Algunos analistas relacionan las políticas arancelarias de Donald Trump con el “Sistema Americano” de Alexander Hamilton, un modelo proteccionista histórico. La Casa Blanca defiende estas medidas como necesarias para combatir prácticas comerciales desleales, disminuir el déficit comercial y reactivar la manufactura nacional. Sin embargo, economistas y expertos advierten que estas políticas podrían ser contraproducentes, generando más perjuicios que ventajas. Más concretamente: la guerra arancelaria impulsada por la administración Trump -basada en un análisis económico falaz- no constituye meramente una disputa comercial aislada, sino que representa un síntoma de la profunda crisis del orden neoliberal y la imperiosa necesidad de un cambio estructural en el sistema económico global.
José Luis Preciado, Mente Alternativa
El historiador Sam Labrier (1) vincula las políticas arancelarias de Donald Trump con el “Sistema Americano”, un modelo económico del siglo XIX promovido por figuras como Alexander Hamilton y Henry Clay, que combinaba aranceles protectores, infraestructura, banca nacional e innovación para impulsar la industrialización. Según Labrier, este sistema fue clave para el crecimiento de EEUU, pero fue debilitado por élites pro libre comercio y financieras, lo que habría llevado a crisis y pérdida de soberanía industrial. Distingue entre aranceles de ingresos (recaudatorios) y protectores (defensa industrial), destacando que líderes como William McKinley los usaron para garantizar salarios altos y autonomía económica, aunque fueran saboteados por intereses financieros internacionales.
Labrier también rastrea la influencia global del Sistema Americano, adoptado en países como Alemania y Japón, pero bloqueado en otros por élites especulativas. En este marco, ve en Trump un intento de revivir ese legado, aunque advierte que los aranceles deben aplicarse con una estrategia clara, como en el modelo original, para evitar efectos negativos. Su análisis sugiere que, sin una visión industrial coherente, las medidas de Trump podrían quedarse en gestos simbólicos sin transformar la economía.
Según la Casa Blanca, estas políticas buscan frenar prácticas desleales, reducir el déficit comercial y revitalizar la industria manufacturera estadounidense. Sin embargo, expertos cuestionan la efectividad de estas medidas, argumentando que podrían generar más daños que beneficios.
La Casa Blanca sostiene que los aranceles son necesarios para:
- Proteger la seguridad nacional: Evitar la dependencia de fabricantes extranjeros en sectores críticos como defensa y tecnología.
- Corregir el déficit comercial: Estados Unidos registró un déficit de 1,21 billones de dólares en 2024, concentrado en Asia (749 mil millones) y la UE (237 mil millones).
- Combatir prácticas desleales: Desde falsificaciones hasta robo de propiedad intelectual, que cuestan entre 225.000 y 600.000 millones anuales a la economía estadounidense.
No obstante, críticos señalan que estas medidas carecen de una estrategia coherente y podrían acelerar la fragmentación del comercio global. Los aranceles, que podrían superar el 25% en promedio, tendrán efectos profundos:
- Mercados financieros: La incertidumbre ha provocado caídas históricas, como el 12,2% en el mercado ruso y el 4,88% en el S&P 500, niveles no vistos desde 2022.
- Presupuesto estadounidense: Aunque se espera recaudar 400.000 millones en aranceles, las pérdidas por impuestos a ganancias de capital y menor actividad económica podrían superar los 300.000 millones anuales.
- Inflación y costos: El aumento de precios de importaciones afectará a consumidores y empresas, con un posible impacto inflacionario de 250.000 millones en gastos públicos.
Analistas como Andrew Korybko (2) sugieren que Trump persigue tres objetivos ocultos:
- Soberanía en cadenas de suministro: Reducir la dependencia de China y otros países.
- Renegociación de acuerdos comerciales: Presionar a socios para que reduzcan lazos con China.
- Remodelación del orden global: Debilitar a competidores y fortalecer la hegemonía estadounidense.
Sin embargo, la falta de un plan detallado y el enfoque disruptivo podrían acelerar la regionalización del comercio, dividiendo el mundo en bloques económicos rivales.
Un análisis reciente de Dennis Small publicado por Executive Intelligence Review (3), revela cómo, en un mundo marcado por crecientes tensiones geopolíticas y económicas, la actual guerra arancelaria impulsada por el expresidente Donald Trump va mucho más allá de un simple enfrentamiento comercial entre potencias. El conflicto con China, en este contexto, es solo la punta del iceberg de una crisis más profunda: la descomposición del orden económico neoliberal y la urgente necesidad de una transformación estructural.
La guerra arancelaria ha sido justificada por la administración Trump mediante un razonamiento económico erróneo que calcula “aranceles implícitos” basados en los déficits comerciales de Estados Unidos con otros países. Esta lógica absurda lleva a considerar, por ejemplo, que Madagascar impone un arancel del 93% solo porque exporta más de lo que importa desde EE.UU. A partir de esta premisa, Trump justifica la imposición indiscriminada de aranceles, sin tener en cuenta las condiciones reales de los países afectados ni las consecuencias sistémicas de tales medidas.
Según Small, estas políticas no son más que la manifestación de un modelo económico decadente, que recuerda al colapso del Imperio romano: consumo excesivo, ausencia de producción real, endeudamiento perpetuo y exportación de crisis financieras. Lyndon LaRouche ya había advertido sobre este patrón de saqueo financiero global, en el cual el dólar sobrevalorado, la especulación financiera y la deuda se utilizan como instrumentos de dominación y control.
Las consecuencias de esta guerra arancelaria no se limitan a los titulares de la prensa. El mundo enfrenta un posible efecto dominó que incluye el colapso financiero de naciones del Sur Global, bancarrotas masivas en sectores productivos de Estados Unidos, y la ruina del consumidor promedio por deudas impagables y tasas de interés altísimas. La política de Trump, lejos de fortalecer a la economía estadounidense, puede desencadenar una crisis interna sin precedentes.
Por otro lado, el intento de revivir la industria mediante aranceles no solo es ilusorio, sino contraproducente. Sin un sistema de crédito dirigido a la producción, sin inversión en tecnología y sin planificación estratégica, como la que impulsó Alexander Hamilton en los inicios de la república estadounidense, no hay posibilidad real de reindustrialización. Lo que se necesita es una reestructuración profunda, no parches momentáneos ni medidas populistas.
En términos geopolíticos, la guerra arancelaria abre la puerta a una peligrosa fragmentación del sistema internacional. Como advirtió Celso Amorim, exasesor brasileño, el mundo podría dividirse en bloques rígidos encabezados por Estados Unidos, China-Rusia y una tercera zona de países emergentes. Esta división, lejos de estabilizar el orden global, aumentaría el riesgo de conflictos no solo económicos, sino potencialmente militares, afectando la paz mundial.
Frente a este panorama sombrío, Dennis Small retoma las propuestas del Instituto Schiller y de LaRouche, quienes plantean una salida basada en el principio del beneficio mutuo, inspirado en el Tratado de Westfalia. Esto implicaría crear una nueva arquitectura financiera internacional que respete la soberanía de las naciones, promueva la reindustrialización real mediante crédito productivo y fomente la cooperación económica y tecnológica a nivel global.
Los aranceles estadounidenses representan un giro radical en la política comercial, pero su implementación parece más reactiva que estratégica. Mientras Trump busca “proteger” la economía nacional, los riesgos de recesión, inflación y desestabilización global son palpables. El verdadero desafío no solo será corregir el déficit comercial, sino evitar una guerra económica que perjudique a todos los actores involucrados.
En definitiva, la guerra arancelaria no es un hecho aislado ni una política coyuntural. Es la expresión de un sistema que ha llegado a su límite. Continuar por esta senda solo conducirá al colapso del orden económico y al empobrecimiento masivo de la población mundial. La alternativa pasa por abandonar el modelo especulativo y adoptar uno basado en justicia económica, desarrollo mutuo y cooperación internacional. Este no es solo un imperativo moral, sino una necesidad urgente para evitar una catástrofe global.
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Notas:
- Sam Labrier, en Rising Tide Foundation: Trump, Tariffs and Treason: A Return to the True Economic Heritage of the USA. 21 de enero de 2025.
- Andrew Korybko: Here Are The Three Goals That Trump Wants To Achieve Through His Global Trade War. 3 de abril de 2025.
- Dennis Small, en Executive Intelligence Review: ¿En qué terminará la guerra arancelaria? 8 de abril de 2025.
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