológico, como también en el sentido de ser globalizada, extendida a todas las regiones del mundo.
Las reacciones de la izquierda fueron diferenciadas. La socialdemocracia –empezando por la francesa y la española– encontró su forma de adhesión, contribuyendo decisivamente a la universalización del consenso neoliberal y a su extensión hacia América latina. Aquí, primero corrientes nacionalistas, como el PRI mexicano, después el peronismo con Carlos Menem, después la socialdemocracia, con Acción Democrática de Venezuela, el PS de Chile, el PSDB de Brasil, se han sumado a modalidades de neoliberalismo.
Los partidos comunistas sufrieron doblemente los cambios: el fin de la Unión Soviética –su referencia histórica fundamental– y la ruptura de la alianza con la socialdemocracia, por la nueva orientación política de ésta. El debilitamiento del movimiento sindical contribuyó además para reducirlos a una situación de aislamiento político.
La resistencia al neoliberalismo, en su auge en los años ’90, fue protagonizada sobre todo por movimientos sociales y por las fuerzas de izquierda que no habían adherido al neoliberalismo, cuya expresión más grande fue el Foro Social Mundial, en sus primeros años.
Cuando la crisis del neoliberalismo empezó a demostrar que su aliento era más corto de lo que se podría suponer, con las reiteradas crisis en los años 1990 –en el caso latinoamericano, la crisis mexicana de 1994, la brasileña de 1999, la argentina de 2001/02–, se planteó a la izquierda el desafío de la construcción de alternativas políticas, de gobierno, de disputa hegemónica con el neoliberalismo.
En ese momento, no toda la fuerza acumulada en la resistencia logró traducirse en fuerza política. Prácticamente sólo en América latina surgieron gobiernos que cuestionan el neoliberalismo y se plantean concretamente los desafíos de la construcción de proyectos posneoliberales. Son gobiernos que han sabido darse cuenta de que la línea divisoria esencial es el modelo neoliberal –la forma que asume la hegemonía capitalista en la fase histórica actual– y que la construcción de alternativas superadoras de ese modelo pasa por el énfasis en políticas sociales, en el rescate del rol del Estado y en los procesos de integración regional.
En la misma América latina, otros países, entre los cuales el caso de México es el más significativo, aun con la crisis del neoliberalismo y la crisis del capitalismo en el centro del sistema, la izquierda no encontró la fuerza política para ganar el gobierno. En un escenario de agotamiento evidente del modelo neoliberal, de crisis del capitalismo profunda y prolongada, la izquierda no tiene desempeño que la ponga a la altura de los desafíos actuales.
Difícil entender que, en medio de una crisis como esa, la izquierda europea se debilite y se fortalezca la extrema derecha. Es una paradoja, un enigma que la izquierda no logre avanzar en el marco del debilitamiento de la hegemonía imperial norteamericana en el mundo y del desgaste del modelo neoliberal y del mismo capitalismo.
También por ello hay que valorar más todavía a los gobiernos latinoamericanos que, aun recibiendo una herencia pesada y en medio de un capitalismo mundial en recesión profunda y prolongada, logran avanzar en la construcción de alternativas. Hay que aprender de sus experiencias, de sus avances y de sus errores, de sus conquistas y de sus contradicciones, para que la izquierda, en la era neoliberal, se valga de las condiciones históricas actuales y sepa construir alternativas concretas al neoliberalismo.
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