En este ambiente las culpas van y vienen.
Se dice que parte del alza de los precios es con fines especulativos; que hay intereses financieros acaparando productos para venderlos al doble o triple de su valor. Esto recuerda la crisis chilena del 72-73 donde sí había fines especulativos para el acaparamiento y el mercado negro. No obstante, todos los organismos dan cuenta ahora que los niveles de stock mundiales son los más bajos en 30 años.
La culpa no la tiene China que debe alimentar a su gente. Durante años se dijo que los productos chinos eran baratos porque ahí al trabajador “se le paga con un plato de arroz”. Si ahora el gobierno ha aumentado su demanda de trigo y leche es porque llegó la hora de alimentar mejor a ese pueblo. Y si a esto se suma que cada vez las hectáreas que se destinan al cultivo disminuyen producto de la avalancha de cemento y construcciones; y si además le agregamos que un quinto de los cereales se destinan a los biocombustibles, ¿en qué quedamos?
La fiabilidad al laisez-faire del mercado y su espuria mano invisible está llevando al mundo entero al colapso. Treinta años de capitalismo depredador y salvaje amparado en enemigos fantasmas para legitimar su sobrevivencia han llevado al mundo a un desastre global.
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