domingo, 11 de marzo de 2018

Trump dinamita la OMC y culmina su política económica aislacionista


Piergiorgiom Sandri, La Vanguardia

“Quieren ir en plan vaquero solitario”. La expresión es de Pascal Lamy, excomisario europeo y director de la OMC. En su opinión, Estados Unidos tiene una concepción medieval del comercio, en la que uno gana sólo si el otro pierde. “En una guerra militar mueren los soldados. Pero en una guerra comercial mueren los empleos”, lamenta un exfuncionario internacional y profesor de escuelas de negocios.

El clima en la OMC es sombrío. La decisión de Donald Trump de elevar los aranceles sobre el acero y el aluminio y la consecuente respuesta de la UE de subir las tarifas sobre otros bienes de EEUU se vive como una ruptura de las reglas internacionales. El sistema multilateral del comercio establece que en caso de desencuentro las partes deberían sentarse a solucionar sus diferencias y recurrir a los tribunales comerciales de la OMC. No es lo que ocurre y, en todo caso, cualquier fallo puede tardar dos años antes de llegar, con lo que los aranceles tienen el tiempo de producir sus efectos distorsionantes.

El problema se ha agravado porque EEUU está bloqueando el nombramiento de los jueces de la OMC. De los siete jueces ahora sólo quedan cuatro. En dos años, quedarán dos y el órgano de apelación no podrá funcionar. “EEUU quiere matar la OMC. Ha encontrado la excusa perfecta del acero y del aluminio para hacerlo”, comentan en Ginebra. Para justificar un aumento de los aranceles, se deberían alegar razones de peso, como salvar una industria de la extinción. Pero no es el caso: EEUU consume el 70% del acero que produce.

La Casa Blanca amenaza entonces con argumentar su decisión por motivos de “seguridad nacional”. Y aquí ningún organismo internacional tiene competencias para decidir en la materia. En las próximas semanas, desembarcará en Ginebra el nuevo embajador de EEUU ante la OMC. La Administración estadounidense ha tardado un año en nombrar al nuevo embajador ante la organización: una señal política explícita. “Los norteamericanos han dejado de ser los impulsores, y se nota la falta de liderazgo”, comentan en los pasillos de la OMC.

“Los aranceles son utilizados como supuesta medida protectora de la economía local, pero la experiencia nos dice que suelen tener un efecto contradictorio. Los efectos positivos, si los hay, también suelen ser cortoplacistas y tienden a desaparecer a medio plazo. Una medida de ese tipo es más política que eficaz”, dice José Antonio Morilla, responsable de transacciones financieras globales de Deutsche Bank. Una decisión que tiene lugar, en su opinión, “porque la globalización puede dar la sensación de pérdida de control local”.

Los aranceles excluyen a México y Canadá, los principales socios comerciales del acero de EEUU. Es pues un ataque a la UE y China. Pero, “si Pekín se sintiera perjudicado, podría dejar de comprar la soja estadounidense o encargar aviones a Airbus en lugar de a Boeing”, razonan varias fuentes. Es la guerra. En abril, cuando se revisen las previsiones para el comercio mundial de cara a este año, los economistas de la OMC ya están trabajando en un escenario de revisión a la baja.

“China vende los excedentes de acero a precios por debajo de su coste con el apoyo de subvenciones públicas. Pero en lugar de aranceles hubiera sido mejor presionar a Pe­kín para retirar estas ayudas”, reflexiona un experto. Pero son tiempos de vaqueros solitarios.

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