Y al compararlas, por cierto que vemos que somos una pequeña costra en medio de la inmensidad que hemos pretendido dominar. Si bien la tecnología actual nos permite realizar un profundo seguimiento de los hechos, nada hizo posible detectarlo o evitarlo, pues frente a eso no somos nada. La naturaleza vuelve a recordarnos que somos débiles criaturas y que el paso de la raza humana por el planeta es breve y transitorio. No nos damos cuenta que formamos parte de sistemas más grandes y complejos, y que en todos nuestros poderes decisorios nunca podremos tener la última palabra. La pretensión humana en relación al dominio del cosmos es tan frágil como las claves que la sustentan.
Para nada hemos construido un planeta del cual podamos sentir orgullo como especie. Para nada podemos considerar que lo defendemos y que merecemos estar en él. Podemos desaparecer tal como les ocurrió a los dinosaurios, con la diferencia que no quedaría nadie para contarlo.
El que mil familias de la zona estén a la deriva, y no puedan regresar a sus casas a buscar documentos y recuerdos, hasta quizá en 10 años (el daño al ecosistema puede tomar hasta 30 años en recuperarse) pone en el tapete lo transitorio, lo efímero de la existencia, y ello debiera hacernos pensar sobre la fragilidad de nuestra vida. Más aún cuando un daño mayor se está produciendo en Argentina, y esto sin contar a los cien mil muertos, esta vez por el huracán que arrasó con Myanmar, la ex Birmania, al otro lado del mundo. La naturaleza silenciosa se hace presente y nos recuerda que somos mucho menos que el producto de nuestros sueños.
ya lo ha dicho el gran werner herzog, en imagenes y palabras.
ResponderBorrarPor tanto concluyamos que sí, en realidad "la vida imita al arte".
jose luis A.