David Brooks, La Jornada
"De hecho, ha habido una lucha de clases durante los últimos 20 años, y mi clase ha ganado", declaró en 2011 el inversionista Warren Buffett, el segundo hombre más rico de Estados Unidos, y sigue siendo tal vez la frase más honesta y precisa para resumir la coyuntura actual en Estados Unidos.
No es una realidad oculta como en algunos otros países; está a la vista, de hecho, es exhibicionista: el auge de construcción de edificios residenciales de lujo está transformando el famoso perfil de Nueva York, las cadenas de tiendas, actividades, viajes, restaurantes, servicios y más para el sector de lujo no dejan de ofrecer sueños americanos para los que tienen mucho, y todos los indicadores comprueban que el 1 por ciento está hoy día mejor que nunca aquí y alrededor del planeta.
Joseph Stiglitz, el economista premio Nobel, escribió en 2011 que Estados Unidos se estaba volviendo en un país del 1 por ciento, por el 1 por ciento y para el 1 por ciento. Señaló que ese 1 por ciento concentraba casi 25 por ciento del ingreso nacional, y controlaba 40 por ciento de la riqueza total del país. Desde entonces, esta tendencia ha continuado.
Hoy día, el 1 por ciento más rico del país representa aproximadamente 1.13 millones de hogares con un ingreso promedio de 2.1 millones de dólares anuales. Pero el 0.1 por ciento más rico representa 115 mil hogares (otros cálculos dicen que son 160 mil familias) que gozan de un ingreso promedio de 9.4 millones; según cálculos del Centro de Política Impositiva.
Pero si se incluye el valor de todos sus bienes, las familias de ese 0.1 por ciento más rico son dueñas de más de 20 por ciento de la riqueza total de todos los hogares estadounidenses, o sea, casi el mismo porcentaje de riqueza en manos de 90 por ciento de las familias más pobres, según investigaciones de los eminentes economistas Emmanuel Saez y Grabriel Zucman.
A escala mundial, la tendencia es la misma. Según un informe elaborado por el banco Credite Suisse divulgado la semana pasada, el 1 por ciento más rico ahora controla 50 por ciento de la riqueza total del planeta; los investigadores dicen que es algo que posiblemente no se ha visto en casi un siglo. Oxfam, al inicio de este año, proyecta que el 1 por ciento más rico del mundo tendrá más riqueza que el 99 por ciento de los demás para 2016.
En Estados Unidos el 1 por ciento tiene toda una industria para satisfacerlos. Por ejemplo, el New York Times patrocina la Conferencia Internacional del Lujo, que aborda “los retos más críticos –y las oportunidades inesperadas– del campo de batalla del lujo hoy día”. Promete que con análisis rigurosos y debate transfronterizo entre ejecutivos en jefe, economistas de prestigio, e íconos del mundo de los espectáculos y deporte, se ofrecerán vistazos cruciales, ideas frescas y nuevas estrategias para ganar los corazones y las mentes de consumidores de lujo. Uno de los páneles será una discusión sobre “las fuerzas geopolíticas, económicas y culturales que dan forma a la industria del lujo…” Entre los que ofrecerán ponencias están los ejecutivos en jefe de Chanel y Gucci, y figuras como Victoria Beckham, columnistas y editores del Times y más. Además, ¡se ofrecerán cenas en el Palacio de Versalles! ¿No fue ahí donde según la leyenda popular (pero aparentemente equivocada), la reina María Antonieta, al ser informada de que las masas se estaban encabronando por la carencia de pan, respondió: que coman pastel?
Pero aparentemente no se puede comprar la felicidad. Muchos dentro del 1 por ciento padecen de culpa por su riqueza, se sienten aislados y hasta discriminados, afirman terapeutas de ricos, según un asombroso reportaje de The Guardian. Uno de los expertos en terapia de ricos explicó al rotativo: “estamos entrenados para tener empatía, no para juzgar, y muchos de los súper-ricos –el 1 por ciento del 1 por ciento– sienten que sus problemas verdaderamente no son problemas. Pero lo son. Muchos terapeutas no les dan suficiente peso a sus asuntos”.
Una sicóloga de la riqueza comentó que el movimiento Ocupa Wall Street tuvo un impacto importante y tuvo cosas importantes que expresar sobre la desigualdad económica, pero se enfocó sobre el 1 por ciento y los pintó globalmente como algo negativo. Agregó que los medios tienen parte de la responsabilidad de hacer que los ricos sientan que necesitan esconderse o sentirse avergonzados. Otra experta en sicología del dinero dice que las protestas de Ocupa o de otros grupos que denuncian la desigualdad y acusan a los ricos provocan estrés en ellos, y agregó que es muy aislante tener mucho dinero; puede dar miedo la reacción de la gente hacia ti. Estos expertos afirman que también es difícil tener amistades si eres rico, porque no sabes si tus amigos te aprecian a ti o a tu dinero, y que eso lleva a que sólo se relacionen con otros mega-ricos o que oculten que son ricos. Pobres ricos.
Mientras los ricos buscan terapia para abordar sus problemas, uno de cada seis estadunidenses batalla con el hambre, unos 46 millones viven en la pobreza y las cifras crecen; millones laboran por un salario mínimo que no logra cubrir la canasta básica para una familia, y la deuda de todos se multiplica. Mientras algunos ricos aparentemente tienen que ocultarse, millones de pobres son obligados a vivir como invisibles en este país.
A la vez, en este ciclo electoral –algo nutrido por la presencia de Bernie Sanders, en particular– el tema de la desigualdad y el poder corruptor de la clase multimillonaria están en el centro del debate político. Vale recordar que en una encuesta del Centro Pew del año pasado, los estadunidenses opinaron que la mayor amenaza en el mundo hoy día es la creciente brecha entre ricos y pobres.
Recuerda una vieja canción estadunidense de la gran depresión que fue resucitada y actualizada por Bruce Springsteen y Ry Cooder, la cual cuenta de los desastres económicos y los manejos engañosos de los poderosos, y concluye con el estribillo (y título de la canción): ¿Cómo puede un hombre pobre aguantar tales tiempos y vivir?
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