lunes, 7 de julio de 2008

El sombrío panorama de los ministros del desastre

La economía chilena sigue marcando el paso gracias a las políticas de Velasco y De Gregorio. Ahora el ministro Pérez Yoma manda a "apretarse los dientes", cuando hasta hace poco, para Velasco, la economía chilena estaba "fuera del alcance del problema", "con el barco bien estibado", mientras De Gregorio cree que resuelve el drama de la inflación elevando la tasa de interés, como si con eso bajara automáticamente el precio del petróleo. La falta de visión y de sentido es brutal. Y eso no es todo: al primer culpable de aceptar el modelo heredado por la dictadura se le ocurrió nominar a Ingrid Betancourt para el Premio Nobel de la Paz. Este ya está en otra, de tanto viaje por el mundo, que ni sabe de los problemas reales. Es el colmo.

Chile es el país que acumula la inflación más alta de la región: 9,5% y el crecimiento más malo: 2%, por lo que estos señores están reprobando en toda la línea. Perú, Argentina, Brasil, nos ganan por goleada. La falta de liderazgo es patética. Deberían tirar ideas para menguar el tema energético, que es más serio de lo que piensan y transmiten: abundantes ciclovías para los ciclistas, locomoción electrica o a gas como ya existe en Perú, desarrollo de la energía solar, etc. Pero nada!.

El tema de la inflación es grave pues la UF ya sube un 10% y la experiencia muestra que se puede generar una mora general de pagos como en España o USA, por lo que ya habría que estar tomando medidas para ello, como impedir los remates de viviendas, pues mal que mal constituyen los ahorros de la gente. El colapso de la construcción es algo que viene y está en silencio. El fierro ha subido un 50% en los últimos meses y vamos en el tercer accidente por "ahorro" del metal.

El liderazgo internacional debería buscar la regulación de los flujos financieros; aplicar impuestos a las ganancias excesivas; evitar la concentración de capital que sólo sirve para especular y crear burbujas que cuando revientan perjudican a los más pobres; evitar, a toda costa, que el capital financiero se coma al capital real y al capital humano. Y todo esto con urgencia: antes que sea demasiado tarde y el neoliberalismo nos devuelva a la época de las cavernas.

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