Andy Robinson, La Vanguardia
El número de redes de trueque ha pasado de cuatro antes de la crisis a 46 en el 2012. Syriza pretende que las nuevas redes presten el 20% de los servicios sociales
La isla de Siros, con su elegante capital de Ermoupolis, ya tiene moneda propia, una alternativa a la divisa que ha hecho tanto daño a la economía griega en los últimos años. Se llama el sano -siglas en griego que significan "moneda de trueque de Siros"- y vale exactamente una hora de trabajo. Cualquier trabajo, desde enseñanza hasta psicoterapia, desde fontanería hasta limpieza. Una red local de habitantes de la isla intercambian servicios -y algún producto- registrando sus transacciones digitalmente. "Mañana he quedado en trabajar tres horas en la parcela de una vecina despejando la maleza", dijo Nikolas Sachnikas, estudiante de Diseño de la Universidad de Agea en la isla, que hace un proyecto sobre las redes de trueque. "Tendré tres sanos en mi cuenta y ella tendrá un balance negativo de 3 euros", añadió.
Tras el éxito de las monedas alternativas en las ciudades de Volos y Patras en la península Helénica , donde miles de personas ya pueden intercambiar bienes y servicios básicos sin tener que recurrir al odiado euro, las redes ahora se van extendiendo por todo el país, desde Atenas hasta Creta, pasando por islas como Siros y Naxos. Antes de la crisis sólo había cuatro redes de intercambio alternativo en Grecia. Ahora hay 46. En algunas, como en Volos, Patras y Naxos, se ha creado una moneda física que puede usarse en mercadillos para aliviar problemas básicos mediante el intercambio de trabajo, comida o servicios médicos. Estas redes se conocen como sistemas locales de intercambio (LETS, por sus siglas en inglés). Otras redes, como en el caso de Siros, han creado bancos de tiempo en los que se intercambian servicios.
En Siros, una isla de 20.000 habitantes, el turismo -principalmente griego- ha caído el 30% en el último año y se ha recortado un 20% o un 30% el salario a los empleados públicos en la universidad y la administración regional. Y ahora empiezan los ajustes en la plantilla. Es un panorama cada vez más desolador. Pero en la mayoría de los casos, el sano no responde a necesidades primarias, sino que permite mantener algún gasto extra para la clase media. "Yo estoy dando clases de francés y recibo fruta y huevos de producción local o mermelada; no es para sobrevivir", dijo Filia Mildaki, psicóloga que participa en la red. Cada equis tiempo se celebran mercadillos de productos gratuitos.
El banco de tiempo en Siros "permite combatir el aislamiento del parado o el pensionista; conectando a la gente", dice Maria Roussou, administrativa de la universidad cuyo salario se recortó de 1.200 euros mensuales a 1.000 en el último ajuste. Roussou vive en el pueblo de Pagos, a 20 kilómetros de la capital donde cultiva la tierra. "A veces he incluido hortalizas en mi oferta del sistema del sano", dice. Para miles de griegos, estas monedas alternativas son un método menos frustrante de protestar contra la injusticia económica. "He protestado constantemente en los últimos dos años y, la verdad, estoy harta", dice Roussou, que estudió en Alemania. "El sano es una respuesta constructiva a la crisis".
"Las redes ayudan a suavizar el golpe de la crisis atendiendo a necesidades sociales que ya no se cubren ni en el sector publico ni en el privado", explica Giorgios Stathakis, diputado del partido de izquierdas Syriza, uno de los impulsores de las redes de trueque y las monedas alternativas desde su cátedra de Ciencias Económicas en la Universidad de Creta. Pero son más que una medida anticrisis provisional, añade. "Eso va más allá de una respuesta de supervivencia; puede ser una forma de complementar el Estado de bienestar; en Syriza creemos que un 20% de los servicios sociales pueden proporcionarse mediante las redes". Syriza, el favorito para ganar las próximas elecciones en Grecia, ya prepara legislación para crear un marco jurídico para las redes de trueque y monedas paralelas.
En las 227 islas griegas habitadas, la economía de trueque no es un invento nuevo. "Estamos intentando intercambiar cosas como hacían nuestros abuelos", dice la psicóloga Filia Mildaki. No será fácil recuperar el pasado, advierte Stathakis. "Hace 40 años, el 30% del intercambio de servicios en esas comunidades se hacía sin dinero; mi abuela era médico en Creta y jamás le pagaban con dinero, sino con huevos o queso", dice. "Luego en los años 60 todo cambió; llegó el turismo, las rentas de las familias se dispararon y ahora poco se recuerda; estamos empezando desde cero".
Pero en las islas más remotas sí existe un enlace entre pasado y presente, según el escritor Roger Jinkinson, residente de la pequeña isla de Karpathos y autor del libro Tales from a Greek island: el trueque vuelve a desempeñar un papel crítico en la comunidad. "Los jóvenes ven que no hay posibilidades de encontrar trabajo ni aquí ni en el extranjero; de modo que cultivan la tierra, cazan cabras montesas y pescan. Y el excedente se intercambia", explicó. "Las alcachofas se reparten entre los que no tienen tierra. Los higos y la fruta de la chumbera se reparten en el cafeneion (cafetería). Son viejas costumbres, pero recobran importancia ahora".
En Creta se han establecido cuatro redes de trueque. En Ierapetra, más de 300 personas utilizan ahora la nueva moneda kaereti (significa "ayuda sin beneficio" en el dialecto de Creta). Un kaereti vale un euro pero no es convertible. La red del kaereti permite el intercambio de productos como pescado, hortalizas locales, muebles de madera, jabones, chocolate casero y servicios como reparación eléctrica, fontanería, jardinería, diseño gráfico, asesoramiento jurídico o contabilidad. Se empiezan a incluir servicios de cuidar a gente mayor o enferma e incluso servicios médicos.
Mientras, en Siros, hay planes para juntar el sano con las monedas en otras islas, como Naxos y Tinos. Si ocurre, "el resultado sería el kano, la moneda en serie", dijo Roussau. Muchos albergan dudas. "¿Para qué serviría una moneda única para las tres islas?", se pregunta Sachnikas. Y es que en Grecia -sacrificada en el altar de la unión monetaria europea-, el ámbito local ya es el único espacio en el que uno se siente medianamente seguro.
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