Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
viernes, 17 de enero de 2025
Planes del trumpismo para Ucrania
Nahia Sanzo, Slavyangrad
“Los críticos están atacando al presidente electo Donald Trump después de que un asesor clave pareciera retractarse de una importante promesa de campaña”, escribía ayer The Huffington Post al comentar la última y extraña aparición televisiva de quien será el enviado de Donald Trump para resolver la cuestión ucraniana. “Trump ha afirmado en repetidas ocasiones que pondría fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en las 24 horas siguientes a su toma de posesión o incluso antes. Pero el teniente general retirado Keith Kellogg, a quien Trump nombró enviado especial para las dos naciones, dijo a Fox News la semana pasada que llevaría más tiempo, haciéndose eco de comentarios hechos anteriormente por el propio Trump”, continuaba el artículo. Trump afirmó, en al menos seis ocasiones diferentes que sería capaz de resolver el conflicto de forma rápida y antes incluso de tomar posesión del cargo. Donald Trump no es el único líder político cuyas promesas de campaña se moderan nada más anunciarse los resultados electorales y las escasas declaraciones que ha realizado como presidente electo apuntaban hace semanas a una clara reducción de unas expectativas que él mismo había elevado con objetivos claramente electorales. Aunque Trump ha alegado “algunos progresos” en el camino hacia una resolución, tanto la situación sobre el terreno como los movimientos diplomáticos indican que esos avances existen solo en la mente del dirigente estadounidense, siempre dispuesto a exagerar sus éxitos e incluso a inventarlos.
“Realmente tengo mucha confianza en su capacidad para llegar a una posición en la que esta guerra haya terminado. Y creo que lo que la gente tiene que entender es que no está intentando dar algo a Putin o a los rusos. Está intentando salvar a Ucrania y su soberanía, y va a asegurarse de que sea equitativo y justo”, afirmó Kellogg, que sigue basando su valoración en la confianza ciega en un hombre que ha dejado claro que no tiene ningún plan. El general precisó estar hablando a título personal y no en nombre de Donald Trump, lo que refuerza aún más la percepción de que, sea cual sea la propuesta que vaya a presentar el futuro presidente, la persona que debe encarrilar el proceso no conoce aún esas intenciones. Pero aun así, Keith Kellogg, que ya presentó el pasado mes de mayo un plan que puede resumirse en utilizar el suministro de armas como palo y zanahoria -continuar el flujo de armamento solo si Ucrania acepta negociar y aumentarlo si Rusia rechaza participar-, es capaz de dar un marco temporal. “Fijémoslo en 100 días y retrocedamos hasta el final y busquemos la forma de hacerlo a corto plazo para asegurarnos de que la solución es sólida, sostenible y de que esta guerra termina para poner fin a la carnicería”, añadió, dando nuevamente una sensación de intenciones, pero de ausencia de planes para conseguir los objetivos. Pese a lo que había manifestado cuando fue nombrado para el puesto, Kellogg no visitará Ucrania en su misión de recopilación de información hasta después de la investidura de Trump. Sin haber visitado el país ni haberse reunido con Zelensky y con la certeza de que no hay una propuesta a nivel de equipo presidencial, no es de extrañar que las comparecencias mediáticas del general Kellogg, cuyo plan peca del mismo simplismo que la visión de Donald Trump, sean escasamente convincentes y den apariencia de serias dudas sobre el resultado del trabajo que aún no ha comenzado.
Muy lejos de la incertidumbre que transmite Keith Kellogg, Mike Waltz, futuro Asesor de Seguridad Nacional, posiblemente el puesto más importante en el área de Asuntos Exteriores, irradia toda la confianza del trumpismo. La diferencia en la percepción del discurso de dos personas que tendrán que trabajar en equipo, y que posiblemente ya deberían haber comenzado a hacerlo, si es que desean realmente cumplir la promesa de campaña de su presidente, hace surgir aún más dudas sobre el equipo que tendrá que resolver un conflicto cuya complejidad parecen ignorar. Horas antes de las elecciones, en una aparición en NPR, Waltz, cuyo nombre aún no había trascendido como futurible para el equipo de política exterior de Trump, mostró un discurso marcadamente duro contra Rusia, de tal manera que no se distinguía en exceso de los halcones que han manejado los hilos en la última década. Waltz proponía utilizar los bombardeos de territorio ruso utilizando misiles occidentales como herramienta de presión, mientras que abogaba por prohibir el gas natural licuado de la Federación Rusa en un intento de expulsar a la energía rusa del mercado mundial que no difiere en exceso de los últimos pasos dados por la administración Biden en materia de sanciones.
El discurso de Waltz no ha cambiado y mantiene su dureza, aunque siempre en un marco de necesidad de buscar el final de esta guerra, que en una reciente entrevista ha definido como “una carnicería al estilo de la Primera Guerra Mundial con consecuencias de tercera guerra mundial”. El equipo de Trump no solo es incapaz de comprender la complejidad de un conflicto en el que la clave es la estructura de seguridad, aspecto en el que las líneas rojas de ambos países en liza son incompatibles, sino que prefiere ignorar la realidad y moldearla a su antojo. Una vez más, y ya está convirtiéndose en la norma, Mike Waltz insistió en el cambio radical que se ha producido en el mundo -el trumpismo nunca evita una exageración- desde la victoria de Donald Trump. Lo hizo recordando la “cantidad de gente que han pasado del cheque en blanco, el mientras sea necesario sin condiciones, aunque dure meses, años, décadas en términos de perpetuar esta guerra” a acercarse a Donald Trump para buscar su final. El ejemplo que aporta Waltz es precisamente Volodymyr Zelensky, de quien dice que entró en la sala en la reunión de París diciendo que “estoy dispuesto a trabajar contigo para acabar esta guerra. Vamos a acabarla responsablemente, de forma que proteja el futuro de Ucrania, pero que acabe esta cosa”. Consciente de las promesas de paz del candidato Republicano, Zelensky ha moldeado su discurso para presentarse como un presidente abierto a la negociación y a la paz, aunque con condiciones. Todo indica que Donald Trump y su equipo han decidido centrarse en esa primera parte e ignorar la segunda. Solo así puede sacarse esa conclusión de las reuniones de Zelensky con Donald Trump, de su constante mención a la paz por medio de la fuerza añadiendo siempre la exigencia de adhesión a la OTAN, llegada de tropas europeas o de un paquete de armamento occidental que hace inviable cualquier acuerdo con la Federación Rusa.
“Desde el punto de vista de Trump, no puedes llegar a un acuerdo sin algún tipo de diálogo con la otra parte y lo estableceremos en los próximos meses”, afirmó a continuación Waltz, sin explicar que esa es una de las líneas rojas de Volodymyr Zelensky, que espera una negociación con Estados Unidos para posteriormente trasladar los términos a Moscú. “La otra cosa que vamos a necesitar es estabilizar la situación en el frente”, prosiguió Waltz, que rápidamente llegó al segundo tema más polémico para Ucrania, la cuestión del reclutamiento. Ayer, el diputado de Servidor del Pueblo Fyodor Venislavsky reafirmó que no habrá en los próximos meses ninguna reforma que permita la desmovilización de soldados, incluso quienes llevan dos o tres años luchando. Ese rechazo a relevar a las tropas exhaustas, sumado al flujo aparentemente eterno de vídeos de abusos de agentes de reclutamiento en lugares públicos y del intento de huida de potenciales reclutas perseguidos por la movilización muestra las dificultades de personal que está sufriendo Ucrania. Los aliados y proveedores son conscientes y han presionado públicamente a Zelensky en busca de una rebaja en la edad de reclutamiento, uno de los pocos aspectos por los que el presidente ucraniano ha protestado públicamente contra sus socios. A juzgar por las palabras de Waltz, también en ese aspecto habrá continuidad. “Tienen problemas de personal”, afirmó el futuro Asesor de Seguridad Nacional en su aparición en This Week, de la cadena ABC, para precisar que “su edad de reclutamiento ahora mismo son 26 años, no 18. No creo que mucha gente se dé cuenta de ello. Pueden generar cientos de miles de nuevos soldados. Cuando oímos hablar de problemas de moral, cuando oímos hablar de problemas en el frente, miren, si los ucranianos han pedido a todo el mundo que apuesten todo por la democracia, necesitamos que ellos apuesten todo por la democracia”. Tras insistir nuevamente en la necesidad de “resolver el problema de la falta de personal” a base de reclutar a la generación más escasa desde la Segunda Guerra Mundial, Waltz insiste en que “esto no es todo problema de munición o de firmar más cheques. Va de estabilizar las líneas del frente para que podamos llegar a algún tipo de acuerdo”.
Ese algún tipo de acuerdo por el que el trumpismo no ha empezado a trabajar y aún no sabe cómo definir ni cuándo llegará es lo suficientemente vago como para que Zelensky pueda encontrarse cómodo. Incluso a pesar de las presiones por reclutar a los jóvenes, que el presidente utilizará otra vez para exigir más armas con las que equiparlos en el momento en el que inevitablemente acepte enviarlos al frente, todo el discurso del entorno del presidente electo apunta a la continuación, al menos temporal, de la guerra hasta lograr una mejor situación. Trump ha indicado que no cesará su apoyo a Ucrania -que se ha garantizado ya el aumento del suministro y la financiación de esos países que, según Waltz, han pasado de soñar con la continuación de la guerra eterna a desear su final-, Kellogg se da cien días para ver “qué hacemos a partir de ahí” y la mención de Waltz al reclutamiento de los jóvenes implica meses de instrucción y, por lo tanto, de continuación del conflicto. Ese es exactamente el escenario que busca Zelensky con la esperanza de que la presión económica, especialmente en el sector energético, debilite a Rusia como para verse obligada a negociar en posición de inferioridad. La paz de Trump tiene mucho de fuerza y es tan condicional a conseguir sus objetivos como la de Zelensky.
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