Las acciones del mayor banco alemán se desplomaron ayer otro 7,54% superando, en lo que va de año, una caída de más del 50%, aunque Angela Merkel no quiere oír hablar de rescate mientras el mercado vuelve a especular con la posibilidad de una ampliación de capital. En este sentido siguen creciendo las dudas sobre el estado de las cuentas de Deutche Bank y de cómo va a resolver los diferentes frentes legales que tiene abiertos, incluida una posible multa de 14.000 millones de dólares (12.500 millones de euros).
La entidad alemana lidera las caídas de los bancos europeos y los 5.500 millones de euros que ha provisionado para afrontar sus problemas legales y la posibilidad de que tenga que ampliar capital para afrontar esa factura resultan insuficientes. Además de la investigación en EEUU sobre su papel en la distribución de hipotecas basura, Deutsche Bank también está siendo investigado por manipulación de divisas, metales preciosos y sacar capitales de Rusia.
El detonante del desplome de ayer fue la noticia de que la canciller Angela Merkel descarta cualquier tipo de ayuda estatal a Deutsche Bank antes de las próximas elecciones de septiembre de 2017, según adelantaba el semanario Focus este fin de semana, quien también mantenía que la canciller negó la ayuda para resolver estos problemas legales en EEUU. Por su parte, Jörg Eigendorf, portavoz de Deutsche Bank, ha asegurado que los fundamentos del banco son "fuertes" y ha culpado a la "especulación pura" de las caídas en bolsa. Asimismo, en una entrevista con la cadena CNBC ha dicho que no hay planes para ampliar capital, que el banco puede resolver sus problemas por sí solo y que no ha buscado ayuda de las autoridades alemanas por sus problemas legales en EEUU.
El fantasma del Lehman europeo
Las preocupaciones sobre el banco son globales, y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya avisó a comienzos de verano que suponía el "mayor contribuyente neto a los riesgos sistémicos globales" tras suspender los test de estrés en EEUU. El año pasado la entidad perdió cerca de 6.800 millones de euros y tuvo un tormentoso arranque de año en bolsa, con una caída del 40% en menos de mes y medio.El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, tuvo que salir en público a respaldar a la entidad, pero en el mercado resurgía el temor al Lehman Brothers europeo, un fantasma que ya recorrió los mercados en 2013. De fondo, ruido de sable sobre un posible impago de un bono, una rabieta en el mercado que Deutsche controló con un plan de recompra de deuda. Este verano también resurgió el viejo rumor de una fusión con Commerzbank, segunda entidad alemana, opción que Deutsche Bank desmintió aunque su consejero delegado reconocía que serían necesarias más fusiones en el sector financiero alemán.
Los esfuerzos por levantar un banco lastrado por su papel en la crisis financiera han incluido el abandono de las operaciones en una decena de países y una fuerte reducción de plantilla con el objetivo de controlar costes. Mientras, la rentabilidad del banco sigue sufriendo en un entorno de tipos de interés bajos. De hecho, Deutsche Bank ha criticado públicamente al BCE.
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