Antes que se diera inicio a la gran crisis financiera en agosto de 2007, vivíamos uno de los más crudos rebrotes inflacionarios con las alzas desproporciadas del trigo, el arroz, el maíz y la leche. La demanda por estos productos alimenticios que impulsaron China e India desde fines de 2006. provocó un desequilibrio que elevó los precios a las nubes. La FAO llegó a temer una crisis alimentaria global, y culpaba a la ONU por no haber tomado previsiones. El posterior desplome de la economía mundial, con su caída general de la demanda, condujo a un repliegue en los precios de los alimentos. Un repliegue que en algunos casos se hizo excesivo.
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