El arsenal teórico y político leninista es muy utilizado pero rara vez se indaga en profundidad en su contenido. Recuperar el legado de Lenin hoy implica dejar de lado cualquier canonización, academicismo o dogmatismo.
Claudio Katz, Jacobin
Lenin fue el artífice de la primera revolución socialista y del audaz intento de gestar un sistema poscapitalista. Por esa razón fue demonizado durante décadas por las clases dominantes con descalificaciones de todo tipo. Luego del colapso de la Unión Soviética, sustituyeron esa denigración por el olvido. Imaginaron que la globalización neoliberal perpetuaba capitalismo y el gran villano del siglo XX quedó transformado en una simple curiosidad del pasado.
Pero en el centenario de su fallecimiento la oleada ultraderechista ha resucitado la impugnación del líder bolchevique. Los fanáticos defensores del mercado observan rebrotes de comunismo en todas partes y detectan la sombra de Lenin en cualquier protesta. Esa paranoia recrea el interés por un crítico frontal de la atroz matanza perpetrada por el capitalismo durante la Primera Guerra Mundial.
Al cabo de cien años, Lenin reaparece junto a los nuevos focos de militarización que convulsionan a Europa Oriental y Medio Oriente. Esa devastación es complementada por una catástrofe climática, que nadie percibía en la época del dirigente soviético. El dramático impacto actual del calentamiento global induce a retomar los cuestionamientos al capitalismo. La competencia por mayores beneficios amenaza el entorno natural que sostiene al planeta, y el «leninismo ecológico» que sugieren varios autores emerge como respuesta al nuevo peligro que afecta a la humanidad (Dejean; 2024). Lenin resurge para luchar contra ese infortunio y aporta un enorme cúmulo de enseñanzas en numerosos terrenos.