miércoles, 30 de marzo de 2016

Minsky y Schumpeter en el debate sobre estancamiento secular

Alejandro Nadal, La Jornada

En septiembre de 2008, cuando se declaró la bancarrota del banco de inversiones Lehman Brothers, el sistema financiero mundial estuvo a punto de desintegrarse. El histórico banco había sobrevivido una larga serie de cataclismos, pero la crisis de las hipotecas sub-prime fue demasiado. Sus innovaciones financieras (otrora orgullo del mercado estadunidense) contaminaron todo el sistema financiero mundial con instrumentos financieros que acertadamente fueron rebautizados como activos tóxicos.

En 2009 se anunció que el periodo de la política monetaria flexible no duraría más de cinco años. Pero hoy los bancos centrales no aciertan por dónde caminar y hasta se han introducido tasas de interés negativas en la eurozona, Suecia, Suiza y Japón. El comportamiento de las principales economías del mundo deja mucho que desear. Los niveles de desempleo en la eurozona siguen estando altísimos y la recuperación en Estados Unidos es muy débil. Por eso se intensifica el debate sobre la posible llegada de una época de ‘estancamiento secular’ en el capitalismo contemporáneo.

La polémica sobre esta nueva era de letargo económico se ha organizado alrededor de dos polos. Por un lado se discute si ya se agotaron las posibilidades de una oleada de innovaciones técnicas capaz de sustentar una nueva fase de acumulación de capital o si, por el contrario, estamos en vísperas de una nueva revolución tecnológica. La verdad es que entre la realidad de la telefonía celular y las promesas demagógicas de los fanáticos de las nanotecnologías hay una gran distancia. No es evidente que viene en camino una nueva serie de tecnologías parecidas a la máquina de vapor o el automóvil. Estas innovaciones con justicia reciben el nombre de innovaciones básicas, por haber transformado todo el sistema económico. No sólo cambiaron la matriz de relaciones inter-industriales de manera radical, sino redefinieron la construcción de obras de infraestructura y reorganizaron el espacio público. Pero no se puede transformar el sistema económico cada cinco años, y por ello muchos piensan que nada comparable existe en el horizonte tecnológico actual. De acuerdo con esa visión el capitalismo estaría condenado a sufrir un ritmo de expansión mediocre con innovaciones derivadas de tecnologías introducidas hace décadas.

Para muchos otros analistas el estancamiento secular sería sólo una consecuencia de la crisis financiera. Por ejemplo, Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart piensan que el festín de endeudamiento duró demasiado como para pensar que las cicatrices podrían borrarse rápido y sin dolor. Pero estos dos autores creen ingenuamente que antes de 2007 las principales economías capitalistas gozaban en lo esencial de buena salud. Para ellos, más allá de los abusos en el sector financiero, todo marchaba más o menos bien.

En realidad la polarización del debate es artificial porque una nueva oleada de innovaciones capaz de sostener un ritmo de crecimiento estable necesitaría estructuras financieras adecuadas. Esa es una de las principales lecciones de la tesis de doctorado de Hyman Minsky sobre inversiones inducidas y ciclos de negocios. Esa tesis se inició en Harvard bajo la supervisión de Schumpeter, pero la muerte de este último en 1950 obligó a Minsky a concluir la investigación bajo la dirección de Leontief. Aunque Schumpeter sabía que los bancos comerciales privados creaban dinero de la nada (y que la inversión es anterior al ahorro), su visión sobre los ciclos de negocios descansa más en la dinámica de la economía real y del proceso de cambio técnico. A Minsky eso le pareció demasiado mecánico pues no permitía integrar adecuadamente el papel del dinero endógeno. De esta insatisfacción con la teoría de los ciclos de Schumpeter nace el minucioso análisis de Minsky sobre las fuentes de inestabilidad asociadas a una economía en la que el sistema bancario comercial privado se encarga de la tarea de creación monetaria. Especialmente importante para Minsky es la tendencia pro-cíclica de la actividad bancaria: cuando las cosas van bien, el crédito se multiplica y se genera inestabilidad. Al contrario, cuando todo pinta mal, el crédito se restringe y se hace más pronunciada la caída en la inversión y el empleo. Por esta razón Minsky está más cerca de las perspectivas de Keynes sobre la volatilidad en las expectativas y la preferencia de liquidez.

Así las cosas, la polémica actual sobre el estancamiento secular no puede limitarse a una discusión simplona sobre fuentes del cambio técnico o sobre los efectos relacionados con la debacle financiera iniciada en 2007. Quizás el problema principal de esta polarización del debate sobre estancamiento secular es que se deja de lado todo lo relacionado con las causas estructurales de la crisis, comenzando con la distribución del ingreso y el conflicto social derivado de la desigualdad. Como si todo eso nada tuviera que ver con las perspectivas futuras del capitalismo.

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