América Latina será duramente golpeada por el declive económico mundial. El dramático deterioro de las condiciones macroeconómicas en muchos de los principales destinos de las exportaciones de la región, en particular Estados Unidos, lesionarán al sector exportador. El derrumbe de precios de los suministros atacará las condiciones de liquidez en muchos países que en gran medida dependen para su financiamiento de los ingresos de ese comercio.
La reducción en el consumo, conforme disminuye la disponibilidad de crédito para los hogares y se debilita la inversión fija total. En consecuencia, prevemos que el crecimiento de la región caiga de 4% en 2008 a 0.4% en 2009, con apenas una moderada recuperación debajo de 2% en 2010. Los riesgos en la región se mantienen en el lado negativo, sobre todo debido a preocupaciones en el aspecto financiero.
En años pasados, varios países latinoamericanos han adoptado mejoras en políticas que han elevado la calificación del crédito a largo plazo. Muchas de las economías más grandes operan ahora regímenes de paridad flexible y han acumulado significativas reservas en divisas, y muchas han reducido también el déficit fiscal y los pasivos en el exterior. Sin embargo, la crisis global ha elevado los riesgos para la estabilidad financiera. Los inversionistas escasos de efectivo han retirado inversiones en divisas extranjeras, y los flujos de IED se reducen conforme las empresas de países de la OCDE tienen que consolidarse y por tanto han aplazado sus planes de expansión.
Dado que muchos bancos locales son propiedad de estadunidenses y europeos, los problemas de las empresas matrices afectan la operación normal de sus subsidiarias e incrementan su renuencia a extender nuevos créditos. Algunas corporaciones que se enredaron en especulaciones con derivados se han visto forzadas a retirar sus capitales con grandes pérdidas. Además, la confianza en la estabilidad financiera interna no está bien arraigada en la mayoría de los países latinoamericanos, lo cual los hace particularmente vulnerables a la fuga de capitales en una época de extremada aversión al riesgo.
La moratoria en el pago de la deuda por Ecuador, en diciembre del año pasado, y la nacionalización de los fondos de pensiones en Argentina pusieron de relieve el riesgo de políticas contrarias a los intereses de los inversionistas locales e internacionales. Desde fines de junio, incluso las divisas de México, Brasil, Chile y Colombia, cuyo manejo de políticas es más ortodoxo, han sufrido fuertes devaluaciones frente al dólar.
Los sucesos de meses recientes, como la rápida depreciación del real, han dejado en claro que Brasil no es inmune a la creciente aversión global al riesgo. Esa depreciación, exacerbada por pérdidas sufridas por el sector privado en el mercado de derivados extranjeros, ocasionará una liquidez interna más restringida y condiciones de crédito más severas. Prevemos que el crecimiento del PIB de Brasil disminuya de un 5.3% estimado en 2008 a 0.8% en 2009, por un agudo descenso de la inversión, del consumo privado y de las exportaciones.
En México se anticipa una contracción del PIB de alrededor de 1.4% en 2009, respecto de un débil crecimiento de 1.8% en 2008, y hay sustanciales riesgos de que el pronóstico para 2009 se reduzca aún más. Esta situación refleja sobre todo el debilitamiento del mercado de EU, destino de más de 80% de las exportaciones mexicanas. El paquete de estímulos planeado por el gobierno es demasiado pequeño para compensar el impacto de esta sacudida. Las inquietudes sobre la inflación han persistido conforme ésta se fue elevando durante 2008 y llegó en diciembre a su nivel más alto desde 2001, impulsada primero por el encarecimiento de alimentos y energéticos y, hacia fin de año, por la depreciación de la moneda. Por eso el Banco de México no había bajado las tasas de interés en la segunda mitad de 2008, si bien el continuo deterioro del ambiente macroeconómico (y una moderada reducción de la inflación en enero) condujeron a bajar 50 puntos base a 7.75% a mediados de enero, y es probable que haya nuevas reducciones durante 2009.
En Argentina se agotó el periodo de boyante expansión económica impulsado por la recuperación de la crisis de 2001 y estimulado por un fuerte gasto público. Se prevé que el crecimiento se reduzca en 2009 a apenas 0.5%, con lo cual el PIB real per cápita caerá por primera vez desde 2002.
El poder de compra del consumidor ha sido erosionado sustancialmente por un aumento masivo de la inflación, lo cual afectará el consumo privado. La reducción de los mercados de productos agrícolas también producirá una liquidez doméstica más débil. El fin del auge de la construcción residencial, la reducción de la inversión privada y las débiles perspectivas dentro y fuera del país conducirán a una severa contracción en la inversión fija total. Entre tanto, el paquete de estímulos del gobierno, equivalente a 2% del PIB, tendrá un débil efecto. El consumo público y el crecimiento de la inversión también se reducirán en 2009, y las restricciones energéticas serán un lastre al crecimiento.
En Venezuela se piensa que la reducción de precios del petróleo, junto con un clima de inversión adverso, desatarán una aguda recesión después del auge impulsado por el petróleo en años recientes. Es probable que el gobierno devalúe el bolívar en 2009 para impulsar el valor de los flujos de ingresos en moneda local, lo cual impulsará la de por sí alta inflación, erosionará los ingresos y reducirá el poder de compra. El único componente del PIB que se mantendrá en territorio positivo será el gasto gubernamental. La inversión fija se contraerá agudamente y la producción petrolera seguirá en descenso, ante la insuficiente inversión en el sector energético. Prevemos una contracción del PIB de 3% en 2009 y de 5.4% en 2010, y es improbable que el crecimiento se reanude antes de 2012.
Y así decían que América Latina estaba blindada frente a la crisis y en mejores condiciones que nunca para enfretar el tsunami.
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