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domingo, 4 de mayo de 2025

El matrimonio de conveniencia entre Estados Unidos y China ha fracasado

De Chimérica a la competencia global: el eje económico que marcó una época está roto
Sello conmemorativo de la visita del presidente estadounidense Richard Nixon a China en 1972, emitido por el Emirato de Ajman (Emiratos Árabes Unidos)

Giacomo Gabellini, Krisis

El idilio ha terminado. Durante décadas, Washington y Pekín compartieron una relación de interdependencia económica sin precedentes, basada en la deslocalización de la producción y la financiación de la deuda estadounidense. Pero la era del matrimonio de conveniencia está llegando a su fin. Las recientes declaraciones de JD Vance, las tensiones comerciales y el ascenso tecnológico-industrial de China cuentan la historia del fin de un equilibrio que dominó la globalización posterior a la Guerra Fría. A continuación se presenta la primera de una serie de reflexiones sobre el ascenso y la caída de Chimerica.

Parte I – El ascenso y la caída de Chimerica

“Pedimos dinero prestado a los agricultores chinos para comprar los bienes que esos mismos agricultores chinos producen”. Con este resumen, el vicepresidente estadounidense, JD Vance, explicó las consecuencias para Estados Unidos de la llamada economía globalista. El 10 de abril, durante una entrevista con Fox News, Vance defendió firmemente la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles (casi) totales y lanzó un ataque frontal a la estructura de libre comercio que ha estado vigente durante varias décadas. Vance explicó que la globalización ha resultado en “endeudarnos enormemente para comprar bienes que otros países producen para nosotros”.

La reacción china llegó casi instantánea. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian, dijo: “Es impactante y lamentable escuchar a este vicepresidente hacer comentarios tan ignorantes e irrespetuosos”. Hu Xijin, ex editor jefe del periódico Global Times, aludió en cambio al origen hillbilly de Vance, afirmando que «este verdadero “granjero” de la América rural parece carecer de perspectiva». Mucha gente le está instando a que venga a visitar China en persona".

Más allá del clamor esperado, las duras e inusualmente despectivas declaraciones de Vance resumen el alcance del cambio estructural que las relaciones chino-estadounidenses han experimentado a lo largo del tiempo.

Una relación compleja, establecida por iniciativa de Washington para superar la grave situación económica en la que se encontraba Estados Unidos a finales de los años 1960. La reconstrucción de los aliados y satélites, promovida con capital y recursos materiales estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial, había creado las condiciones para una enorme expansión del comercio que continuó durante unos veinte años.

Sin embargo, la combinación de objetivos geopolíticos (como la contención de la Unión Soviética) y necesidades económicas (reducción de los costos de producción y "protección"), que sustentaron la reconstrucción de Europa y Japón, condujeron a consecuencias inesperadas. Después de la guerra, estos países se transformaron en potencias industriales orientadas a la exportación. Este proceso generó, con el tiempo, superávits comerciales cada vez mayores a su favor, que comprometieron el equilibrio de la cuenta corriente estadounidense.

A la pérdida de competitividad del sistema de producción interno se sumó también el aumento astronómico de los costos de mantenimiento del "estado de seguridad nacional" interno y de la arquitectura de defensa extendida a Europa occidental y Asia oriental.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Kissinger, Nixon y el Doctor Victor Frankenstein

Augusto Zamora Rodríguez, Riadi Noureddine

Mary Shelley, nacida Mary Godwin, en Londres, en 1797, publicó, con veinte años, su obra más famosa (de hecho, la única famosa), que tituló Frankenstein o el moderno Prometeo. Fue un éxito inmediato en Gran Bretaña y es, sin género de duda, una de las novelas de terror más famosas jamás escrita, no tanto por la calidad de su prosa, como por el tema que aborda: la creación, por el doctor Victor Frankenstein, de un ser vivo con los restos de humanos muertos. La posibilidad de ser Dios, dando vida a lo inerte. La fama de la criatura devorará al padre, al menos nominalmente. Se olvida el nombre del creador y pasa a conocerse al monstruo como Frankenstein, siendo ése el apellido de su ¿padre?, que queda, así, subsumido por su criatura. Con la popularidad y el tiempo, la criatura se incorpora al imaginario colectivo para denominar como Frankenstein a las obras que terminan convertidas en algo monstruoso, indeseable, inesperado, antinatural.

Prometeo, hijo de Jápeto y de la ninfa Clímene, era hermano de Epimeteo y, ambos, tenían el trabajo de crear a la Humanidad y de dotarla de todo lo necesario para vivir. Fue Prometeo quien hizo a los humanos bípedos y, en la satisfacción de su obra, decidió entregarles el fuego. Zeus se enfureció, porque el fuego era un don divino reservado a los dioses. Para castigarlo, ordenó a Hefestos que encadenara a Prometeo en una cueva, donde, por 30.000 años, un águila le devoraría las entrañas, que se regeneraban cada día. Hércules, camino de Hespérides, encuentra a Prometeo, mata al águila y lo libera. Mary Shelley quiso vincular su novela con el mito de Prometeo porque ambos, Victor Frankenstein y Prometeo, hicieron algo prohibido. Uno, dar vida a la muerte, que es atributo de Dios. El otro, robar el fuego sagrado, que era atributo de los dioses.

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