La crisis económica está provocando la caída de los Gobiernos de la Europa del Este acorralados en turbulencias financieras y protestas populares. Los elevados déficit públicos y las abultadas deudas externas de muchos de los países de la región no dejan margen de maniobra para elevar el gasto y las inversiones y contrarrestar los efectos de la crisis.
Lo que ocurre en esta región es muy similar a la crisis sufrida por América Latina en los años ochenta y en Asia en los noventa, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) tenía que salir al rescate de esas economías, mientras sus Gobiernos caían uno tras otro. Rumania se ha convertido hoy en el tercer país de la zona que recibe ayuda de urgencia del FMI, en colaboración con la UE y el Banco Mundial, en forma de préstamos por 20.000 millones de euros. Hungría ha recibido ayudas por otros 25.000 millones y la pequeña Letonia, por otros 10.000 millones. En la cumbre europea celebrada la semana pasada, la UE duplicó el límite máximo del mecanismo comunitario de ayuda financiera a las economías del Este hasta llegar a los 50.000 millones, lo que indica que la cuota fue consumida.
Mientras algunos Gobiernos piden ayuda, sus rivales políticos piden elecciones adelantadas. "Lo que ha derrumbado al Gobierno checo no ha sido en realidad la crisis económica, sino que la oposición quiere ahora perjudicar de forma especial al partido del primer ministro Mirek Topolanek de cara a las elecciones europeas de junio", afirma Jiri Pehe, director de la Universidad de Nueva York en Praga, y uno de los analistas más reputados del país, que además preside este semestre la Unión Europea.
La corona checa cayó ayer, un día después de que el partido del primer ministro, Mirek Topolanek, perdiera una moción de censura presentada por la oposición socialdemócrata por su gestión de la situación económica. La República Checa se enfrenta a la crisis con mayor solidez, en principio, pero si algo está demostrado este tsunami financiero es que nadie está a salvo de la recesión.
Otra víctima es el primer ministro húngaro, en el ojo del huracán desde mucho antes del inicio de esta crisis porque su gestión no consiguió que el país creciera al ritmo de sus vecinos, ni en los buenos tiempos. Ahora, Ferenc Gyurcsany ha decidido dimitir porque considera que puede ser un obstáculo para la recuperación económica.
Pero el récord de la inestabilidad está en manos de Letonia, que acaba de formar su 15º Gobierno (una coalición de seis partidos) desde principios de los noventa. Esta república báltica, que creció un 50% entre 2004 y 2007, es el país del Este más afectado por la crisis: su producto interior bruto caerá un 12% este año y el paro amenaza con llegar al 50% de la población activa.
Son las primeras señales de alarma. El tsunami financiero arrasa el Este y sus ciudadanos parecen cada día más indignados. El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, ya advirtió que la crisis amenaza con provocar disturbios sociales, que ya se han producido de forma considerable en Letonia, Lituania, Bulgaria, República Checa y Hungría.
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