viernes, 24 de enero de 2020

Los datos de la economía china


Xulio Ríos, Público

La economía china creció en 2019 un 6,1%. El dato cumple con los objetivos oficiales, aunque situándose en la cifra más baja de la franja (entre 6% y 6,5%). Se trata del crecimiento más lento experimentado en varias décadas, continuando la desaceleración de los últimos años. Eso que el primer ministro Li Keqiang llamó la “nueva normalidad” seguirá su curso, previsiblemente, en 2020, con un objetivo que podría cifrarse en torno al 6%, porcentaje mínimo exigible para cumplir con el propósito de duplicar el PIB y el ingreso per cápita en este año con respecto a los niveles de 2010. El ingreso per cápita aumentó en 2019 un 5,8% y el PIB per cápita superó, por primera vez, la barrera de los 10.000 dólares.

Los datos revelan el momento doblemente complejo que atraviesa la economía china. De una parte, afianzando la transformación estructural del modelo de desarrollo. En tal sentido, cabe significar la progresión de la contribución del consumo al crecimiento del PIB, representando ya el 57,8%. El impulso a dicha transición se ha visto perfilado con medidas complementarias como una reducción sustancial de impuestos al sector productivo al tiempo que se ha promovido el aumento del gasto público en infraestructuras y ordenación del territorio. Los riesgos financieros asomaron cabeza con las crisis de los bancos Baoshang o Hengfeng, que debieron ser intervenidos. En 2020, la transformación tecnológica irá a la par que la culminación de lo que en China llaman la “sociedad modestamente acomodada” y la eliminación de la pobreza extrema. En suma, los datos que para unos son síntomas de inapelable crisis, para China es expresión de una moderación necesaria para transitar hacia un cambio de paradigma, con un modelo más sostenible y un desarrollo de alta calidad.

jueves, 23 de enero de 2020

La rebelión contra las élites en América Latina

Un sentimiento generalizado de insatisfacción e injusticia motiva protestas en toda la región.


Michael Shifter, New York Times

En 2019, manifestantes callejeros conmocionaron ciudades de todo el mundo. América Latina en particular experimentó una mayor agitación social que en cualquier otro momento de la historia reciente. Las crisis políticas y las movilizaciones masivas estallaron en Haití, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Chile y en muchos otros lugares. En las últimas semanas, las manifestaciones han menguado, pero no han cesado y es probable que 2020 traiga más agitación.

La turbulencia deriva de muchos de los problemas persistentes en la región, los cuales son más predominantes en algunos países que en otros: estancamiento económico, poderes judiciales politizados, corrupción, delincuencia y, en algunos cuantos casos, un gobierno autoritario. América Latina es la segunda región más desigual del mundo. El fracaso para abordar estos problemas —y para cumplir sus promesas— ha ocasionado que los gobiernos pierdan legitimidad ante los ciudadanos, quienes se sienten cada vez más insatisfechos con la forma en que funciona, o no funciona, la democracia en sus países.

Sin embargo, igual de pertinente para el momento actual es la percepción generalizada de una falta de justicia, de que las élites económicas y políticas gozan de una serie de privilegios y prerrogativas que se le niegan a la mayoría de los ciudadanos. Algunos de los resentimientos acumulados de la región se deben a la sensación que tienen aquellos que ostentan la mayoría del poder y la influencia de que tienen derecho a todo, quienes además casi nunca les otorgan a los demás el respeto y la dignidad que merecen.

Joseph Stiglitz: La verdad sobre la economía de Trump

Se está convirtiendo en una creencia convencional que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, será difícil de vencer en noviembre, porque, sean cuales sean las reservas sobre los votantes, ha sido bueno para la economía estadounidense. Nada mas lejos de la verdad.


Joseph Stiglitz, Project Syndicate

Mientras las élites empresariales del mundo ascienden a Davos para su reunión anual, es buen momento para hacernos una pregunta simple: ¿se habrán curado de la fascinación con el presidente estadounidense Donald Trump?

Hace dos años, muy pocos líderes empresariales estaban preocupados por el cambio climático o molestos por la misoginia y el fanatismo de Trump. Pero la mayoría celebraba los recortes de impuestos a multimillonarios y corporaciones, y aguardaba con esperanzas sus iniciativas de desregulación de la economía, que permitirían a las empresas contaminar más el aire, enganchar a más estadounidenses a los opioides, tentar a más niños a comer productos que inducen diabetes y entregarse a tejemanejes financieros como los que provocaron la crisis de 2008.

Hoy muchos directivos de empresas siguen hablando del crecimiento continuado del PIB y de los récords bursátiles. Pero ni el PIB ni el índice Dow Jones son buenos indicadores del desempeño económico: ambos callan en relación con lo que acontece a los niveles de vida de la ciudadanía de a pie, y no dicen ni una palabra sobre sostenibilidad. De hecho, el desempeño económico de Estados Unidos en los últimos cuatro años es el principal argumento contra la confianza en esos indicadores.

Latinoamérica, epicentro de las luchas políticas mundiales en el siglo XXI


Emir Sader, Alai

Después de haber protagonizado algunos de los fenómenos históricos más importantes del siglo XX, Latinoamérica ha sufrido una dura ofensiva de parte del capitalismo global en su contra en las últimas décadas del siglo pasado. La crisis de la deuda ha cerrado el - hasta aquel momento - más largo ciclo de crecimiento de nuestras economías, iniciado en los años 1930. Dictaduras militares en algunos de los países políticamente más importantes del continente – Brasil, Uruguay, Chile, Argentina – han golpeado duramente a las democracias y a las fuerzas populares de esos países. Latinoamérica ha sido el continente que ha tenido la mayor cantidad de gobiernos neoliberales y en sus modalidades más radicales.

Es como reacción a todo ello que Latinoamérica se ha proyectado como la única región del mundo que ha tenido gobiernos antineoliberales, - en Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador - coordinados entre si en procesos de integración regional. Han sido los únicos gobiernos en el mundo que han disminuido las desigualdades, la exclusión social, el hambre, la miseria y la pobreza, a contramano de las tendencias globales.

Latinoamérica ha proyectado no solamente un modelo eficiente de combate y superación del neoliberalismo, con desarrollo económico y distribución de renta, que ha proyectado paralelamente a los grandes líderes de la izquierda en escala mundial: Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, López Obrador. La izquierda del siglo XXI es antineoliberal y tiene en Latinoamérica su epicentro.

miércoles, 22 de enero de 2020

Desigualdad, cambio técnico y robots


Alejandro Nadal, La Jornada

Durante muchos años buena parte de la comunidad de economistas cultivó la teoría de que la creciente desigualdad en Estados Unidos se debía a la presión que el cambio técnico ejercía sobre las remuneraciones de los trabajadores. Esta narrativa viene en varias envolturas, una más deficiente que otra, pero siempre le arregló muy bien a los poderes establecidos. De ahí su popularidad.

En una de sus presentaciones, el razonamiento es como sigue. El proceso de cambio técnico inherente al capitalismo hace que los trabajadores sean más productivos. Esto reduce la demanda de trabajadores, pero, como los trabajadores siguen teniendo necesidad de laborar, no les queda más remedio que moverse hacia sectores de baja productividad, menores salarios y peores condiciones en términos de precariedad. Es decir, el cambio técnico termina por imprimir un sesgo regresivo en la escala de remuneraciones, porque aumenta la demanda de trabajadores más calificados al tiempo que se castiga a los empleos de menores remuneraciones. En un giro que recuerda las viejas discusiones sobre el cambio técnico inducido, esta historia también afirma que los bajos salarios en las ramas más castigadas eliminan los incentivos a introducir innovaciones intensivas en capital. Todo eso vendría a explicar la creciente desigualdad que ya es motivo de escándalo en la sociedad estadounidense desde hace años.


martes, 21 de enero de 2020

Algunos multimillonarios quieren pagar más impuestos por miedo a un estallido social


Claudio della Croce, Estrategia.la

El modelo capitalista ya no sirve y por eso hoy el debate sobre los impuestos a los ricos y la desigualdad empieza a crecer en las potencias occidentales. Hoy un grupo minoritario está beneficiándose del sistema mientras que más de la mitad de la población sobrevive como puede.

Que la desigualdad creciente generada por el capitalismo está poniendo en jaque al sistema democrático no es novedad. Que el 1 por ciento de los más ricos del planeta acapara más del 50 por ciento de los recursos globales, por citar solo una de las escandalosas cifras de desigualdad.

Hasta la búlgara Kristalina Georgieva, nueva mandamás del Fondo Monetario Internacional, en "Diálogo a fondo", el blog del FMI sobre temas económicos de América Latina, planteó "reducir la desigualdad, que en la última década se ha convertido en uno de los problemas más complejos y desconcertantes de la economía mundial para generar oportunidades".

Detalla varias desigualdades: de oportunidades, intergeneracional, entre mujeres y hombres y de ingresos y riquezas. Afirma que esas desigualdades, en muchos países, están en aumento, y que hay que tener voluntad para abordarlas. Indica que ejecutar reformas para atender ese problema "es difícil desde el punto de vista político", pero menciona que los réditos "en materia de crecimiento y productividad valen la pena".

lunes, 20 de enero de 2020

Empiezan los 20, ¿los “terribles 20”? (la crisis de larga duración del siglo XX-XXI)


Andrés Piqueras, Público

Las crisis, convertidas en recesiones o incluso en depresiones, han existido continua y periódicamente desde el inicio del capitalismo. El estadounidense National Bureau of Economic Research recoge 33 de ellas sólo desde 1854, una media de 2 por década, no habiendo habido nunca un periodo sin crisis por más de 11 años. Alguien que no fuera un economista –como diría Marx- debería deducir que el capitalismo contiene alguna característica intrínseca que le conduce a ello. Las crisis tienen una variada gama de manifestaciones externas (de sub-consumo, financieras, por desajustes macroeconómicos o conmociones originadas por la propia competencia…), las mismas que sirven para elaborar explicaciones causales superficiales cuando no erróneas. En realidad, las crisis estructurales del capitalismo parten de un común denominador, que es el que importa y que se niega a entender la ciencia económica reinante: la caída del valor. El valor es la sangre que recorre el cuerpo del sistema capitalista, y está entrañado en el tiempo socialmente necesario que tardan en producirse unas u otras mercancías. La automatización de los procesos productivos no sólo ha ido desechando seres humanos de los mismos, condenándolos a un desempleo crónico o a un empleo cada vez más precario (que es a menudo también una forma de desempleo camuflado), sino que va reduciendo el tiempo necesario de producción y con ello el valor (“la sangre” del sistema). En consecuencia, el sistema se va gangrenando. Pero lejos de intentar alguna cura, hoy asistimos a su loca huida hacia adelante (algo así como si a quien le diagnostican un mal grave decidiese irse de copas y comilonas todos los días).

David Harvey: Una historia de tres ciudades


David Harvey, Sin Permiso

Una casa es una cosa bastante simple. Pero también es una mercancía, lo que significa que abunda "en sutilezas metafísicas y sutilezas teológicas", como dijo Marx en una ocasión. Crecí en una casa en un barrio obrero seguro y respetable de Gran Bretaña después de 1945. La casa era un valor de uso - firme en su ordinariez-. Constituía un espacio seguro, aunque bastante represivo, en el que comer, dormir, socializar, leer cuentos, hacer los deberes o escuchar la radio; un lugar en el que la familia, con todas sus complejidades y tensiones internas, podía vivir y relacionarse sin demasiadas interferencias externas. Las relaciones con los vecinos eran cordiales y de apoyo, pero no íntimas. Esta era la ciudad del valor de uso.

Sin embargo, recuerdo el día en que se pagó la hipoteca. Hubo una leve celebración. La casa, me di cuenta entonces, tenía un valor de cambio que podía ser transmitido a las generaciones futuras (como yo). Pero eso nunca fue un tema de conversación. No muy lejos había urbanizaciones de viviendas sociales. A mí me parecían buenas, pero cuando salí con una chica de allí mi madre lo desaprobó rotundamente: eran personas irresponsables en las que no se podía confiar, dijo. Pero también ellos parecían tener una vivienda segura en un entorno no demasiado malo -aunque algo soso-. Escuchábamos los mismos programas de radio y los niños jugaban a los mismos juegos en la calle. Pero en época de elecciones apoyaron a los laboristas. En mi barrio había algunos carteles, algunos laboristas pero también algunos conservadores. La propiedad de viviendas de la clase trabajadora, promovida desde la década de 1890 en adelante en Gran Bretaña, siempre había sido un instrumento de control social y de defensa contra el bolchevismo. En Estados Unidos dicen: "los propietarios de viviendas con deudas no van a la huelga".

domingo, 19 de enero de 2020

Cambio climático amenaza la tumba nuclear de EEUU en el Pacífico


Manuel Ruiz Rico, Público

El Gobierno de Estados Unidos ha aprobado elaborar en seis meses un informe sobre el estado de una tumba nuclear de las Islas Marshall, que almacena toneladas de residuos de las decenas de pruebas nucleares que el país norteamericano realizó entre 1946 y 1958. Dicho cementerio nuclear está cubierto por una cúpula de hormigón cuyo estado podría estar deteriorado, a lo que se une el riesgo extremo de que la crisis climática haga subir las aguas del océano y éstas alcancen los restos radiactivos.

El informe fue aprobado a finales de diciembre por la nueva Ley de Defensa Nacional, que el Congreso aprobó a primeros de ese mes y que entró en vigor tras ser firmada por el presidente Donald Trump el 20 de diciembre. Esta medida se introdujo como una enmienda de la congresista demócrata de Hawái y candidata a las primarias de ese partido, Tulsi Gabbard.

La tumba radiactiva en cuestión está ubicada en la isla Runit. Allí, Estados Unidos aprovechó el cráter dejado por una bomba nuclear para almacenar toneladas de residuos equivalentes a 35 piscinas olímpicas. Más tarde sellaron aquello con una cúpula de hormigón de 115 metros y a otra cosa.

Un estudio de la Universidad de Columbia de Nueva York publicado en julio del año pasado detectó niveles de radiación en algunas zonas de la isla de Enewetak y otras partes de las Islas Marshall que alcanzan los niveles encontrados cerca de Chernóbil y Fukushima.

2019 derribó el mito del gerente presidente

Después del dominio de mandatarios de izquierda en América Latina, tres países de la región viraron a la derecha y eligieron a candidatos-empresarios. Los resultados no han sido favorables.


Alberto Vergara, New York Times

El 2019 latinoamericano comenzó con el estremecimiento que causaba Roma, dura y bella película que mostró las múltiples capas de la desigualdad en México y, por extensión, en América Latina. El año cerró con miles protestando en Santiago de Chile, luego de haber movilizado varios millones de personas en algo más de un mes, reclamando un orden social y económico más justo. Aunque no se inventaron en 2019, este año las desigualdades latinoamericanas se hicieron más visibles e intolerables.

Resulta significativo que, en este contexto, los gobiernos de derecha liderados por grandes hombres de negocios y sus equipos de gerentes hayan naufragado. Las elecciones de Mauricio Macri en 2015, de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) en 2016 y de Sebastián Piñera en 2017, resultaron ineficientes para reencaminar sus respectivos países hacia la senda liberal y aún más estériles para conservar el apoyo de sus compatriotas. La lección que dejan estos proyectos políticos alternativos a la izquierda es que el horno latinoamericano no está para bollos plutocráticos.

Lo de la plutocracia es una exageración. Fueron los votos y no el mero dinero quien los instaló en el poder. Pero una vez ahí, las tres presidencias confiaron más en el mundo empresarial que en los ciudadanos. Poblaron el Estado con élites económicas habituadas a burbujas sociales, exhibieron una soberbia gerencial respecto de los problemas que heredaban y, como consecuencia, leyeron erróneamente la marcha política y económica de sus países. Si este combo no constituye la razón última de sus fracasos, al menos ha debilitado la posibilidad de dar continuidad a sus gobiernos y políticas públicas.

El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia


Joseph Stiglitz, Project-Syndicate

Al final de la Guerra Fría, el politólogo Francis Fukuyama escribió un famoso ensayo titulado The End of History? [¿El fin de la historia?], donde sostuvo que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.

Hoy, ante una retirada del orden mundial liberal basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece anticuada e ingenua. Pero esa idea aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos cuarenta años.

Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia.

La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik (de Harvard) explicó con mucha claridad, y como yo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía.

sábado, 18 de enero de 2020

Además de Irán, China también está en ‎la mirilla de Estados Unidos


Manlio Dinucci, Voltaire

El asesinato del general iraní Qassem Suleimani, con luz verde del presidente Donald Trump, ‎desató una reacción en cadena que se propagó incluso más allá del Medio Oriente. Esa era la ‎intención de quien aprobó la operación. Hace tiempo que Suleimani estaba en la mirilla de ‎Estados Unidos, pero los presidentes George W. Bush y Barack Obama no aprobaron su ‎asesinato. ‎

‎¿Por qué lo hizo el presidente Donald Trump? Hay varias razones, como el interés personal del ‎actual presidente por evitar su propia destitución presentándose como un ardiente defensor de ‎‎«América» (léase “Estados Unidos”) ante un enemigo amenazante. Pero la principal razón de la ‎decisión de asesinar Suleimani, decisión adoptada por el Estado Profundo estadounidense antes ‎de que se tomara en la Casa Blanca, hay que buscarla en un factor que se ha hecho crítico para ‎los intereses estadounidenses sólo en estos últimos años: la creciente presencia económica china ‎en Irán. ‎

Irán desempeña un papel de primera importancia en la Nueva Ruta de la Seda cuya implantación ‎inició Pekín en 2013 y que ya se encuentra en una fase avanzada de realización. La Nueva Ruta ‎de la Seda consiste en una red de carreteras y vías férreas entre China y Europa a través del Asia ‎Central, el Medio Oriente y Rusia, combinada con una vía marítima a través del Océano Índico, ‎el Mar Rojo y el Mediterráneo. Para garantizar las infraestructuras (carreteras, vías férreas e ‎instalaciones portuarias) en más de 60 países, se prevén inversiones superiores a ‎‎1 000 millardos de dólares. En ese marco, China está invirtiendo en Irán unos 400 000 millones ‎de dólares: 280 000 millones en la industria del petróleo, en el gas y en el sector petroquímico, y ‎‎120 000 millones en las infraestructuras vinculadas al transporte, incluyendo oleoductos y ‎gasoductos. Se prevé que esas inversiones, efectuadas en un periodo de 5 años, han de ‎renovarse posteriormente. ‎

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