miércoles, 27 de abril de 2011

La gran trampa de la deuda europea


Un año después de que Grecia solicitara el socorro financiero, la Eurozona sigue empantanada en la crisis de su deuda soberana y a niveles cada vez más alarmantes. Para Grecia, el costo de la deuda a tres años llega al 21% anual, lo que significa que por cada préstamo de 10 millones de euros, debe pagar 2,1 millones de euros en intereses. Es una locura inaceptable pero es la gran trampa en la que han caído estos países al aceptar que el costo de esta deuda quede al arbitrio y el capricho del mercado. Como la pandemia no termina aquí y pronto llegará a Irlanda, Portugal y a los países que siguen en la lista como España, Bélgica, Italia y Francia, habrá que ver qué dicen los grandes defensores de este modelo.

Grecia obtuvo en mayo un préstamo por 110.000 millones de euros, Irlanda en noviembre un préstamo por 85.000 millones de euros y Portugal pidió oficialmente un rescate hace dos semanas que llegará a los 100.000 millones de euros y que estará listo para mediados de mayo. Sin embargo, pese a estas importantes inyecciones de liquidez, las dificultades persisten. En Grecia, a la creciente deuda se suma ahora una profunda recesión que impedirá al Estado reembolsar sus créditos. Asimismo, la situación de los bancos en Irlanda sigue siendo objeto de inquietud, y lo mismo con Portugal y otros países de la periferia europea como España y Bélgica, los próximos blancos de los especuladores. El costo de la deuda soberana para España (en la gráfica) se mantiene en su nivel más elevado de los últimos tres años.

La actual crisis adquiere consecuencias políticas y sociales cada vez más visibles, como lo demuestran las protestas contra los programas de austeridad que se extienden a lo largo de toda Europa, o las fisuras que se abren entre los gobiernos del sur y el norte sobre el nuevo sistema de solidaridad financiera. Desde hace un año la zona euro lucha por crear un mecanismo de defensa que le permita luchar contra los especuladores y defenderse frente a la crisis de la deuda, pero todos estos esfuerzos han resultado estériles dada la gran falta de voluntad política para asestar un duro y decisivo golpe a los especuladores del mercado. Ha sido esta debilidad la que ha sumido a la economía europea en un largo letargo, que la tiene en las puertas de iniciar un lento y doloroso descenso a los infiernos.

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