Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
lunes, 20 de febrero de 2012
Por su propio bien, Grecia tiene que declararse en quiebra
Costas Lapavitsas, Viento Sur
Los implacables programas de austeridad impuestos a Grecia, en el interminable ciclo de la renegociación de la deuda, no terminarán mientras Atenas no se dé cuenta de sus dificultades y anuncie de forma democrática y soberana la suspensión de pagos.
Este fin de semana, al no poder llegar a un acuerdo, se han suspendido las negociaciones para la reducción de la deuda griega. Parece evidente que en un próximo futuro Grecia deberá anunciar su quiebra.
Ahora bien, el drama que rodea las conversaciones entre Atenas, Paris y Berlín muestra que los griegos no encontrarán ninguna ayuda. Es la despiadada respuesta planteada por la llamada troika: la Unión Europa, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
En ningún momento se han tomado en consideración los intereses y derechos de los pueblos europeos. Las negociaciones son secretas y Grecia, cuyo gobierno está dirigido por un banquero no electo, está representada por un equipo de políticos y tecnócratas que son los que han hundido al país en la crisis. Los acreedores de Grecia están representados por el autodenominado portavoz de los bancos acreedores, el Instituto Internacional de Finanzas.
La troika ha aceptado la necesidad de reducir la deuda a niveles aceptables, pero quiere que esa reducción sea voluntaria. De lo contrario, si los acreedores se sienten coaccionados, Grecia podría ser declarada formalmente en quiebra y la crisis se extendería a los bancos y los mercados financieros.
La troika también desea que la reducción se dé en términos que permitan otorgarle nuevos créditos y que la deuda en manos de instituciones oficiales, incluso el BCE, se mantenga intacta. Pero la cuadratura del círculo es imposible.
La deuda en cuestión es de 200 billones de euros (246 billones de dólares). Cerca de la mitad pertenece a los griegos -bancos, fondos de pensiones y otros-, que van a ser los primeros que van a pagar el costo del recorte; algo menos de una cuarta parte pertenece a la banca internacional y una buena parte del resto a los fondos de inversión libre (los hedge funds).
El acuerdo propuesto por la troika está guiado por los intereses de los acreedores, en particular los de la banca internacional. El valor de la deuda será reducido en un 50% y la deuda restante será sustituida por nuevos bonos a largo pazo y a un interés bajo, puede que incluso por debajo del 4%.
Las pérdidas de la banca internacional no serán grandes pero, incluso así, están intentando obtener tasas de interés más altas. El mayor peso va a recaer sobre los bancos griegos que, efectivamente, podrían quebrar. Es la razón por lo que el Estado griego está buscando desesperadamente nuevos créditos, a fin de recapitalizar su banca. De ese modo, buena parte de la esperada reducción de la deuda se quedaría en nada. Los fondos de pensiones griegos y los titulares de bonos, también sufrirían fuertes pérdidas que se traducirían en pérdida de pensiones y ahorros.
Mientras tanto, los fondos de inversión libre están comprando la deuda griega a bajo precio con la esperanza de que será reembolsada más o menos en su talidad. Como Grecia debe de pagar 15 billones de euros de la deuda en marzo, una parte importante de los impuestos europeos irá a parar a manos de estos buitres. Los especuladores podrían ser obligados a aceptar un acuerdo aplicando la ley griega, pero si la reducción no es voluntaria, se podría generar una reacción en cadena en los mercados financieros.
Lo peor del acuerdo es que, a largo plazo, no beneficia a Grecia. El plan original era reducir la deuda al 120% del PIB para el 2020, pero los programas de "rescate" han conducido al país a una verdadera depresión. Ahora el FMI piensa que la deuda será mucho mayor en 2020; insostenible. Y está buscando reducciones más fuertes, pero el precio a pagar son mayores cortes en salarios, pensiones y gasto público. La repercusión social de tales medidas para un país ya en dificultades, podrían ser terribles.
Está claro que Grecia no puede esperar mucho del proceso de reducción de la deuda planteado por la troika. Debe hacerse cargo de su propia situación abandonando la farsa de los recortes voluntarios. Para ello, es preciso que declare la quiebra de forma democrática y soberna y, de forma inmediata, deje de pagar la deuda.
Hecho esto, tendría que auditar la deuda para decidir qué parte pagar y cómo. El objetivo debería ser restablecer el crecimiento económico y evitar la quiebra de los servicios sociales básicos. Sin duda, es necesario cancelar la deuda y que las negociaciones con los acreedores se den con luz y taquígrafos. Sólo a partir de ahí se podrá empezar a cerrar esta espantosa historia y la sociedad griega podrá dar los primeros pasos en el largo camino hacia su recuperación.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Esta enfermedad griega, puede ser contagiosa, he ahi porque todos estamos tan expectante, acerca de su situacion, no deja de ser penosa esta realidad,
ResponderBorrar