El cineasta Jonathan Glazer enfatizó que el tema de su película no es el holocausto, sino algo más duradero y omnipresente: la capacidad humana de vivir con atrocidades y de beneficiarse de ellas
Naomi Klein, The Guardian
Es una tradición de los Oscar: un discurso político atraviesa el velo de la mundanalidad y la autocelebración. Se producen reacciones antagónicas. Algunos elogian al orador, otros lo consideran el usurpador egoísta de una noche de fiesta. Luego todos pasan página.
Sin embargo, sospecho que el impacto de las palabras del director Jonathan Glazer, que detuvieron el tiempo en la ceremonia de entrega de premios de Los Ángeles el 10 de marzo, durará mucho más y su significado será analizado durante años.
Glazer recogía el premio a la mejor película internacional por La zona de interés, inspirada en la historia de Rudolf Höss, el comandante del campo de concentración de Auschwitz. La película sigue la idílica vida familiar de Höss con su esposa e hijos, que se desarrolla en una casa señorial con jardín adyacente al campo de concentración. Glazer describió a sus personajes no como monstruos, sino como "horrores irreflexivos, burgueses y ambiciosos", personas capaces de convertir el mal en ruido de fondo.