La inyección de 700.000 millones de dólares aprobada por la Cámara de Representantes al sector financiero de EEUU no aliviará la tensión en los mercados. Está claro que la crisis tiene para rato y que su propagación amenaza con dejar a millones de desempleados y seguir ampliando la brecha entre ricos y pobres como ha sido la tónica de 30 años de neoliberalismo.
La caída de grandes bancos en EEUU (Bear Stearns, Washington Mutual, Wachovia) y Europa (Northen Rock, Bradford & Bingley, Fortis) ha llevado la crisis a un nivel mundial sembrando la desconfianza y haciendo que los planes de salvamentos sean insuficientes. Los rescates y compras millonarias de los bancos está llevando la concentración del poder económico a niveles asfixiantes. Y si bien nadie sabe con certeza cuan profunda será la crisis que viene (ver entrevistas), lo único claro es que el mundo quedará mucho más polarizado que antes.
Las corridas bancarias que han elevado el valor del dólar pues los inversionistas de AFP prefieren asegurar sus fondos antes que se desvanezcan en el mercado. Esta auténtica corrida -la madre de todas las corridas financieras- es la respuesta al pánico que ha provocado el sistema financiero en su opción al dinero fácil y los capitales golondrina que hundían o subían países enteros.
Ahora viene la venganza. Nadie cree ni quiere creer en la banca mundial. Y los US$700.000 millones caerán nuevamente en manos de los pirañas que se los tragarán en un abrir y cerrar de ojos.
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