Francisco José Bustos Serrano, El Captor
La escasez de capital genera pobreza económica y falta de crecimiento, pero un exceso del mismo también crea problemas. Principalmente, se suelen crear burbujas financieras. ¿Cuándo podemos considerar que hay exceso de capital? Cuando los ahorros generados por una economía son mayores que las oportunidades de inversión.
El capital es necesario para invertir y poder seguir creciendo. El problema viene cuando las posibilidades de inversión son menores debido a un bajo crecimiento, como ocurre actualmente. La economía digital está produciendo un mayor crecimiento del PIB, pero esta industria no es intensiva en capital, por lo que estamos en la situación en la que los ahorros producidos son mayores que las oportunidades de inversión.
El capital acumulado puede ser principalmente de tres tipos: capital inmobiliario, acciones de empresas y activos líquidos.
No debería extrañarnos que en una situación de exceso de capital una de las principales consecuencias pueda ser una burbuja inmobiliaria. Esto es lo que ocurrió a nivel mundial en la década anterior. Las inversiones inmobiliarias no eran productivas sino especulativas. El precio de los activos inmobiliarios finalmente cayó, y se produjo una gran crisis que se tradujo en la Gran Recesión.
Las acciones también sufrieron una burbuja. De nuevo lo importante no era los rendimientos de las acciones o los fundamentales de las empresas, sino conseguir un beneficio a través de la especulación. La bolsa también sufrió una caída espectacular.
Además, el exceso de capital también genera un gran aumento de la deuda global. Hoy en día se dice que las economías tienen el récord histórico de endeudamiento, ya sea a través de deuda pública o privada. Pero todo el que debe le debe a alguien: el saldo neto de la deuda global es siempre 0, al sumar deudores con acreedores. Un aumento de la deuda tiene que ser debida necesariamente a un aumento de capital.
Otra prueba de la existencia de este exceso de capital podemos verla en los bajos tipos de interés actuales. Además de la obvia influencia de los bancos centrales, el tipo de interés también se rige por la oferta y la demanda de capital. Tipos bajos significan una mayor oferta de capital frente a la demanda.
Cuando existe este exceso de capital, los que toman las decisiones de inversión tienen problemas. ¿En que invertir? Las opciones disminuyen. Por eso es importante que se abran nuevas vías de inversión. Por ejemplo, es bastante útil que haya países ávidos de endeudarse a través de la deuda pública. Países que abran las puertas a inversiones masivas en el sector inmobiliario (como ocurre actualmente). Países que privaticen sus mayores empresas. Países que no pongan pegas al dinero venido de paraísos fiscales. Ciudadanos dispuestos a endeudarse con préstamos al consumo o de otro tipo. Empresas que se endeuden sin que haya proyectos de inversión sensatos. En definitiva, condiciones que hagan que ese exceso de capital encuentre dónde ser invertido.
Ese exceso de capital se debe reducir hasta el nivel en que cumpla su función, que es invertir productivamente y hacer que las economías crezcan. Para hacerlo, la herramienta más eficaz es la de los impuestos sobre el capital internacional.
Hoy en día el capital se canaliza a través de complejas estructuras societarias, con la ayuda de los paraísos fiscales, para evitar los impuestos. Los estados modernos pueden decidir qué nivel de impuestos quieren, pero para que éstos sean eficaces deben desarrollar sistemas fiscales complejos a la altura de las estructuras de capitales a las que se enfrentan. Para ello, entre otras cosas, es fundamental la cooperación internacional y la globalización de los sistemas fiscales.
El equilibrio es fundamental en las economías y unos impuestos justos y eficaces al capital conseguirían que el capital no generase movimientos especulativos perniciosos, además, también, de conseguir una mejor redistribución de la riqueza.
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