El ajuste neoliberal del que la población europea fue víctima desde 2008 hasta, al menos, el año 2014, no fue únicamente una política económica destinada a sanear las finanzas públicas. Fue, ante todo, una política de clase para disciplinar a las clases trabajadoras
Alberto Garzón Espinosa , elDiario.es
El fantasma que recorre Europa desde hace al menos una década es el de la frustración, canalizada actualmente por el vector de la extrema derecha y convertida políticamente en odio. Las fuerzas reaccionarias llevan años avanzando en muchos países europeos, y es muy probable que durante las próximas semanas asistamos a una nueva demostración de fuerza en las elecciones legislativas francesas.
Los reaccionarios han trabajado en la construcción de nuevos consensos mucho más que en la coerción, aunque no hayan renunciado a esta última en absoluto, especialmente cuando llegan al poder, como demuestra el caso de Argentina. Su influencia se manifiesta en la penetración de todas las esferas del Estado, desde la judicatura hasta las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, pasando naturalmente por las grandes empresas y por los altos funcionarios. Han ido colonizando diferentes grupos sociales ayudados por la gran acumulación de instrumentos de comunicación, una generosa financiación y una estrategia política dirigida a gestionar la gran ola de frustración y rabia generada por el fracaso neoliberal.