Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
lunes, 1 de septiembre de 2025
Estados Unidos, la guerra de Ucrania y la posición de los países europeos
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Dos semanas después de la cumbre entre el presidente Trump y el presidente ruso Vladimir Putin, se han producido pocos avances claros hacia el fin de la guerra. Los frustrados asesores de Trump sostienen que la culpa debe recaer en los aliados europeos, y no en Trump ni siquiera en el presidente ruso Vladimir Putin”, afirma un artículo publicado esta semana por Axios, el medio que está distinguiéndose por ser el utilizado por el trumpismo para filtrar aquello que desea dar a conocer. Las dos cumbres norteamericanas, la de Alaska con Vladimir Putin y la de la Casa Blanca con Zelensky y su sequito de protección europea, fueron presentadas como pasos clave a la hora de articular cuál puede ser la forma en la que se consiga el final de la guerra. Sin embargo, la dificultad del conflicto y la incapacidad de los actores occidentales de comprender que no tienen la capacidad de imponer sobre Rusia una resolución en la que se le ofrezcan ciertas concesiones territoriales –fundamentalmente el territorio que ya tiene-, pero tenga que aceptar la presencia militar de países de la OTAN en una frontera altamente militarizada dificulta cualquier avance. En realidad, la cumbre de Alaska solo fue una primera toma de contacto sobre la que la mediación estadounidense tendría que construir un proceso de negociación que, ante las exigencias encontradas de las partes implicadas directa e indirectamente, aún no ha iniciado. Uno de los motivos de ello es la férrea postura de los países europeos, sobre los que según la visión de Washington ha de recaer el coste y la organización del día después de la guerra.
“Durante meses, ha sido evidente que los líderes europeos prefieren que la guerra continúe. Lo han dicho y actuado así. Están presupuestando una guerra más larga y actúan como saboteadores de las deficientes iniciativas de paz. La única incógnita es: ¿qué esperan ganar?”, se preguntaba la activista Almut Rochowanski, habitual comentarista de esta guerra y miembro del Quincy Institute, que apuntaba a una posición que ha sido obvia desde antes de la llegada al poder de Donald Trump. El motivo de las reticencias diplomáticas de los países europeos también ha sido claro: un acuerdo de resolución vinculante y que consolidara pérdidas territoriales, condicionara la seguridad europea a una arquitectura que no fuera dictada directamente por Bruselas –con apoyo de Washington- y que volviera a admitir a Rusia como un país más del continente sería una derrota estratégica en una guerra que fue calificada en 2022 como existencial para la UE.
“La cuestión principal es que, desde el primer día, todo esto fue pose y relaciones públicas, no diplomacia ni estrategia serias, y sigue siendo así. Insistir en otra cumbre prematura e inútil ahora es tan poco serio como un decreto que prohíba las conversaciones con cualquier persona”, escribía Rochowanski unos días antes en referencia a la insistencia europea de una absurda cunmbre entre presidentes como prerrequisito para iniciar la diplomacia, una excusa más para tratar de perpetuar la idea de la solución militar como únca vía posible de resolución del conflicto. No recuerdo ningún proceso de paz en el que una de las partes (o más bien, los no exactamente aliados de una de las partes) haya dedicado tanto tiempo y esfuerzo a elaborar detalles técnicos específicos de un acuerdo hablando sólo consigo mismos y nunca con la otra parte”, añadía como reacción a una información según la cual los países de la Coalición de Voluntarios, la iniciativa de Francia y Reino Unido, enviarían un contingente europeo de tropas con cobertura estadounidense tras el alto el fuego. La propuesta no se ha debatido con Rusia ni tiene intención de hacerse, ya que imponer hechos consumados que Moscú tenga que aceptar es su principal objetivo. El hecho de que esa postura hace imposible un acuerdo con Rusia no es un lastre, sino un activo para quienes tratan de consolidar este plan y que, en el pasado, han admitido que la paz podría ser más peligrosa -para ellos, evidentemente no para la población ucraniana que dicen defender- que la guerra.
Según The Telegraph, los países europeos planean una defensa de tres capas en la que sus tropas se encontrarían en la posición más segura, la tercera linea tras el ejército ucraniano y un contingente de países neutrales. Turquía, otro país de la OTAN, realizaría una misión de seguridad –y vigilancia- en el mar Negro, mientras que las potencias occidentales comenzarían a imponer una zona de exclusión aérea que, empezando por el oeste del país, cubriría gradualmente todo el territorio para impedir ataques rusos y permitir la reanudación del tráfico aéreo. El plan, camuflado en retórica de paz y reconstrucción, tiene grandes similitudes con el Sky Shield, avalado por algunas de las grandes figuras belicistas del continente. A esas medidas de presencia extranjera habría que añadir la militarización del país a base del aumento del flujo de suministro de armas y la participación estadounidense.
El diario británico presenta como altamente posible que Washington suministrara inteligencia para la misión de pacificación -además de la ya mencionada cobertura aérea, imprescindible para la viabilidad militar de la misión y que ya se da por hecha- y anuncia que se está negociando otorgar a la OTAN o a Estados Unidos el mando militar de la misión. A esta quimera europea hay que sumar las intenciones norteamericanas. The Telegraph afirma haber tenido también acceso al plan estadounidense que, presentado por Steve WItkoff, prevé la privatización de parte de las garantías de seguridad y propone la introducción de empresas militares privadas para construir fortificaciones y asegurar los intereses económicos de Estados Unidos. Militarización, privatización y perpetuación del conflicto serían las consecuencias más previsibles de la puesta en marcha de este plan, que solo podría hacerse por la vía unilateral, ya que no habría más opción de aceptación por parte de Rusia que una derrota militar en la que ya solo pueden creer quienes no han prestado atención al desarrollo de la guerra.
La postura europea de preferir la continuación de la guerra a una paz que se produzca por medio de un acuerdo con Rusia, entendido como algo que se produciría a costa de los intereses europeos, es clara y parece que comienza a preocupar en la Casa Blanca. Washington, centrada en la economía, está a punto de conseguir todos sus objetivos y ha logrado imponer un esquema de suministro de armas a Ucrania que le garantiza importantes beneficios por los que está dispuesta a colaborar en las garantías de seguridad que exigen los países europeos que se otorgue a Ucrania para conseguir un alto el fuego. Con la guerra y con su presión a los países europeos, Trump se ha garantizado concesiones económicas de la UE y de Ucrania y, sobre todo, que la ruptura continental implique expulsar a Rusia del mercado energético europeo en favor de los productos estadounidenses. El último paso es conseguir que los países europeos apliquen sanciones secundarias a países como India y China por continuar adquiriendo petróleo ruso y la prohibición definitiva de la adquisición de energía rusa, aspectos que, según Axios, la Casa Blanca está exigiendo actualmente. La exigencia es curiosa, ya que tendría consecuencias importantes. Como publica esta semana Business Today, “Estados Unidos ataca a India a raíz del petróleo ruso, pero Ucrania funciona con diésel indio refinado de él”.
La presión estadounidense no se limita a las cuestiones económicas y energéticas, sino a la necesidad de apostar por la paz, algo que desde Washington no se percibe en los países europeos. “Altos funcionarios de la Casa Blanca creen que algunos líderes europeos están apoyando públicamente los esfuerzos del presidente Trump para poner fin a la guerra en Ucrania, mientras que, en silencio, intentan deshacer los avances logrados entre bastidores desde la cumbre de Alaska”, afirma Axios señalando lo evidente e insistiendo en que “oficiales de alto cargo de la Casa Blanca están perdiendo la paciencia con los líderes europeos, a quienes acusan de presionar a Ucrania para que se mantenga firme a la espera de concesiones territoriales rusas poco realistas”.
A juzgar por lo publicado por Axios, la Casa Blanca comienza a ver que la postura europea es una de las dificultades para lograr el fin de la guerra. El problema para Washington es saber qué hacer al respecto. “Quizás ninguna de las dos partes de esta guerra esté preparada para ponerle fin por sí misma. El presidente quiere que termine, pero los líderes de estos dos países necesitan que termine y deben querer que termine también”, afirmó la portavoz de la administración estadounidense, admitiendo implícitamente que las constantes declaraciones de Trump sobre la voluntad de Rusia y Ucrania de poner fin al conflicto no se ajustan a la realidad. Quizá perdida ya la presión del tiempo al constatar que la paz no llegará a tiempo para que Trump pueda jactarse de ello en su campaña para el Nobel de la Paz, la Casa Blanca parece amenazar con no hacer nada y esperar a que Rusia y/o Ucrania muestren más flexibilidad y apertura a la paz. En esa coyuntura, Estados Unidos vuelve a apuntar a Europa. “Los europeos no pueden prolongar esta guerra y alimentar expectativas poco razonables, al tiempo que esperan que Estados Unidos asuma los costes”, declaró un oficial estadounidense citado por Axios, que añadió que “si Europa quiere intensificar esta guerra, será decisión suya. Pero estarán arrebatando irremediablemente la derrota de las fauces de la victoria”.
Cada vez más lejos de una solución negociada, la guerra continúa y amenaza con escalar mientras aumentan las luchas internas a favor o en contra de la diplomacia.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario