martes, 19 de abril de 2016

El peligroso mundo de los tipos negativos: de la ansiedad bursátil al pánico bancario


Parece que las familias japonesas se están aficionando a las cajas fuertes en casa. Según la fabricante Eiko, las ventas se han duplicado desde el pasado otoño. En Alemania, la reaseguradora Munich Re ya está experimentando con la posibilidad de guardar millones de euros en efectivo en sus propias oficinas.

¿Por qué ocurre esto? La razón más probable, y la que se suele dar, es que en un mundo de tipos de interés negativos, compensa evitar dejar el dinero en el banco, y bueno, una caja fuerte es más segura que un colchón. Es la nueva realidad de un mundo vuelto del revés por la política monetaria moderna, en la que cobran los que piden dinero y los ahorradores son penalizados. Casi 500 millones de personas en una cuarta parte de la economía global viven en países con tipos de interés por debajo de cero.

Un fenómeno que hubiera sido inconcebible antes de la crisis financiera de 2008, y ahora no solo pequeños países como Suiza o Dinamarca, sino gigantes como el BCE y el Banco de Japón están experimentando con estas medidas para intentar fomentar la inflación. El objetivo global es que los bancos presten dinero, especialmente a consumidores y empresas, quienes a su vez deberían beneficiarse de estos bajos tipos. Además, se busca una caída del tipo de cambio que eleve las exportaciones e incremente los precios de las importaciones.

Riesgo para la banca

Pero estas políticas no vienen sin riesgos. Los beneficios de la banca están siendo estrangulados, los mercados monetarios podrían congelarse y los consumidores acaben llenando sus colchones para evitar que su entidad financiera le cobre por tener dinero. Es más, el resultado podría ser contraproducente y que la inflación sea todavía más débil, de ahí que a la hora de recortar tipos los bancos estén yendo de puntillas.

"Soy escéptico sobre la eficacia de los tipos de interés negativos", mantiene Barry Eichengreen, profesor de Economía de la Universidad de California Berkeley. "Incrementan los costes a los bancos, que tienen dificultades para pasárselos a los cientes dada la debilidad de la economía y por lo tanto a la demanda de crédito. Balances bancarios más débiles no son la forma ideal para fomentar el crecimiento, es uno de los puntos que no se suele tener en cuenta".

De momento, los mercados financieros ya están notando los efectos. Hasta 8.000 millones de dólares en bonos ofrecen rendimientos negativos. Japón pagó a los inversores para que adquirieran deuda a 10 años, mientras que empresas como Siemens y Royal Dutch Shell ven como sus bonos cotizan en negativo.

Si los audaces planes de la banca central funcionan, la inflación se acelerará desde el 1,1% que prevé el FMI para las economías desarrolladas este año, prácticamente la mitad del 2% que se suele fijar como objetivo. El problema es que no todo el mundo está de acuerdo con la idea.

Inversores: de la euforia al miedo

Los inversores, quienes jaleaban al principio esta enorme cantidad de dinero barato llevando a muchos índices bursátiles a niveles récord, ahora están dando la espalda a la renta variable. Asustados por una desaceleración en China al mismo tiempo que los bancos centrales aplican políticas extraordinarias. En los tres primeros meses del año, los índices globales han perdido casi 2 billones de dólares de valoración, según los datos de Bloomberg. Una de las razones es el miedo que los tipos negativos erosionen todavía más los beneficios de unos bancos en un momento en que muchos siguen en problemas. Deutsche Bank, por ejemplo, perdió dinero el año pasado por primera vez desde 2008. "Los márgenes van a ser más estrechos, por lo que los bancos van a tener que encontrar formas de sortear los tipos negativos", explica Lorenzo Bini Smaghi, presidente de Société Générale y ex miembro del BCE. En UBS, el presidente Axel Weber, ex presidente del Bundesbank, asegura que el desafío es que la demanda de crédito es escasa independientemente de lo barato que sea el crédito. Los préstamos a las compañías no financieras y los consumidores, excluyendo hipotecas, se han mantenido en 6,8 billones desde junio de 2014 en la Eurozona, según los datos del BCE.

Una preocupación más existencial es que abrazando una política que nunca estuvo sobre la mesa, los banqueros centrales están reconociendo que se están quedando sin munición. Una admisión de este tipo sugiere que el tibio crecimiento económico de los últimos años está fuera de su control, y quizá de forma permanente.

"Parece que los mercados financieros cada vez ven estos movimientos experimentales como desesperados y, por consiguiente, dañinos para la estabilidad económica y financiera", aseguraba en febrero Scott Mather, director gerente de PIMCO, la mayor gestora de bonos del mundo. "No han sido tan efectivos como parece".

Equilibrio entre coste y beneficio

Ni siquiera toda la comunidad de banqueros centrales está de acuerdo. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, avisó de los riesgos de robar demanda al exterior, una forma de hablar de "guerra de divisas". Los propios banqueros al mando conocen los riesgos y las críticas. Cuando Draghi, presidente del BCE, recortó de nuevo la tasa de depósito en marzo sugirió que no iría más allá y dijo que una nueva ronda de créditos a la banca incluiría algún incentivo para aquellos bancos que incrementen el crédito a consumidores y empresas.

Pero el BCE se defiende diciendo que los tipos negativos han ayudado a la banca a reducir sus costes de financiación, han generado ganancias de capital con los bonos y reducido la morosidad. Draghi asegura que busca el equilibrio adecuado: "La rentabilidad conjunta del sistema bancario no ha sido entorpecida por la experiencia con los tipos de interés negativo", defendió en marzo. "¿Significa esto que podemos ir tan lejos como queramos sin ninguna consecuencia en el sistema financiero? La respuesta es no".

Los banqueros centrales también se refuerzan con la experiencia de otros. Lars Rohde, gobernador del banco central danés, apunta que 2015 fue el año más rentable para las entidades del país desde 2008 a pesar de que la tasa de depósito está negativa. El expresidente de la Fed, Ben Bernanke, también ha asegurado recientemente que los tipos negativos "tienen modestos beneficios y costes manejables" y que la ansiedad del mercado "me resulta exagerada".

Esto no significa que la Fed vaya a introducir nuevas medidas. La reciente subida de los precios ha reabierto el debate entre la presidenta Yellen y sus colegas sobre la necesidad de repetir la subida de tipos de diciembre.

Pánico bancario y fin del dinero en efectivo

En cualquier caso, los bancos centrales podrían verse forzados a abandonar estas políticas si los bancos decidieran pasar los costes de los tipos negativos a los consumidores y estos decidieran a su vez sacar su dinero de los bancos en masa, provocando algún pánico bancario. Según una encuesta de ING, más del 75% de los clientes sacaría su dinero si se les comenzara a cobrar por mantener sus cuentas de ahorro o depósitos.

Un debate asociado es el del fin del efectivo. Cuando Draghi apunta al final de los billetes de 500 euros para luchar contra la evasión fiscal y la financiación del terrorismo, también sabe que haría más difícil mantener el dinero efectivo. Economistas como Kenneth Rogoff ya prevén sociedad sin efectivo que además incrementaría la potencia de este tipo de medidas de los bancos centrales.

Ahora que ya han probado las herramientas, los bancos centrales puede que la usen más. Una vez roto el denominado lower zero bound o límite inferior cero, como se conoce en lenguaje técnico, saben que pueden ir más allá. Como dice Gabriel Stein, economista de Oxford Economics: "Los tipos negativos han venido para quedarse".
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Vía El Economista

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