Patrick Martin, wsws
El informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado el 4 de julio, indica lo que cientos de millones de trabajadores experimentan en su vida cotidiana: casi una década después de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de la década de 1930, los salarios se estancan y los beneficios de la "recuperación" económica van a las manos de la élite de las grandes empresas.
Los países de la OCDE —veintiseís de Europa, Estados Unidos, Canadá, México, Chile, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Corea del Sur, Israel y Turquía— representaron en 2017 más del 60 por ciento del Producto Bruto mundial. La agrupación incluye siete de las diez economías nacionales más grandes, excluyendo solo China, India y Brasil.
El informe comienza con un editorial con el sorprendente titular: "Crecimiento sin salario: ¿es diferente esta vez?". Señala el hecho de que la "recuperación" económica actual difiere de las recuperaciones anteriores de depresiones capitalistas porque, a pesar de tasas de desempleo más bajas y un número récord de las vacantes de empleo en la zona del euro, los Estados Unidos y Australia, "el crecimiento salarial aún falta".
La mayor parte del documento de 300 páginas analiza con mayor profundidad las cifras que detallan la paradoja de los mercados laborales "apretados" y los salarios estancados en un país tras otro, así como en grupos industriales seleccionados; pero la conclusión básica aparece al principio: los salarios son frenados debido a los efectos persistentes del colapso de 2008 y la proliferación de empleos de bajos sueldos y de tiempo parcial, particularmente para aquellos trabajadores que fueron despedidos en los peores años de la crisis económica.
El editorial inicial afirma que "el empleo involuntario a tiempo parcial ha aumentado significativamente en varios países desde la crisis, y esto ha ido acompañado de un deterioro en los ingresos relativos de los trabajadores a tiempo parcial".
El informe subraya el hecho de que la crisis financiera mundial de 2008 fue utilizada por la clase capitalista y los gobiernos de todo el mundo para acelerar el asalto de décadas sobre la posición social de la clase trabajadora. En un país tras otro, los puestos de tiempo completo mejor pagados con un mínimo de protección laboral y beneficios de salud y pensión son reemplazados cada vez más por empleos precarios y de bajos salarios.
El resumen ejecutivodel inform declara que a pesar de la disminución de las tasas de desempleo promedio en los países de la OCDE, a niveles anteriores a 2008, "el crecimiento de los salarios nominales sigue siendo significativamente más bajo de lo que era antes de la crisis para niveles comparables de desempleo".
El crecimiento de salarios nominales se ha desacelerado del 4,8 por ciento anual antes del colapso financiero a solo el 2,1 por ciento, menos de la mitad. Debido a la desaceleración de la inflación, el crecimiento de los salarios reales ha disminuido del 2,2 por ciento anual al 1,2 por ciento. Pero incluso esta desaceleración es colosal: un punto porcentual completo por año, a lo largo de la década desde el colapso, se agrava y signica billones de dólares en aumentos salariales perdidos.
El resumen ejecutivo admite que "el crecimiento medio de salarios reales en la mayoría de los países de la OCDE no ha seguido el ritmo del crecimiento de la productividad laboral en las últimas dos décadas, en parte como reflejo de la disminución del valor agregado del trabajo, es decir, la participación laboral".
Como dice el informe más adelante, "si los salarios medios reales hubieran aumentado paralelamente con el crecimiento de la productividad en el período 1995-2014, habrían sido un 13 por ciento más altos al final del período".
Esto equivale a reconocer que es mentira una de las principales afirmaciones de los defensores del capitalismo —que el aumento de la productividad se traducirá en salarios y niveles de vida en alza. De hecho, la clase capitalista no solo ha capturado toda la mayor riqueza generada por el aumento de la productividad; también utiliza su control económico para realmente recuperarse de aumentos de ingresos y mejoras en los niveles de vida de periodos anteriores.
La disminución en el crecimiento medio de los salarios se compone de dos factores: una participación decreciente en los ingresos laborales en general, y una mayor desigualdad en la distribución de los salarios en toda la fuerza de trabajo.
Según el informe de la OCDE, la tajada de participación laboral agregada en producto bruto interno (PIB) para 24 de los 36 países de la OCDE, que fueron miembros en las últimas dos décadas, disminuyó del 71,5 por ciento al 68 por ciento, 3,5 por ciento.
El cambio más grande, que se registró en los Estados Unidos, es del ocho por ciento, mientras que en Francia, Gran Bretaña, Italia y varios de los países más pequeños de la OCDE permaneció igual o aumentó ligeramente.
Además de los Estados Unidos, Grecia y España mostraron los peores resultados, cayendo dos puntos o más por debajo de la tasa de empleo anterior a la crisis, y mostrando los mayores incrementos en la inseguridad del mercado laboral, una medida de cuánto caería el salario de un trabajador después de ser despedido y reintegrado a otro empleo.
Incluso estas cifras, devastadoras como son, ocultan parte del declive en la posición de la clase trabajadora, ya que las cifras de la OCDE consideran que todos los salarios, por más altos que sean son ingresos laborales, tanto los que se pagan a trabajadores con salario mínimo o a directores ejecutivos de empresa. Como admite el editorial del informe, "los ingresos laborales reales del 1% más adinerado han aumentado mucho más rápido que los de los del trabajador medio de tiempo completo en los últimos años, lo que refuerza una tendencia de muchos años".
El editorial continúa, abiertamente preocupado por las consecuencias políticas, aunque en términos cautelosamente subestimados: "Esto, a su vez, está contribuyendo a una creciente insatisfacción de muchos sobre la naturaleza, si no la de fuerza, de la recuperación; mientras que los empleos finalmente regresan, sólo algunos afortunados en la cumbre de la sociedad disfrutan de mejoras en los ingresos y la calidad del trabajo".
Según el informe de OCDE, el mecanismo principal para frenar los aumentos salariales y reducir la participación laboral en el ingreso nacional es el trabajo mal pagado y empleos de tiempo parcial. Esto es particularmente frecuente entre los trabajadores que experimentaron un período significativo de desempleo en el período inmediatamente posterior a la crisis financiera de 2008, o durante la crisis de la deuda que afligieron a países europeos como Grecia, Irlanda, España e Italia.
El informe señala que "ha habido un empeoramiento significativo en ingresos de los trabajadores a tiempo parcial en relación con el de los trabajadores a tiempo completo, asociado con el aumento del empleo involuntario a tiempo parcial en varios países. Además, los salarios comparativamente bajos de los trabajadores que han atravesado períodos de desempleo, combinados con tasas de desempleo aún altas en algunos países, han elevado el número de trabajadores con salarios bajos, lo que más reduce el crecimiento promedio de los salarios".
La erosión de los programas de redes de seguridad social, como los beneficios por desempleo empeora. El informe de la OCDE señala que solo un tercio de los trabajadores desempleados eran elegibles para los beneficios de desempleo en general. La cifra para Estados Unidos es mucho menor.
El desempleo masivo y de la propagación de empleos de bajos salarios y de tiempo parcial tienen como resultado económico un aumento sustancial de la pobreza. Según el informe, la pobreza ha aumentado significativamente en toda la OCDE. Antes del colapso financiero de 2008, el 9,6 por ciento de la población ganaba menos del 50 por ciento de ingreso familiar promedio disponible después de impuestos. Para 2016, esta cifra había aumentado al 10,6 por ciento.
Una vez más, un aumento numérico aparentemente pequeño, dado que son casi dos mil millones de personas que viven en los países de la OCDE, significa que el número de personas en pobreza extrema aumenta en de decenas de millones de personas (para los Estados Unidos, el ingreso familiar medio es $24.500, aproximadamente el mismo que la línea de pobreza oficial para una familia de cuatro).
En su perspectiva general y recomendaciones políticas, el informe de la OCDE no se extravía más allá de los límites que impone la ciencia económica convencional. No reconoce que las cifras que presenta equivalen a una admisión del fracaso del capitalismo. Por lo tanto, propone avanzar mediante cautelosas maniobras burocráticas.
El informe incluso sugiere que los sindicatos pueden mejorar el impacto de la crisis: "La cooperación y la coordinación entre los interlocutores sociales desempeñan un papel clave para abordar estos desafíos, pero esto requiere acometer el declive tendencial a largo plazo en la afiliación sindical y la erosión del papel de la negociación colectiva en varios países".
Tal lenguaje simplemente ignora el papel real de los sindicatos y de la negociación colectiva. Ambos funcionan para reducir la participación laboral en el ingreso nacional a lo largo del período en cuestión. En otras palabras, el rol corporativista de los sindicatos ("asociación social" en la jerga de la OCDE) ayudó a los capitalistas a recortar los salarios durante las crisis y a contener cualquier recuperación de ingresos durante la supuesta "recuperación".
El inmenso traspaso de riqueza, desde abajo hacia arriba, desde el colapso de 2008 sólo fue posible debido a la supresión de la resistencia de la clase obrera por parte de los sindicatos. En los Estados Unidos, por ejemplo, el número de paros laborales importantes entre 2008 y 2017 fue el menor en cualquier década desde que la Oficina de Estadísticas Laborales comenzó a registrar cifras en 1947. Sin embargo, el crecimiento explosivo de la desigualdad social está alimentando el resurgimiento de la lucha de clases en todo el mundo.
Por supuesto, está completamente fuera del alcance de los bien pagados burócratas de la OCDE sacar conclusiones radicales de una situación económica que es terrible y de mal en peor al mismo tiempo. En verdad, los trabajadores pueden formar sus propias opiniones, no de las páginas secas de un informe económico, sino de sus propias vidas. No hay tiempo que perder en movilizar de la clase trabajadora, como fuerza política independiente, para luchar por una alternativa socialista y revolucionaria al sistema capitalista.
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