domingo, 9 de febrero de 2025

Ucrania: a la espera del plan


Nahia Sanzo, Slavyangrad

“Los aliados de Estados Unidos esperan que la administración del presidente Donald Trump presente el anticipado plan para poner fin a la guerra de Rusia contra Ucrania en la Conferencia de Seguridad de Múnich en Alemania la próxima semana”, escribía ayer Bloomberg citando a “personas informadas de la cuestión”. Hasta ahora, Keith Kellogg, el Kurt Volker de la segunda legislatura de Trump, se ha limitado a advertir de la importancia de detener la guerra y a insistir en la enorme capacidad del presidente de Estados Unidos para llegar a acuerdos. Por el momento, toda la diplomacia con Rusia se ha realizado bajo el más estricto secretismo y ni siquiera se ha confirmado si ha habido contacto entre los dos presidentes (algo que parece improbable, aunque sí se sabe por ambas partes que ha habido conversaciones entre oficiales de los dos gobiernos). La ausencia de filtraciones o menciones a puntos concretos del plan hace pensar que no existe o que la estrategia pasará por seguir el plan diseñado por el propio Kellogg para el America First Policy Institute, que desde su nombre lleva implícita la aprobación del trumpismo. Contradiciendo a Bloomberg, “un medio con el que no he hablado”, el propio encargado de la Casa Blanca para la política ucraniana negó que fuera a presentar ningún plan, labor que le corresponde “en primer lugar, al presidente, no a Keith Kellogg”. El encargado de aplicar un plan para finalizar el conflicto sigue dando síntomas de que aún no existe aquel plan maestro con el que Donald Trump iba a conseguir la paz de forma rápida y sencilla.

Durante la campaña electoral, Trump hizo de la consecución de la paz en Ucrania uno de sus principales lemas de política exterior. Sin embargo, desde su toma de posesión, cuando el discurso varió para admitir la complejidad del tema y las dificultades que implicará lograr el objetivo, la información sobre qué piensa hacer la Casa Blanca y en qué condiciones espera que se encuentren Rusia y Ucrania ante el alto el fuego que desean conseguir ha sido escasa. Además de los breves comentarios realizados por el presidente estadounidense sobre utilizar las riquezas minerales de Ucrania a modo de pago por la asistencia militar prestada, el principal indicio de que Ucrania es una prioridad para Washington puede intuirse en las repetidas apariciones de Keith Kellogg en Fox News. Groenlandia, Canadá, el canal de Panamá, los aranceles contra China o la “audaz” y “polémica” -dos de los adjetivos más utilizados por la prensa occidental para calificar el plan de limpieza étnica de Gaza- propuesta de Trump para Oriente Medio han relegado a Ucrania a un segundo plano una posición que en absoluto molesta a Volodymyr Zelensky. Eso sí, la realidad y el equilibrio de fuerzas impiden que el presidente ucraniano obtenga de su homólogo estadounidense una propuesta similar a la que ha obtenido Netanyahu.

Al contrario que el líder israelí, con el que Zelensky comparte el deseo de que la población no deseada se marche y vacíe el territorio – ya en su día animó a toda la población que se sienta rusa a abandonar Ucrania y mudarse a la Federación Rusa “por su bien y el de sus hijos”-, el presidente ucraniano no escucha de sus aliados grandes propuestas a su favor, sino indicios de que será preciso un compromiso. Al contrario que Palestina, que carece de liderazgo más allá del clientelismo de Ramallah y no cuenta con más ejército que las milicias diezmadas por el asalto israelí en Gaza, Rusia dispone de una economía que ha probado ser suficientemente resistente y un ejército que no se ha doblegado pese a los centenares de miles de millones que Occidente ha invertido en la guerra proxy para hacerle frente.

Desde que la guerra entró en las trincheras en la primavera de 2022 ha sido evidente que el conflicto se dirigía a un final no concluyente en el que ninguno de los dos ejércitos sería capaz de derrotar completamente a su oponente. El lento avance ruso en Donbass y el fracaso de la multimillonaria contraofensiva de 2023 son dos ejemplos en los que no ha sido posible una ruptura profunda del frente, lo que refuerza un escenario en el que todo alto el fuego, armisticio o final de la guerra, sea o no en falso, tendrá que producirse por la vía de la negociación. Ni siquiera Donald Trump, de quien su entorno destacaba ayer su enorme creatividad, ha sido capaz de plantear ideas innovadoras al margen de esa realidad.

En su entrevista con Piers Morgan, uno de los presentadores estrella de la televisión británica, el presidente ucraniano volvió a insistir en la necesidad de continuar el flujo militar a Kiev, la obligación moral de los aliados occidentales de seguir sosteniendo a Ucrania y el deseo de que se impongan nuevas sanciones contra Rusia. Sin embargo, los hechos sobre el terreno y la lógica del equilibrio de fuerzas obligan a Zelensky a mantener los pies en la tierra. El discurso triunfalista que mantienen Mijailo Podolyak o Andriy Ermak o la cifra de 45.000 soldados ucranianos muertos en la guerra convencen cada vez menos tanto en Ucrania como en Occidente.

La credibilidad del héroe de guerra se limita en el momento en el que todas las partes -a excepción de la Unión Europea, único actor que aún no ha cambiado de discurso- aceptan que se aproxima el momento de la negociación y comienza a aparecer la exigencia de elecciones, ante las que el presidente alega que para luchar por la democracia no es necesario celebrar elecciones en guerra. La ausencia de un presidente con mandato en vigor ya no molesta solo a Rusia, sino también a Keith Kellogg, que esta semana ha recordado a Kiev que países en guerra han podido celebrar elecciones en el pasado.

Poco preocupado por su legitimidad, que no ha sido puesta en cuestión por grupos de poder ni por el ejército en Ucrania, Zelensky insiste en marcar un discurso de confianza absoluta en sus posibilidades de victoria y en conseguir sus intereses. Cada vez más trumpiano en su forma de retorcer la realidad hasta inventarla, el presidente afirmó que Vladimir Putin no desea negociar con él, ya que le teme. Horas antes, en la misma entrevista en la que se mostró dispuesto a negociar directamente con Vladimir Putin “si eso es lo que va a conseguir acabar esto” y lograr la “paz justa” -eufemismo para definir una paz en la que Kiev logra todo lo que pide-, el presidente ucraniano insistió en la idea de recuperar las armas nucleares. La respuesta de Kellogg se ha producido de forma pública en Fox News. “Las posibilidades de que recuperen sus armas nucleares”, afirmó Kellogg en referencia a unas armas que, en realidad, eran propiedad de la Unión Soviética, “es entre escasa y nula. Seamos sinceros, sabemos que eso no va a suceder”, afirmó visiblemente contrariado.

La mención de Zelensky a negociar no ha de confundirse con una apertura al compromiso, que el presidente ucraniano va a tratar de evitar a toda costa. Para ello, Ucrania intenta utilizar las cartas que tiene a su alcance. Ayer, tras el fallido intento de hace unas semanas, las tropas ucranianas reiniciaron su contraofensiva en la región rusa de Kursk, escenario que incluso el general Syrsky admite abiertamente que es el más importante para Ucrania. El esfuerzo militar ucraniano no busca recuperar parte de su territorio perdido, prácticamente imposible a día de hoy ante la mayor fortaleza rusa, sino reforzarse en aquel lugar que puede utilizar como moneda de cambio. A ello hay que sumar el ímpetu por el rearme, del que forma parte la retórica nuclear pero, sobre todo, las entregas de sus socios europeos.

“La flota aérea ucraniana continúa desarrollándose”, escribió ayer en las redes sociales Volodymyr Zelensky. El presidente ucraniano no se jactaba de un avance propio o de los resultados de la industria local, sino de la entrega por parte de Francia y Dinamarca de cazas Mirage 2000 y F-16 respectivamente. Las subvenciones del exterior siguen siendo la principal vía de sostenimiento de la guerra y de preparación para el día después. Si Trump tuviera intención o capacidad de cumplir con los plazos que él mismo se impuso, esas aeronaves estarían destinadas a preparar el escenario coreano de inestable y peligrosa paz armada a la que Ucrania y los países europeos parecen desear encaminarse.

Aunque no pueda decirse que Trump haya perdido el interés por Ucrania, especialmente por sus recursos naturales, las prioridades de Estados Unidos en estos momentos están lejos de la mesa de negociación a la que debería llevar un plan que aún no se ha concretado. Tras negar que vaya a presentarlo la próxima semana, Keith Kellogg confirmó que visitará la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde desea conocer de primera mano las opiniones de los líderes europeos para trasladárselas a Donald Trump. Pero no será hasta el 20 de febrero cuando se produzca su primera visita a Ucrania, un viaje que inicialmente iba a realizarse antes de la toma de posesión de Trump. Los plazos se retrasan sin que haya indicios de propuestas. Quizá sea entonces cuando la Casa Blanca comience a esbozar un plan. “A medida que se desarrollan los planes para poner fin a esta masacre, hay que asegurarse de que todos los implicados entren en juego”, afirmó ayer. Por el momento, ni siquiera él parece haber entrado en juego. “Una vez que podamos tener estas conversaciones cara a cara, entonces podremos empezar a trabajar en las concesiones”, sentenció. El trabajo aún está por llegar y toda prisa que Donald Trump pudiera tener por conseguir la paz en Europa ha desaparecido.

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