Y Bean no habló a la pasada. Su sermón fue nada menos que en uno de los templos del modelo: la conferencia anual de los responsables de los bancos centrales realizada ayer lunes en Wyoming (EEUU). En declaraciones divulgadas por la BBC, dijo que cada vez que los mercados parecen recuperarse, "otra granada" explota.
La vaguedad con que hablan estos verdaderos genios sorprende. Bean estima que el crecimiento económico mejorará el año próximo y la inflación bajará, siempre que haya una estabilización en los precios del crudo y los mercados del crédito (con estos supuestos, era que no) "Parece que la crisis va a durar aún un tiempo más largo", resaltó, calificando el ambiente en la conferencia de Wyoming de una "considerable cautela para el año próximo".
Lleno de lugares comunes, Bean aún realizó un último esfuerzo para augurar que "el mensaje más importante que le podemos decir a la gente ahora es que la crisis llegará a su fin"..., pero sin dar cuenta del cuando, el cómo, y a qué costo..., y menos aún explicar qué entiende por "fin"... ¿ese "fin" justifica los medios para que la crisis enarbole toda su furia?
Al respecto, se me viene a la mente uno de los manifiestos de los tiempos clásicos que induce al sentido de la "orientación" frente a un terreno nuevo:
"los viajeros que, encontrándose perdidos en algún bosque, no deben errar, tomando primero en una dirección y luego en otra, ni mucho menos detenerse en un punto, sino marchar siempre lo más rectamente que puedan en una misma dirección y no cambiarla por ligeras razones aun cuando al comienzo haya sido sólo el azar el que los haya determinado a elegirla; pues de este modo, si no van exactamente a donde desean, llegarán al menos finalmente a alguna parte donde estarán probablemente mejor que en el medio del bosque".El bosque, para los tiempos cartesianos, era una metáfora sutil al desconocimiento, al "estar perdido", ajeno de sí, por tanto la perdición era un estado transitorio y superable. La perdición, no obstante, ha pasado a ser el estado en que nos hallamos inmersos y al que nos conducen inexorablemente y sin superación, los jerarcas de la lógica política y el entramado económico. Estamos perdidos en manos de supuestos erróneos, y de una teoría económica que se encuentra, como nunca antes, totalmente a la deriva.
(Descartes, Discurso del Método, tercera parte).
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