El anuncio de un plan de rescate por 700.000 millones de dólares para detener el colapso de los sistemas financieros genera críticas y dudas cada vez mayores sobre si darán solución al problema. Los números en rojo de la macroeconomía estadounidense se están devorando no solo a Wall Street sino a los propios postulados del modelo económico neoliberal promovido por el FMI y el Consenso de Washington.
Para frenar el pánico se han abandonado los principios del libre mercado en lo que algunos empresarios y políticos califican no como una metamorfosis del modelo sino de mero paréntesis.
La zona cero de la economía mundial pretende levantarse a costa de los contribuyentes en el mismo juego en el cual estos fueron derrotados. Por ello es que las medidas generan profundo escepticismo más aún cuando se ha socorrido a los grandes bancos sin dar ayuda a las cuatro millones de familias que perdieron sus hogares.
Esta preocupación se vincula también a la cercanía de las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre. La percepción entre los electores de que este esquema, tal como se ha señalado, socializa las pérdidas pero privatiza las ganancias, puede producir un efecto no esperado en las urnas pues gran parte de los contribuyentes de EEUU operan de un modo u otro en el mercado bursátil, sea a título personal o a través de sus fondos jubilatorios, que invierten en Bolsa cerca de dos tercios de sus haberes. El peso financiero de ese sector se estima en unos US$ 5 billones.
Por otra parte, nadie puede asegurar que la mayor debacle financiera desde la Gran Depresión, no signifique la quiebra de la mayor economía del planeta.
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