
La dirección de Google parece dispuesta a tomar alguna decisión drástica con respecto a su posición en China, y en el mercado no se descarta que abandone el país asiático la próxima semana.
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Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
Las tensiones van en aumento sobre la política económica de China, y con razón: la política de China de mantener su moneda, el renminbi, infravalorado se ha convertido en un lastre significativo para la recuperación económica mundial. Hay que hacer algo.
En la actualidad, China está sumando más de $ 30 mil millones al mes a su tesoro de 2,4 billones dólares en reservas. El FMI estima que China tendrá un superávit corriente de más de 450.000 millones de dólares en 2010, 10 veces la cifra de 2003. Esta es la más distorsionada política cambiaria que cualquier país importante ha seguido.
Y es una política que perjudica gravemente el resto del mundo. La mayoría de las economías están atrapadas en una trampa de liquidez, profundamente deprimidas, e incapaces de generar una recuperación mediante la reducción de las tasas de interés ya que las tasas están cerca de cero. China, por su superávit comercial injustificado, impone un anti-estímulo a estas economías, que no pueden compensar.
La dictadura de Pinochet efectuó una refundación de la sociedad chilena acorde con el pensamiento antidemocrático y neoliberal de la derecha política y de los grandes grupos económicos. En este sentido, la política sistemática de gravísimas violaciones de derechos humanos no se entiende como una reacción a desafíos serios por el control del poder –el golpe de Estado de 1973 se consolidó en horas y el régimen militar nunca enfrentó una oposición armada de significación-; sino para destruir la asertividad de sectores medios y populares que habían configurado, luego de largas luchas, un conjunto de organizaciones políticas y sociales animadas por un espíritu de creciente transformación democrática.
Como lo ha reconocido Andrés Allamand, “una revolución de esa magnitud… necesitaba tiempo. Desde el otro lado, Pinochet le aportaba al equipo económico algo quizás más valioso: el ejercicio sin restricciones del poder político necesario para materializar las transformaciones. Más de alguna vez en el frío penetrante de Chicago los laboriosos estudiantes que soñaban con cambiarle la cara a Chile deben haberse devanado los sesos con una sola pregunta: ¿Ganará alguna vez la presidencia alguien que haga suyo este proyecto? Ahora no tenían ese problema”
D.: ¿Cómo se explica que, pese a una reducción del salario real desde el año 1982 hasta 2007, el consumo en los países del Norte haya tenido un nivel de crecimiento alto?
ERIC TOUSSAINT: Durante todo ese tiempo, el consumo de masas se ha sostenido gracias al endeudamiento privado. Los que permitieron esto son las empresas capitalistas del sector del crédito que otorgaron líneas de crédito más voluminosas. Lo hicieron a través de un montaje totalmente artificial de instrumentos de deuda e, inesperadamente, la cadena del endeudamiento privado en EE UU se rompió en el eslabón más débil, que era el sector del crédito hipotecario en un segmento del mercado que era el de las hipotecas subprime: los sectores de la población más frágiles que aceptaron endeudarse en condiciones extremas, con tasas de interés bajas los dos primeros años y pasando a 13% de interés anual los siguientes años. Este sistema de endeudamiento funcionaba mientras la burbuja inmobiliaria seguía creciendo, mientras el valor de la vivienda subía. En EE UU era posible refinanciar su deuda cada dos años basándose sobre el nuevo valor de la vivienda que había aumentado. Todo esto era sin contar con una sobreproducción de vivienda en el año 2006 y la caída en 2007 del valor de la vivienda que generó la crisis de las subprime. Para resumir, hemos asistido, con la crisis financiera de los años 2007- 2008, a una crisis de la deuda privada, que se está transformando ahora en una crisis de la deuda pública del Norte porque el Gobierno de EE UU –pero también el Gobierno británico, belga o francés– rescató a la banca privada regalando dinero. Ahí es cuando la deuda privada se transformó en deuda pública. El sector público asumió el coste del rescate.
D.: ¿En qué situación nos hallamos ahora?
E.T.: Llegamos a un círculo vicioso en el cual para rescatar a la banca privada se endeudan los Estados y financian ese endeudamiento pidiendo préstamos a la misma banca. La explosión de la deuda pública obliga a los Gobiernos a disminuir el gasto público, a reducir el gasto en las universidades, reducir las subvenciones a la salud pública, limitar las inversiones en infraestructuras públicas, congelar los salarios de los funcionarios. Por eso hemos vuelto a un discurso de ajuste estructural en los países del Norte y sólo estamos empezando a enfrentarnos a la situación.
D.: ¿Cómo se encuentra el sector inmobiliario?
E.T.: Respecto a la crisis inmobiliaria, sabemos que en el Estado español la vivienda está todavía sobrevalorada en un 50%. En Inglaterra lo está en un 30% y en Irlanda en un 30%. Es decir, la crisis inmobiliaria no ha terminado. Quizás en EE UU haya tocado fondo. Por otro lado, empieza ahora la crisis inmobiliaria del sector comercial con la quiebra en Dubai de un proyecto de edificios comerciales. Sabemos que la deuda contratada por el sector privado en el sector comercial es enorme y que esa crisis del sector comercial va a crecer con la crisis económica. Algunas empresas de servicios van a tener que cerrar oficinas.
D.: ¿Cuáles son las especificidades de la crisis española?
E.T.: En el Estado español no ha habido la misma crisis bancaria que en la mayoría de los países occidentales –como en Inglaterra, EE UU o Bélgica– donde el rescate ha sido masivo. Quizás se produzca en un futuro cercano cuando veamos que el BBVA o el Banco Santander, que hasta ahora no parecían tan afectados, puedan estarlo también.
D.: ¿Se está acabando el sistema capitalista?
E.T.: El sistema capitalista atraviesa una crisis muy grave. En el pasado este mismo sistema ya pasó por crisis muy severas y es importante entender que, si no hay una salida anticapitalista a esta crisis, habrá una salida capitalista. La salida capitalista a la crisis se basa solamente en aumentar la presión sobre el trabajo y pasar la factura a los asalariados. Ha sido siempre la misma solución. Incluso puede haber una salida capitalista neokeynesiana. Lo que llama la atención es que en 2008 la crisis era tan profunda que los Gobiernos de derecha y los ideólogos del capitalismo atravesaron una crisis de confianza. Temieron una salida anticapitalista porque veían que lo que se avecinaba era una auténtica crisis del capitalismo. Ellos lo saben, lo niegan en las grandes entrevistas de televisión, pero, leyendo el Financial Times o The Economist, uno puedo decir que no se equivocaban. Se imaginaron que, desde las bases de la izquierda, surgiría una denuncia del capitalismo, pero no ocurrió. La izquierda tradicional acompañó el rescate de la banca. Sarkozy, que llegó a hablar de refundar el capitalismo en algunas entrevistas, no ha vuelto a hablar del tema porque no encontró una denuncia suficientemente fuerte como para refundarlo. ¿Por qué refundar algo que la gente puede seguir aguantando?