Sergio Ferrari, Rebelión
Si el impacto de la actual pandemia en el plano de la salud mundial ya adquiere ribetes dramáticos, el COVID-19 podría aumentar el desempleo mundial en casi 25 millones de personas, superando así el efecto de la crisis financiera de 2008-2009.
Afectando de manera desproporcionada a determinados grupos más vulnerables y agravando los niveles de desigualdad. Entre los que más resentirán el impacto se encuentran las personas con trabajos menos protegidos y mal pagados, en particular jóvenes y trabajadores de cierta edad. Así como los migrantes, muy fragilizados por la falta de protección y derechos sociales; y las mujeres, mayoritarias en empleos de baja remuneración.
En un estudio/informe que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó este miércoles 18 de marzo en su sede de Ginebra, la reflexión sobre el efecto de la pandemia oscila entre la visión “prudente”, con un aumento de 5,3 millones de desempleados, hasta la “extrema”, que calcula 24,7 millones de desempleados producto de la actual situación sanitaria.
Desempleo en aumento, ingresos en caída
“El COVID-19 y el mundo del trabajo: consecuencias y respuestas”, recuerda que la crisis del 2008-2009 implicó un incremento de 22 millones de desempleados. Anticipa un aumento exponencial del subempleo, ya que las consecuencias económicas de la crisis sanitaria implicarán reducción de horas de trabajo y de los salarios. Y también proyecta enormes pérdidas de ingresos para los trabajadores.
Según el principal organismo laboral internacional, dichas pérdidas se podrían ubicar entre 860.000 millones y 3,4 billones de dólares estadounidenses cuando concluya el 2020. Lo que implicará la caída en el consumo de bienes y servicios, afectando a la producción, a las empresas y a las economías nacionales
Este impacto de la pandemia, “tendrá un efecto devastador para los trabajadores que ya se encuentran cerca o por debajo del umbral de la pobreza”. El informe de la OIT estima que entre 8,8 y 35 millones de personas más, caerán en la situación de pobreza en todo el mundo.
Es muy posible, analiza la OIT, que, en los países de desarrollo, las restricciones de movimientos de personas (por ejemplo, de los proveedores de servicios) y mercancías, atenten directamente contra el efecto amortiguador que en esas nacionales suele tener el empleo por cuenta propia.
Respuestas políticas necesarias
La OIT anticipa que, a pesar de la gravedad de la situación, “una respuesta coordinada a nivel internacional”, podría asegurar que el impacto sobre el desempleo mundial sea significativamente menor.
Para reducir el impacto negativo, el organismo de las Naciones Unidas solicita que se adopten medidas urgentes a gran escala y coordinadas, que deben basarse en tres pilares; la protección de los trabajadores en el lugar de trabajo; el estímulo a la economía y al empleo; y el sostenimiento de los puestos de trabajo e ingresos.
Al comentar el Informe, Guy Ryder, Director General de la OIT, subrayó que en una coyuntura de crisis como la que se atraviesa, existen dos herramientas esenciales que pueden ayudar a mitigar los daños y restablecer la confianza política. El diálogo entre los trabajadores y empleadores y sus representantes. Así como el respeto a las normas internacionales del trabajo, las que ofrecen una base de “probada eficacia” para respuestas que propicien la recuperación sostenible y equitativa.
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