Bradford DeLong, Project Syndicate
Cuando los políticos recurren a los economistas para pedirles consejo, esperan que este esté basado en datos científicos, no en disputas académicas o asunciones políticas. Al fin y al cabo, las políticas que deben poner en marcha tienen implicaciones reales para gente real. Por desgracia, la ciencia sólida no es siempre lo que mueve el análisis político y las recomendaciones de políticas públicas.
En una reciente crítica de lo que él llama la “matematización” de la economía moderna, Paul M. Romer, de la Universidad de Nueva York, considera que los economistas deben tomar medidas para expulsar el faccionalismo académico y la política de la llamada “ciencia lúgubre”. Romer basa su argumento en el actual debate en su campo sobre el papel que las ideas tienen en la promoción del crecimiento económico.
Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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domingo, 7 de junio de 2015
Bradford DeLong: A los modelos económicos hay que ponerlos en su sitio
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domingo, 1 de marzo de 2015
Bradford De Long: Redefiniendo la economía
Bradford De Long, Project Syndicate
En los Estados Unidos solo se necesitan tres de cada diez trabajadores para producir y entregar los productos que consumimos. Todo lo que extraemos, cultivamos, diseñamos, construimos, fabricamos y transportamos – hasta preparar una taza de café en la cocina de un restaurante y llevarla a la mesa del cliente – es obra de aproximadamente el 30% de la fuerza laboral.
El resto de nosotros nos dedicamos a planear qué es lo que se va a hacer, a decidir dónde instalar las cosas que se han fabricado, a prestar servicios personales, a hablar entre nosotros y a dar seguimiento a lo que se está haciendo, de modo que podamos decidir qué se necesita hacer después. Sin embargo, a pesar de nuestra evidente capacidad de producir mucho más de lo que necesitamos, no parece que tengamos un exceso de riqueza. Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que los trabajadores y los hogares de clase media siguen batallando en momentos de abundancia sin paralelo.
En los Estados Unidos solo se necesitan tres de cada diez trabajadores para producir y entregar los productos que consumimos. Todo lo que extraemos, cultivamos, diseñamos, construimos, fabricamos y transportamos – hasta preparar una taza de café en la cocina de un restaurante y llevarla a la mesa del cliente – es obra de aproximadamente el 30% de la fuerza laboral.
El resto de nosotros nos dedicamos a planear qué es lo que se va a hacer, a decidir dónde instalar las cosas que se han fabricado, a prestar servicios personales, a hablar entre nosotros y a dar seguimiento a lo que se está haciendo, de modo que podamos decidir qué se necesita hacer después. Sin embargo, a pesar de nuestra evidente capacidad de producir mucho más de lo que necesitamos, no parece que tengamos un exceso de riqueza. Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que los trabajadores y los hogares de clase media siguen batallando en momentos de abundancia sin paralelo.
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martes, 6 de mayo de 2014
El problema de la derecha con Piketty
Bradford DeLong, Project Syndicate
Hace poco, Kathleen Geier intentó hacer una reseña (publicada en The Baffler, una revista en Internet) de las críticas conservadoras al nuevo libro de Thomas Piketty, Capital in the Twenty-First Century [El capital en el siglo XXI]. Lo que más llama la atención es la pobreza del análisis de la derecha de los argumentos de Piketty.
El razonamiento de Piketty es minucioso y complicado, pero hay cinco puntos que se destacan especialmente:
Hace poco, Kathleen Geier intentó hacer una reseña (publicada en The Baffler, una revista en Internet) de las críticas conservadoras al nuevo libro de Thomas Piketty, Capital in the Twenty-First Century [El capital en el siglo XXI]. Lo que más llama la atención es la pobreza del análisis de la derecha de los argumentos de Piketty.
El razonamiento de Piketty es minucioso y complicado, pero hay cinco puntos que se destacan especialmente:
- La relación entre la riqueza de una sociedad y la renta anual tiende a crecer (o decrecer) hasta un nivel igual a la tasa de ahorro neto dividida por la tasa de crecimiento.
- El tiempo y el azar llevan inevitablemente a la concentración de la riqueza en manos de un grupo relativamente pequeño, al que denominaremos “los ricos”.
- Conforme los beneficios inmediatos de la industrialización van siendo cosechados, la tasa de crecimiento de la economía tiende a disminuir; al mismo tiempo, la tasa de ahorro neto aumenta, debido a la reducción de impuestos progresivos, el fin de la destrucción caótica de la primera mitad del siglo XX y la ausencia de motivaciones sociológicas suficientes que lleven a los ricos a gastar sus ingresos o su riqueza en vez de ahorrarlos.
- Una sociedad donde los ricos poseen un alto grado de influencia económica, política y sociocultural es en muchos aspectos una sociedad indeseable.
- En una sociedad donde el cociente entre la riqueza y la renta anual es un múltiplo muy grande de la tasa de crecimiento, el control de la riqueza se transmite por vía hereditaria (en lo que Geier denominó heiristocracy [“gobierno de los herederos”]); esa sociedad es incluso más indeseable, en muchos aspectos, que una meritocracia dominada por una élite de emprendedores ricos.
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domingo, 13 de abril de 2014
Bradford DeLong: Marx y el ‘Turco mecánico’
Bradford DeLong, El País
El economista Suresh Naidu me comentó en cierta ocasión que la teoría económica de Karl Marx tenía tres grandes problemas. En primer lugar, Marx pensaba que una mayor acumulación de inversión y capital reducía el valor de la mano de obra para los empleadores y, por tanto, también la capacidad de negociación de los trabajadores. En segundo lugar, no acabó de entender que el aumento de los niveles de vida materiales y reales para la clase trabajadora podía perfectamente ir acompañado de un aumento de la tasa de explotación, es decir, un porcentaje menor de los ingresos para la mano de obra; y, en tercer lugar, Marx estaba obsesionado con la teoría del valor-trabajo.
Los problemas segundo y tercero siguen siendo enormes errores de análisis, pero, si bien la creencia de Marx de que el capital y la mano de obra eran sustitutivos, no complementarios, era un error ya en su época y lo fue durante más de un siglo después, puede no serlo actualmente.
El economista Suresh Naidu me comentó en cierta ocasión que la teoría económica de Karl Marx tenía tres grandes problemas. En primer lugar, Marx pensaba que una mayor acumulación de inversión y capital reducía el valor de la mano de obra para los empleadores y, por tanto, también la capacidad de negociación de los trabajadores. En segundo lugar, no acabó de entender que el aumento de los niveles de vida materiales y reales para la clase trabajadora podía perfectamente ir acompañado de un aumento de la tasa de explotación, es decir, un porcentaje menor de los ingresos para la mano de obra; y, en tercer lugar, Marx estaba obsesionado con la teoría del valor-trabajo.
Los problemas segundo y tercero siguen siendo enormes errores de análisis, pero, si bien la creencia de Marx de que el capital y la mano de obra eran sustitutivos, no complementarios, era un error ya en su época y lo fue durante más de un siglo después, puede no serlo actualmente.
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